Tras haber permitido el libre tránsito de caravanas de migrantes a inicios de este año, e incluso haber otorgado miles de visas humanitarias, el gobierno de México ha empezado a recurrir a tácticas de acoso y detención violenta contra los trabajadores internacionales sin documentos, para desmantelar esos éxodos y deportar a sus integrantes.
Así lo afirmó la hondureña Gladys Zerón Briones, quien denunció que la Policía Federal (PF) y el Instituto Nacional de Migración (INM) han agredido e intimidado a los migrantes que atraviesan el país en su camino hacia Estados Unidos, atacándolos en lugares descampados para que no haya testigos de sus actos, y deteniendo a menores de edad para obligar a sus padres a entregarse.
Gladys explicó a La Jornada que el 10 de abril ella y otros ocho miembros de su familia –cuatro menores de edad– decidieron salir de Honduras y sumarse a una caravana de migrantes, luego de que en años recientes sufrieron el asesinato de dos hermanos y la desaparición de otro.
Los miembros de la familia Zerón salieron de su país y se adentraron en México aproximadamente el 14 de abril, sin meditar todo lo que íbamos a pasar por el camino, cuenta la mujer, quien no deja de restregarse los dedos con nerviosismo mientras recuerda los pesares del camino y las agresiones de las autoridades mexicanas.
Tras caminatas extenuantes por estados y pueblos que no atina a ubicar, porque son muy feos sus nombres, Gladys recuerda que el gentío comenzó a sufrir el acoso de elementos del INM y la PF, quienes intimidaron, golpearon e insultaron a los migrantes indocumentados, como parte de una cacería donde el objetivo parecía ser hacerlos sufrir antes de detenerlos, según la mujer.
En Jesús Nazareno, Puebla, el tren de carga donde viajaban fue detenido, y los policías federales comenzaron a arrestar y agredir familias, incluso disparando armas de fuego de forma directa contra los viajeros, sin importar que algunos contaran con visa humanitaria.
Los policías y la migración pensaban que, si agarraban a los niños, los padres iban a ir detrás de ellos. No tuvieron el valor de salirnos donde pudiera haber testigos, sólo buscaban baldíos y tierras de cultivo donde no había casi gente que pudiera atestiguar lo que hacían. Querían ver sufrir a la gente; nos bajaban [del tren] para que camináramos con llagas en los pies y los niños a todo llorar. Nos han pegado corridas como si fuéramos vacas descarriadas, y todo eso pesa en el alma, recuerda Gladys.
Entrevistada sobre el tema, Amarela Varela, investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, subrayó que lo ocurrido a Gladys Zerón no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia del gobierno de México luego de que las autoridades de Estados Unidos lo amenazaran con cerrar sus fronteras si no detenían a los migrantes.
Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Domingo 19 de mayo de 2019, p. 6
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