1. La ejecución de tres funcionarios del consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez, dos de ellos de nacionalidad estadunidense, el domingo 14 de marzo, ha abierto una escalada en las declaraciones y acciones injerencistas del gobierno de Washington, que constituyen un hecho sin precedentes en el último medio siglo, que se agrava por la actitud entreguista del gobierno panista, todo lo cual abre una nueva etapa en las relaciones entre los dos países.
2. El gobierno estadunidense ha reaccionado conforme a sus patrones tradicionales pero con una energía inusual que hace ver como real el riesgo de que México sea cada vez más un protectorado estadunidense por las políticas claudicantes y de traición a México del gobierno del PAN: el presidente Barack H. Obama manifestó en un comunicado su indignación
ese mismo día y anunció 24 horas después el envío de agentes de la FBI y de otras corporaciones para investigar
el triple crimen, además de que el personal estadunidense va a ser cuidado en lo sucesivo, se dijo, por la FBI. La secretaria de Seguridad Interior Janet Napolitano declaró de inmediato que la presencia del Ejército Mexicano en Juárez no ha servido para nada
, el embajador Carlos Pascual multiplicó sus acciones y declaraciones en un tono intervencionista jamás visto en la diplomacia entre nuestros dos países (por más que insistió en que sus agentes no están desarrollando actos de autoridad
), la Casa Blanca anunció que el martes 23 vendrían a México Hillary Clinton y otros ocho integrantes del gabinete de seguridad de Obama, y Calderón fue convocado a apersonarse en Washington los días 19 y 20 de mayo.
3. La respuesta de la derecha mexicana ha sido empero más preocupante, pues Ramón Galindo, senador panista por Chihuahua, insistió ya de manera cínica en la supuesta necesidad de crear una policía binacional que patrulle ambos lados de la frontera
(Milenio Diario del 16 de marzo) y los locutores de Televisa y Tv Azteca, así como muchos columnistas de diversos diarios, iniciaron una campaña para insistir en que se trata de un problema binacional
, pues todo lo que ahí acontece, se dice, corresponde a un pretendido modelo binacional de desarrollo
.
4. La política de militarización de amplios sectores del territorio mexicano impuesta por el capital trasnacional al gobierno espurio de Felipe Calderón ha resultado costosísima para el pueblo tras tres años de violencia oficial y casi 20 mil muertos y miles de hogares destruidos, responsabilidad directa de Calderón, pero está permitiéndole hasta ahora a esos intereses espurios, que prevalecen sobre los derechos de los mexicanos, a) si no legitimar
a Calderón en el cargo por lo menos mantenerlo en él, b) amedrentar a múltiples sectores en vistas a acelerar la imposición de los programas monetaristas en México bajo la amenaza de criminalizar todo movimiento de protesta y c) acelerar las condiciones tanto para el traslado de funciones del Estado mexicano a agencias estadunidenses como para la entrega de recursos estratégicos no renovables a corporaciones trasnacionales, todo ello en contra de lo señalado por la Constitución, y lo acontecido en Juárez permite ver la gravedad de la situación con mayor claridad.
5. La complicidad del PRI con el entreguismo panista en esta crítica situación no sorprende, por otro lado, y se encargó de expresarla su capo mayor, Carlos Salinas de Gortari, quien desde Madrid avaló las acciones de violencia militar del gobierno calderonista en su supuesta lucha contra el narcotráfico y enfatizó que esas eran las políticas correctas para México (El País, 17 de marzo), mientras Manlio Fabio Beltrones (líder de los senadores del PRI) se pavoneaba en Nuevo México en la residencia del derechista gobernador Bill Richardson (Televisa, 17 de marzo).
6. Al margen de la interpretación que se quiera dar de los homicidios sin haberse realizado una investigación –y ya corre la versión difundida por diversos medios, entre otros por Televisa, de que el crimen no fue obra de los cárteles sino del propio gobierno o de la ultraderecha mexicana, obviamente para acelerar las políticas entreguistas–, es más lo que se oculta que lo que se dice, pues las víctimas sólo son identificadas como personas vinculadas
al consulado estadounidense en Juárez, que por otro lado se reconoce es el más importante en el mundo.
7. Muy significativo ha sido por otro lado que el crimen se haya producido unas horas después de la tercera visita de Felipe Calderón a una Ciudad Juárez en estado de sitio, durante la cual a pesar del tapabocas que se le intentó poner el pueblo juarense hizo valer su reclamo de que las fuerzas armadas salgan cuanto antes de la ciudad, y de que como respuesta a esta exigencia nacional tanto Calderón como el titular de Bucareli, Fernando Gómez Mont, sigan insistiendo en que el Ejército va a seguir actuando, en contra de su misión constitucional, en Juárez como en el resto del país.
