3/21/2011

Cultura y tradición en Totonacapan, Veracruz, tierra de dioses

Sede de uno de los cinco festivales más importantes de México: Cumbre Tajín, esta región cuenta también con múltiples reconocimientos de la UNESCO

CIUDAD DE MÉXICO, 20 de marzo.- El olor a copal se cuela entre las pirámides, inundando cada espacio de la zona arqueológica de El Tajín, así se anuncia el inicio del ritual del Litlán que realizan los totonacas para dar la bienvenida a la primavera.

A las cinco de la tarde, aún con la luz del Sol, curanderos, parteras y practicantes de la medicina tradicional totonaca inician los primeros bailables con los que piden a los dioses un año de prósperas cosechas, salud y bienestar para la comunidad.

Al ritmo de los sones del violín y la guitarra, recorren cada pirámide, desde la entrada de la zona arqueológica, donde depositan una ofrenda, hasta llegar a la plazuela donde yace la pirámide de los Nichos.

Una vez concentrados en este sitio, un pequeño grupo de indígenas, integrantes del Consejo Supremo de Ancianos, danza durante 12 horas para pedir a los dioses salud, bienestar y paz en la región, así co

mo para que todo salga bien durante el festival Cumbre Tajín, que en esta ocasión se inició el 17 de marzo y culmina mañana 21, dando paso a la primavera.

Los danzantes bailan toda la noche alrededor de una mesa donde se deposita la comida, bebida y flores para ofrecer a los dioses.

Se hacen dos círculos: uno pequeño que rodea inmediatamente la mesa con los integrantes más representativos del consejo y cuatro niños totonacas que representan a los ángeles guardianes que cuidan de la ofrenda; y otro alrededor del primer círculo, donde bailan los demás participantes.

Al caer la noche, la magia se hace evidente bajo la luz de la luna y un cielo estrellado, aunados a los colores rojo, azul y morado con que iluminan cada una de las pirámides, inundan de misticismo al “lugar de los dioses”.

Vestidos con trajes típicos y con rosarios hechos de flor de cempazúchitl colgando de sus cuellos, niños, hombres, mujeres y ancianos, portan una vela, una rama de gladiolas y su fe; mantienen su paso

firme y sus rezos en alto, aun con el frío de la madrugada.

Durante la ceremonia, un guajolote es sacrificado como ofrenda para los dioses y algunos miembros del consejo beben la sangre del ave revuelta con diferentes bebidas alcohólicas.

A la media noche, un pequeño descanso y una cena ligera son el motor para que los bailes continúen hasta las cinco de la mañana, hora en que finaliza el ritual, con una limpia entre todos los participantes, quienes con el cansancio en el rostro regresan a sus casas satisfechos.

Patrimonio de la Humanidad

Además de haber nombrado a la zona arqueológica de El Tajín como Patrimonio de la Humanidad, la UNESCO reconoció este año la Ceremonia Ritual de los Voladores como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La inclusión de dicha práctica en la lista se hizo en 2009 y este año se entregó el reconocimiento oficial por parte de Francisco López Morales, director de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al gobernador del estado, Javier Duarte de Ochoa en el parque Takilhsukut, ante cerca de 500 voladores, presidentes municipales y público en general.

Y es que ver a los voladores de Papantla realizar la llamada danza de los pájaros resulta toda una experiencia por sí sola.

Con el sonido de su flauta, el caporal, que es quien dirige la danza, guía a los cuatro voladores hasta llegar al mástil de 35 metros de altura, desde donde descienden durante el ritual.

El vuelo se realiza en honor al Sol y la madre Tierra para pedir por una buena cosecha, y cada uno de los voladores representa a la lluvia.

Boca abajo y atados de la cintura por una cuerda, los llamados mensajeros del Sol, dan 13 vueltas al poste, cifra que multiplicada por cuatro (que es el número de voladores) representa las 52 semanas del año, hasta tocar nuevamente tierra con los pies, dando un hábil giro.

Al final, el caporal, quien permanece sentado en la cima del poste tocando la flauta hasta que los voladores tocan tierra firme, se desliza por una de las cuerdas que ata a alguno de los voladores. En ese momento termina el ritual.

Tradición tangible

El parque temático Takilhsukut es otra alternativa para vivir esta zona del Totonacapan, desde sus raíces.

Localizado a sólo 15 minutos del centro de la ciudad de Papantla, este lugar reúne lo más representativo de las tradiciones totonacas dentro de sus 13 casas, donde es posible aprender más acerca de su cultura y forma de vida.

En la casa de Aromas y Sabores los visitantes pueden probar lo mejor de su cocina tradicional, en la de la Palabra Florida se pueden acercar a su lenguaje, mientras que en la del Mundo del Algodón se aprecia a los indígenas en el telar de cintura, haciendo todo tipo de trabajos.

También se puede recorrer la casa de los abuelos sabios llamada el Kantiyán para preguntar cualquier cosa que deseen saber de su cultura o bien ver a los niños voladores practicando sus bailes en la escuela de Danzas tradicionales, que ya cuenta con más de 50 niños voladores.

A este sitio acuden niños y adolescentes de diversos municipios del estado para aprender las diferentes artes, por lo que el gobernador de Veracruz pidió a la UNESCO que este lugar, también conocido como Centro de las Artes Indígenas (CAI), sea examinado como ejemplo de Buenas Prácticas Culturales por esa instancia mundial.

La entrada al parque para los visitantes es gratuita, así como las clases y talleres para los niños totonacas.

Por último, antes de partir de la ciudad de Papantla, el municipio de Gutiérrez Zamora aguarda una sorpresa con olor a vainilla.

Se trata del vainillar Agricultores del Ojite donde es posible ver y conocer todo el proceso de la vainilla antes de que llegue a nuestras mesas, desde la siembra y la cosecha, hasta los productos derivados que se hacen con esta planta, utilizada, principalmente, para postres y artesanías.

Así, impregnados con el olor dulce de la vainilla dejamos atrás el totonacapan, esta región mística donde la cultura ancestral se vive en todos los sentidos.

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