3/20/2010

La columna de Maria T. Priego


María Teresa Priego

El cuerpo femenino como espacio de conflicto

“De acuerdo con una radiografía del problema a partir de la Encuesta Nacional Salud y Nutrición 2006, las mujeres han ganado más peso que hombres, niños y adolescentes. Hay dos explicaciones: los médicos consideran que la vida de la mujer es cada vez más sedentaria. Los psicólogos tienen otra versión: ellas están cada vez más agobiadas con dobles o triples jornadas de trabajo y comen por ansiedad o depresión” (Liliana Alcántara, EL UNIVERSAL)
Surgen otras preguntas. ¿Qué pasa con el vínculo amoroso y sus imaginarios? Las costumbres en México cambian. ¿Qué tanto? ¿Qué pasa con la sexualidad y sus imaginarios? El cuerpo habla de muchas formas. Habla en el deseo de desear y ser deseada. También en las enfermedades somáticas, la anorexia, el sobrepeso. Expresa una incomodidad, una violencia contenida, un dolor oculto. Anhelos no realizados. ¿De qué habla el cuerpo? cada quien puede buscar respuestas. Pero, las estadísticas de sobrepeso y obesidad en México muestran un número creciente de personas que lo padecen ¿cómo llamarle? de “desencuentro” temporal con su cuerpo. (Cuando no hay problema fisiológico).

Quiero hablar de nosotras. Las empresas promueven la comida chatarra. Sí. Pero existen la subjetividad, el inconsciente. Las renuncias injustas. Los auto-castigos. Las desesperanzas. La imagen inconsciente. El cuerpo se puede construir como una fortaleza que coloca a distancia el deseo de desear y el deseo de ser deseada. Ambos atemorizan. Atemorizan más en una cultura en la que predomina la doble moral sexual. En la que todavía existen códigos civiles que consideran el agraviante (para las mujeres) de “Mala fama”. La escisión histórica con toda su carga de violencia simbólica: “La puta” y “La Santa”. “La puta” y “La Madre”.

La posmodernidad y sus ideales, “los usos y costumbres” provocan un jaloneo de imágenes e imaginarios. Los medios hablan de sensualidades hasta el hartazgo. El tema tabú rompió sus cadenas. Bien, pero ahora estamos inundados por una banalización del vínculo sexual. Como si la sensualidad no fuera un lenguaje íntimo que se construye. Primero con una misma. Luego con el otro. Además. Los condicionamientos culturales existen. La culpa existe. Los cambios son un trabajo interior paulatino, no un decreto.

¿Qué promueven la mayoría de los medios? Mujeres idílicas viviendo sensualidades idílicas. Ahora tenemos la carga alienante de ser “liberadas”, temerarias, gimnastas multiorgásmicas. Como si pasáramos de la sábana santa y “No es por vicio ni por fornicio”, y sus inevitables secuelas, a una película en la que la protagonista cae en espasmos telúricos a los exactos dos segundos. De una sujeción a la otra. En ambos casos, discursos que nos alejan de nuestro cuerpo. De la singularidad de nuestros ritmos. Tan distinta la sensualidad femenina de la masculina. Lo primero que sería bueno aceptar.

¿Cómo concebimos nuestra sensualidad y nuestro deseo? Cada una. Y ¿Cómo lo transmitimos en el espacio de la colectividad? “Una dama en el salón y una puta en la cama” (lo he escuchado de muchas mujeres). ¿Por qué no una mujer viviendo diferentes territorios de su feminidad? Y si con “Puta” se refieren a las trabajadoras sexuales, ellas ejercen un oficio. Actrices en una puesta en escena. Su deseo sexual no está allí cuando trabajan. La frase devela esa dificultad recurrente que enfrentamos las mujeres para hablar desde nuestro deseo. Que sí está. Que el otro no tiene derecho a negar (si es el caso) pero que tampoco nosotras tenemos por qué negar. Ni para parecer “recatadas”, ni para parecer “bombas sexuales”, sin “inhibiciones”, ni demandas bien concretas. De un lado o del otro juegos de imágenes. ¿Y la mujer de la realidad? La dejamos olvidada entre las sábanas.

Inventarnos un lenguaje que sí sea nuestro. Para aprender desde allí a comunicarnos con el hombre que elegimos. “Cómo tener 30 orgasmos en una noche”. Qué lindo. En la realidad, el Instituto Mexicano de sexología afirma que —según sus encuestas— el 40% de las mujeres mexicanas en zona urbana, y el 80% en zona rural, jamás ha tenido ni uno. ¿Qué hacemos con el ideal? Si termina empañando la realidad. ¿Cuántas mujeres se atreven a hablar de los ritmos de su sexualidad? ¿Cuántas se atreven a hablar con su pareja de la importancia de las palabras, la seducción previa, el juego de la sensualidad? De la importancia del clítoris en el placer y el orgasmo femeninos.

El deseo de desear. El deseo de gustar y ser deseada. Ser objeto de deseo, no en el sentido utilitario y mercantil de la palabra objeto, sino en su sentido psicoanalítico. Aprender a habitar nuestro cuerpo. A escuchar su lenguaje específico. Que aquellos hombres que aún creen en el androcentrismo sexual (quizá sin saberlo) se cuestionen, sería necesario. Tenemos que cuestionárnoslo nosotras, dado que tendemos a sostenerlo (quizá igual, sin saberlo.) Porque la depresión y la ansiedad son tantas veces, el anhelo silenciado que se convierte en auto agresión. ¿De qué tengo miedo si amurallo mi cuerpo?

mariateresapriego@hotmail.com
Escritora

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