8. El gobierno de Calderón ha fracasado en su cuarto año desastroso de manera absoluta en todos los órdenes empobreciendo al pueblo y comprometiendo el futuro de la nación, pero no puede desconocerse que ha tenido éxito, desde la perspectiva de quienes lo impusieron en el cargo, al menos en un aspecto: el de acelerar la subordinación de México al capital trasnacional, de entregar los recursos naturales a las multinacionales y de subordinar el aparato estatal al gobierno imperial de Estados Unidos, y lo que acontece ahora es determinante para el futuro inmediato.
9. El programa no explícito de El Yunque y de la derecha apátrida sigue avanzando, y a la vez que se acelera la entrega del control de recursos y áreas estratégicas de México, se pretende seguir cancelando derechos sociales a los mexicanos, como acontece ahora con la contrarreforma laboral que el gobierno calderonista envió ayer al Congreso y que contribuye a hacer de 2010 un año clave para el futuro.
10. Un país que no es dueño de sus recursos estratégicos y que no es capaz de definir de manera soberana y libre sus políticas está condenando a su pueblo a la miseria y a la ignominia, y ese es el caso de México, por lo que se requiere cuanto antes un viraje drástico ante las políticas panistas de defección nacional. Hoy, como hace 100 años, se define el futuro del país también en Ciudad Juárez, la antigua Paso del Norte, que debe seguir siendo una ciudad de paz pero sobre todo un territorio nacional.
Al cumplirse un mes de la primera visita calderoniana a esta frontera y a dos semanas de completarse los dos años de la primera versión de los “operativos conjuntos”, Calderón y su comitiva organizan reuniones de trabajo y anuncios de nuevos programas para el martes 16.
La delincuencia organizada prepara el ambiente para recibir a la comitiva presidencial: el sábado 13, un comando asesina a la funcionaria del consulado estadunidense en la ciudad Lesley Enriquez, y a su esposo Arthur Redelf. En acción casi simultánea se acribilla al esposo de otra empleada del consulado, Jorge Alberto Salcido. Dos días antes secuestran a Pablo Cuarón Fernández, hijo del empresario Pablo Cuarón Galindo, precandidato del PAN a la gubernatura del estado. El lunes 15, un comando transportado en 15 camionetas aterroriza y asesina cuatro personas en San Juanito y otras cuatro en Creel, localidades del municipio de Bocoyna. El crimen organizado cambia cualitativamente su ofensiva: no sólo se matan entre ellos, también pueden asesinar ciudadanos estadunidenses para provocar un conflicto internacional, o secuestrar a personas inocentes ligadas con la clase política, o sembrar el terror no sólo en la frontera sino en la sierra, 600 kilómetros distante.
A pesar del cambio cualitativo en la coyuntura, el gobierno de Calderón reincide en sus errores. En lugar de abrirse más al diálogo con la sociedad, restringe enormemente el acceso a la reunión de las diferentes mesas de trabajo de la sociedad juarense, iniciadas hace mes y medio. Y, para documentar su miedo a la crítica y a la disidencia, vuelve a convertir en un búnker el hotel sede de la reunión y sus alrededores. Los policías federales vuelven a reprimir a los jóvenes que protestan ante la visita y exigen justicia para sus muertos; los pisotea, los empuja y detiene por varias horas a cuatro mujeres de las organizaciones no gubernamentales.
Todo este proemio debería haber sido suficiente para generar un cambio en la sesión de trabajo, con los representantes sociales fronterizos. Todo lo contrario, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, y el procurador general de la República, el chihuahuense Arturo Chávez Chávez, tratan de convencer de que, a pesar de las percepciones, hay claros avances en la guerra
, su guerra, contra el crimen organizado, y que el número de homicidios tiende a descender en los últimos meses.
No contaban con los juarenses que representan a las diferentes mesas de trabajo. Médicos, empresarios, académicos y activistas sociales refutan de inmediato las cuentas alegres del gabinete. Las cosas han empeorado los últimos meses; desde la primera visita de Calderón, el 12 de febrero, la situación se torna más violenta. Tan sólo de enero a lo que va de marzo, el número de homicidios dolosos en esta ciudad asciende a 500, cuando en 2009 llegaba a 433 y en 2008 a menos de la mitad. El Observatorio de Seguridad y Convivencia Ciudadana del municipio de Juárez señala que los asesinatos de mujeres, que en 2007 llegaban a 30 en esta ciudad, ascendieron a 96 en 2008 y hasta 163 en 2009. Afirma también que en 2009 Juárez encabezó la lista de las ciudades más violentas del mundo, con 188.7 asesinatos por cada 100 mil habitantes, por arriba de la muy violenta favela Jacarezinho, de Río de Janeiro, con una tasa de 173.6.
Todos concluyen: la presencia del Ejército y de la Policía Federal, lejos de disminuir, ha disparado los guarismos de la muerte y del delito –afirmación que casi al mismo tiempo repite la jefa del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano–; es más, si no se controla la violencia, de poco van a servir las millonarias inversiones en desarrollo social que anuncia la Federación.
