Las “Jaladas” de Onésimo
Los obispos que odian a los gays (y a las lesbianas y a las madres soteras y al condón y a la libertad) nos siguen dando de qué hablar. El nuevo intelectual de estatura moral incuestionable es el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda que acaba de robarle protagonismo y simpatía a La Barbie con estas declaraciones:
“-¿Considera que los sacerdotes respetan el Estado laico?
“-Yo creo que no existe Estado laico. Soy abogado. El Estado está formado por pueblo, territorio y poder. ¿El pueblo es laico? No. Los maizales, o sea el territorio, ¿es laico? No. ¿El gobierno es laico? Sí. Entonces, somos un Estado gobernado por un gobierno laico. Es la definición legal. El Estado laico, Dios me perdone, es una jalada”.
Dios podrá perdonar la ignorancia de un obispo que se dice abogado, pero los teóricos de ciencia política y de derecho pueden demostrar que el señor Cepeda está muy mal con sus “jaladas”.
Él cree que el Estado es como la santísima trinidad, formada por pueblo, gobierno y territorio. Señor Cepeda eso no tiene nada qué ver con la teoría del Estado. La teoría del Estado moderno habla de éste como “una forma de ordenamiento político que se dio en Europa a partir del siglo XIII y hasta finales del siglo XIX, sobre la base de presupuestos y motivos específicos de la historia europea, y que desde aquel momento en adelante se ha extendido –liberándose en cierta medida de sus condiciones originarias concretas de nacimiento- del mundo civilizado” (ver Diccionario de Ciencia Política, de Norberto Bobbio y Nicola Mateucci, Ed. Siglo XXI).
Los ordenamientos políticos, surgidos a raíz de la Revolución Francesa, establecen una separación entre el Estado y la Iglesia y otras corporaciones, como una forma de crear Estados liberales. Por eso, los Estados son laicos porque no deben privilegiar a ninguna creencia religiosa sino garantizar el respeto de todas. El hecho de que se respeten las creencias no significa que una creencia (como en el caso de la homofobia de los obispos católicos) se imponga como política de Estado.
El mismo diccionario de Bobbio y Mateucci define así el Estado laico:
“El Estado laico, que indica lo contrario del estado confesional, es decir del Estado que adopta como propia una determinada religión y concede privilegios a sus fieles respecto de los creyentes de otras religiones y de los no creyentes. A la noción del Estado laico se refieren las corrientes políticas que sostienen la autonomía de las instituciones políticas y de la sociedad civil respecto al magisterio eclesiástico y de las injerencias de las organizaciones confesionales, el régimen de separación jurídica entre Estado e Iglesia, y la garantía de la libertad de los ciudadanos en relación con ambos poderes.
“La teoría del Estado laico se basa en una concepción secular y no sacra del poder político… El Estado laico entendido adecuadamente no profesa por lo tanto una idea irreligiosa o antirreligiosa”.
Por supuesto, el ex especulador bursátil devenido en obispo del municipio más grande del país ignora convenientemente esta teoría. Pero a Onésimo no le interesa eso. Al obispo de Ecatepec le interesa exhibir sus propios prejuicios.
Al concluir la misa en la basílica de Guadalupe, el pasado 1 de septiembre, Onésimo respondió así a la pregunta sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo y la posibilidad de adopción, aprobadas ambas por la Suprema Corte de Justicia:
“Yo sostengo que los niños son muy crueles; entonces, yo me imagino qué pasaría cuando uno diga mi papá y mi mamá tienen bigote. Dirán: serás hija de la gorda del circo, ¿no? O sea, van a sufrir; hay que respetar el derecho del niño” (Nota de Carolina Gómez Mena, La Jornada, 2 de septiembre de 2010, p. 19).
Ese es el motivo de sus invectivas. Onésimo sigue creyendo que los prejuicios lanzados desde el púlpito tienen que ser aprendidos al pie de la letra por los niños. Afortunadamente, también existe la educación laica, como parte de un Estado laico, en un país laico. Y eso no es una “jalada”. Es el orden constitucional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario