rebasaba su imaginación. El aspecto más negativo revelado por el peritaje fue que los técnicos de la empresa supieron de la fuga de radiactividad desde las 12:50 pm, pero informaron al público hasta las 8:28 pm.
La historia de incidentes de este tipo en la industria nuclear japonesa es larga. El 9 de agosto de 2004, cinco trabajadores de la planta de Mihama-3, en la prefectura de Fukui, perdieron la vida por una fuga de radiactividad. El peritaje sobre el accidente (Mycle Schneyder, 2008 World Nuclear Industry Status Report: Asia
, Boletín de los científicos atómicos, septiembre/08), reveló que la inspección de la seguridad de las plantas nucleares había sido muy deficiente. En 1999, el peritaje sobre un incidente ocurrido en otra planta de fabricación de combustible reveló que los técnicos de Tepco habían falsificado los registros para ocultar fugas en la vasija de un reactor.
El accidente de Kazhiwasaki-Kariwa costó a la empresa más de 5.7 mil millones de dólares, los cuales supuestamente se amortizarían en los siguientes 28 años. A partir de entonces los problemas de seguridad llevaron a Japón a suspender una y otra vez la apertura de nuevas plantas nucleares, Sin embargo, la empresa Japan Steel Works, por citar un caso, sigue aprovisionando hasta la fecha 30 por ciento de las materias primas, para la construcción de vasijas de reactores en el mundo, y sigue obteniendo cuantiosas ganancias por exportar riesgos.
La crisis nuclear iniciada el pasado 11 de marzo en Fukushima, en las plantas de Daichi y Daini, se suma a una larga lista de acciones militares y accidentes industriales provocados por una de las industrias más inseguras y absurdas del mundo, cuya existencia se explica fundamentalmente por los fuertes intereses económicos y militares que la han acompañado desde su nacimiento. Dichas distorsiones se remontan a la década de los 50, cuando el entonces presidente estadunidense Eisenhower ordenó a su asesor C. D. Jackson que le presentara una nueva versión de la Operación Candor, y obtuvo como respuesta el Programa Átomos para la Paz
, como camuflaje del financiamiento a una nueva generación de armas nucleares.
El mundo entero observa conmovido a los ciudadanos japoneses enclaustrados en sus hogares, quienes envían al ciberespacio los diarios de estos nuevos Hibakushas. Para Arjiun Makhinani, director del Institute for Energy and Environmental Research, de acuerdo con la información ofrecida por las autoridades japonesas, el problema actual en Fukushima no radica en la vasija del reactor III, como ocurrió en Chernobil, sino en la piscina adonde se envían los desechos; lamentablemente, eso significa que los materiales que podrían dispersarse, entre los que se encuentran cesio 137, estronio 90, iodo 129 y plutonio 239, son mucho más letales. La magnitud del accidente depende de factores como la cantidad de material existente en las piscinas, hace cuánto se descargaron, etcétera.
La sociedad debe recordar que ha obtenido importantes victorias en la lucha contra la insegura y contaminante industria nuclear. Entre sus triunfos se cuenta haber logrado la desnuclearización de numerosos países. En el corto plazo es importante exigir mayor transparencia informativa para afrontar la emergencia, porque de ésta depende en buena medida que sean menos los afectados. El pueblo japonés merece toda nuestra solidaridad, y ésta incluye ayudar a frenar los intereses que han promovido una sociedad del riesgo, en vez de una sociedad de la sustentabilidad (sin energía nuclear y sin armas nucleares). Es hora de que la sociedad civil mundial encierre al genio atómico en su botella.
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