Ante tales golpes de realidad Calderón no tiene más que balbucear su esbozo de filosofía del conocimiento. Reconoce que “… es pésimo que se tenga una percepción de que las cosas están bien cuando están mal, pero también que es malo tener una percepción diferente de la realidad…“
Aun así, la estrategia de Estado no cambia un ápice, si no es aceptar la presencia de agentes de la FBI para investigar las muertes relacionadas con el consulado. A ver quién investiga los otros cientos de asesinatos de jóvenes, de mujeres, de periodistas, de derechohumanistas. Aquí siguen reinando el crimen y la impunidad.
Calderón vino por tercera vez a la frontera. Y ni con su visita, ni con sus discursos podrá extirpar una muy difundida y terrible percepción: para muchas familias juarenses, él no ha sido el presidente del empleo, ni el presidente de la valentía, sino el presidente de la muerte.
José Antonio Crespo Drogas:
estrategias encontradas
Hay que recordar, en todo caso, que así como los de Estados Unidos torcieron el brazo de Vicente Fox para que no sacara al Ejército de esta guerra (como era la intención original del guanajuatense), tuvieron mucho que ver en la profundización del conflicto al inicio de este gobierno: hubo una propuesta en ese sentido, planteada por los funcionarios de la DEA Karen Tandy y David Gaddis, a Eduardo Medina-Mora y a Genaro García Luna, en octubre de 2006 (El Universal, 26/I/10).
En Japón, Calderón se ufanó de los resultados arrojados por su estrategia: “Hay muchos muertos porque la estrategia es correcta y los muertos, casi todos… son de las bandas de los cárteles. Luego entonces vamos ganando la guerra” (1/II/10). Pero, a horas de eso, tuvo lugar el asesinato de 14 jóvenes en Ciudad Juárez, y entonces a Felipe no le quedó más remedio que mover su mira a Estados Unidos, como responsable último de este fenómeno: “Ese consumidor de drogas más grande del mundo no tiene el menor empacho… en vender hacia nuestro país todas las armas que puede... Se necesita, por un lado, parar el tráfico de armas hacia mi país… y reducir el consumo de drogas en Estados Unidos, vecino de esta ciudad” (3/II/10). Pero lo que destaca Calderón como requisitos para que su estrategia tenga éxito —reducción del consumo de drogas en Estados Unidos, y control de la venta ilícita de armas— simple y sencillamente no va a suceder.
Si son esas las condiciones indispensables para ganar esta guerra, entonces podemos darla por perdida. Por ejemplo, según el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de EU, han entrado a México, en los últimos tres años, aproximadamente 900 mil armas.
En contraparte, según autoridades mexicanas, durante este gobierno se han decomisado 30 mil armas, es decir, apenas 3% del total de armas ilegales que ha entrado en el mismo lapso. Y los legisladores de allá han dicho de todas las formas que no habrá una regulación más restrictiva, porque eso afectaría grandes intereses económicos del país. Muchos en México y Estados Unidos pensamos que los costos de combatir la oferta de drogas con violencia tienden a superar los que genera el consumo. La DEA utiliza desde hace décadas un ejemplo para justificar la prohibición y el combate abierto a las drogas: pregunta a quién le gustaría tener como vecinos del barrio a algunos adictos. A nadie, supongo, pero resulta peor y más riesgoso que en ese barrio vivan los que producen y trafican las drogas. Es mucho más peligroso. El primer ejemplo se aplica más a Estados Unidos (mucho consumo de drogas con poca narcoviolencia), mientras que el segundo caso es más aplicable a México (poco consumo relativo de drogas, con mucha violencia producto del combate armado a los cárteles).
Y precisamente porque es peor pelear con traficantes que convivir con adictos, Estados Unidos ha elegido una estrategia de no confrontación con los capos de allá (los productores y distribuidores de diversos tipos de droga), aunque el consumo siga siendo el mayor del mundo. Si como dice nuestra canciller, Patricia Espinosa, es indispensable que Estados Unidos combata a sus narcos, nos quedaremos esperando (mientras crece nuestra espiral de violencia). Nunca lo van a hacer: aprendieron bien la lección de la guerra contra el alcohol. Más aún, van en sentido contrario, pues avanza la despenalización de la mariguana por motivos terapéuticos, pero también se explora ya en California su legalización para fines recreativos.
Es decir, México y EU aplican estrategias distintas, incluso encontradas. Ha dicho Fernando Gómez Mont que “las sociedades de México y Estados Unidos están pagando un precio muy alto en términos económicos y de vidas humanas por el tráfico y consumo de drogas” (17/III/10). Sí, claro, pero, ¿es el mismo costo? ¿Cuál de los dos esquemas es menos dañino para la población? ¿Mucho consumo con poca violencia (EU) o poco consumo con mucha violencia (México)? Muchos en México y Estados Unidos pensamos que los costos de combatir la oferta de drogas con violencia tienden a superar los que genera el consumo.
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