9/03/2010

¿Presidente de la des-transición?

Espacio Civil | Emilio Alvarez Icaza

Llegamos a su cuarto Informe en un momento en el que las acciones de gobierno no alcanzan a generarnos una percepción de que el país tiene rumbo y de que estamos mejor.

La imagen del presidente Felipe Calderón Hinojosa caminando en Tlacotalpan con el agua hasta cerca de la cintura es un reflejo de su gobierno y del país, debido a la cantidad de problemas y la forma en que se enfrentan. No sólo no los resuelve, sino que genera cualquier cantidad de olas. Su voluntad no es suficiente y, a veces, eficiente para afrontar la gravedad de la situación.

Llegamos a su cuarto Informe en un momento en el que las acciones de gobierno no alcanzan a generarnos una percepción de que el país tiene rumbo y de que estamos mejor. No se ve quién salga a defender al Presidente, más allá de su propaganda, sus empleados y algunos miembros de su partido. No lo hacen los ricos (ahora amenazados por la inseguridad), ni la clase media (empobrecida y cada vez con mayor carga fiscal) y menos los pobres (hambrientos, desempleados y excluidos). Incluso se ven signos de que la élite que lo ha apoyado muestra cada vez mayor distancia y reserva e incluso cierta desilusión.

Cabe agregar que el grave problema de la inseguridad y la violencia no tiene visos de controlarse o disminuir. Quedan en evidencia la forma y el fondo con las que el presidente Calderón decidió enfrentar este reto. Empezó como una “guerra” que muchos piensan que es de Calderón, menos él, que repite una y otra vez que es de todos. Parte fundamental de esta problemática estriba en que el Presidente inició y desarrolló esta “guerra” lejos de un planteamiento y acción de Estado. Ahora es preciso tener clara la dificultad que existe para que se asuman responsabilidades colectivas ante decisiones individuales, por muy Presidente que sea el que las tomó.

No contamos con un sistema de procuración, impartición y administración de justicia que nos dé seguridad y que haga de la impunidad una excepción, no una norma. La dramática situación de los migrantes es un claro ejemplo de lo que no se atendió y se dejó crecer hasta llegar a niveles de alarma mundial y de gran vergüenza y dolor nacional.

Hay que hacerse cargo de que la crisis económica internacional ha jugado en contra, que problemas incontrolables e imponderables se han presentado (influenza y desastres naturales), pero también es preciso ubicar que después de 10 años de gobiernos de Acción Nacional, el argumento de las inercias y herencias está más que desgastado.

Estamos ya, no sólo en el estancamiento de la transición democrática, sino que en algunos campos, como el de derechos humanos, vivimos francos retrocesos. Felipe Calderón tiene más de una tercera parte de su periodo de gobierno para evitar pasar a la historia como el Presidente del retroceso de la transición democrática, el Presidente de la des-transición. El mensaje de ayer en cuanto mudar a la era digital da algunas señales en esa dirección.

Digitalización, inseguridad y unidad nacional

José Antonio Crespo

En general, el mensaje presidencial a propósito del IV Informe de Gobierno transcurrió en los términos previsibles. Sin embargo, el aspecto central y más destacado fue el anuncio de la digitalización comunicacional, que se había proyectado para 2020, así como el "apagón analógico" que iniciará el año que viene, para culminar en 2015, y la liberación de la banda de 700 megahertz para 2012. De concretarse según lo anunciado, significará seguramente el mejor legado del gobierno calderonista, pues tendrá implicaciones mediático-políticas de la mayor importancia.

La competencia en los medios electrónicos y en telecomunicaciones constituye una reforma de gran calado, de esas que pueden contribuir a la democratización, al abrir opciones informativas, analíticas y comerciales, para reducir la enorme influencia política que siguen teniendo los consorcios mediáticos y comunicacionales en México. Es probable que Calderón haya decidido esa medida al reconocer que de otra forma no dejaría como herencia violencia, inseguridad, desempleo y un fuerte desgaste institucional. La digitalización, al menos, será recordada como la mayor contribución de Calderón a la democratización institucional frente a los poderes mediáticos. Esperemos que la medida se aplique adecuada y puntualmente (considerando nuestra tradicional informalidad y desorganización para hacer las cosas, como se ha visto, por ejemplo, con el monumento del Bicentenario, caro, mal hecho e inconcluso, buen reflejo de la mexicanidad).


El eje central del Informe fue la inseguridad pública, en un ambiente en que cada vez menos ciudadanos creen que se va ganando la guerra, y en el que dos de cada tres piensan que los costos de la estrategia calderonista no se justifican, ni son tolerables (Reforma, 1/IX). Por lo cual, Calderón insiste en convocar a actores políticos y sociales a cerrar filas en torno a su fallida estrategia. Desde luego, era inevitable que, en el año del Bicentenario, Felipe hiciera alusión a la unidad histórica de los mexicanos como ejemplo a seguir para enfrentar los problemas nacionales, y al crimen organizado en particular.

Pero, como suele suceder, los gobernantes deforman y manejan la historia a la medida de sus necesidades, correspondan o no sus afirmaciones a la realidad. Apeló, como lo ha hecho en otras ocasiones, a que cuando los mexicanos estamos unidos, salimos avante, mientras que cuando nos desunimos, perdemos. Eso es real respecto de las guerras contra el extranjero, como fue la de 1829 contra el intento español de reconquista (que ganamos por estar unidos), en contraste con la de 1838 contra Francia y la de 1848 contra Estados Unidos, que perdimos, ahí sí, por nuestra desunión.

Pero eso de que en procesos internos la unidad nos dio victorias, logros y avances, aunque suena muy bien, no es exacto. No fue la unidad de los mexicanos la que nos dio la Independencia, sino que hubo una guerra civil entre los insurgentes y los realistas (90% mexicanos) que provocó un desastre económico y humano (cerca de 10% de la población murió). Fueron después los realistas quienes consumaron la Independencia, mas para preservar sus intereses, no para compartirlos con el pueblo.

La Reforma arrojó un gran logro: el Estado laico (pese a su carácter de vil "jalada", según lo ven algunos prelados católicos). Pero tampoco fue consecuencia de la unión de los mexicanos, sino de otra guerra civil. Y eso de que, unidos, fuimos capaces de derrocar una dictadura como la de Porfirio Díaz tampoco es correcto; tanto él como sus aliados y huestes eran también mexicanos (hasta donde sabemos) y fue nuestra desunión la que impidió que la transición del régimen porfirista se diera de manera pacífica y civilizada, pagando nuevamente elevados costos económicos y humanos, precisamente por nuestra desunión.

No, nuestras grandes épicas históricas no están marcadas por la unión nacional, sino por la división, la intolerancia, el radicalismo y la confrontación abierta. Nada que ver con el mensaje político de Calderón ayer. Por eso, tampoco hay unidad respecto a la guerra contra el crimen organizado, nutrido también por mexicanos (traidores, si se quiere), pero que cuenta en algunas regiones con amplias bases sociales. Y de este lado, el del Estado, pues tampoco hay unidad en policías y agencias de seguridad, cuyos miembros sirven algunos al Estado y otros (no sabemos cuántos) al narcotráfico. No existen, pues, las condiciones de unidad para resolver este flagelo por la vía policiaco-militar. Y sí, si hay alternativas, que el próximo presidente tendrá que explorar.
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