3/23/2011

Toluca y Trípoli


Sergio Aguayo Quezada

No alucino. Hay relaciones entre Libia y México. Ambos comparten un historial de agresiones externas y la aspiración de una democracia al servicio de las mayorías.

"De las murallas de Moctezuma a las playas de Trípoli...". Con ese recordatorio de las invasiones de México y Libia inicia el himno de los Marines, las tropas de choque del intervencionismo estadounidense. En ésas y otras agresiones fermentó el nacionalismo teñido de xenofobia que a veces obnubila una discusión
racional sobre el factor externo.

El intervencionismo sigue existiendo -y la confirmación está en los cables de WikiLeaks difundidos por La Jornada- pero la actual operación en Libia marca las diferencias. Hay una doctrina internacional estableciendo que el Estado tiene la obligación de proteger a su población; si no cumple, la comunidad internacional (vía Naciones Unidas) tiene la responsabilidad de intervenir por medios pacíficos y hasta por la fuerza (ver texto de Emilio Menéndez del Valle en www.sergioaguayo.org).

En Libia un dictador extravagante, corrupto y represor es confrontado por amplios sectores que exigen su dimisión y piden al mundo que equilibre por la fuerza la asimetría militar. El Consejo de Seguridad de la ONU aprueba el operativo y Estados Unidos y algunos países europeos lanzan sus flotillas buscando también expiar una historia de complicidades con los sátrapas árabes.

En México se libran otras batallas. En su columna del domingo 20 para La Jornada, José Agustín Ortíz Pinchetti (en www.sergioaguayo.org) habla de la consulta que organiza Alianza Cívica en el Estado de México, sobre la posibilidad de que el PAN y el PRD se alíen contra el PRI. Como presido el Consejo Ciudadano que la organiza, me atribuye propiciar "una alianza no para defender a la democracia, sino para impedir que El Peje y su proyecto puedan prosperar". Refuto la afirmación y discuto los dilemas creados por la crisis democrática mexicana.

Con José Agustín compartí la utopía de que la alternancia y el federalismo abrirían el portón a una democracia funcional. No fue así y cada día padezco y maldigo la corrupción, liviandad e ineficacia de nuestras élites políticas y económicas. En México, como en Libia, el Estado es incapaz de protegernos.

Hace algunos meses decidí reingresar a la vida pública desde las organizaciones ciudadanas y muy pronto confirmé cuán obnubilados están los partidos con lo electoral y cuánto menosprecian el calvario del ciudadano promedio.

José Agustín forma parte del círculo cercano de Andrés Manuel López Obrador, quien presentó este domingo un Nuevo Proyecto de Nación. Como analista encontré, en el discurso y el libro, argumentos sólidos, sugerentes y dignos de ser comentados. AMLO es un serio aspirante a la Presidencia. En el libro Jesús Ramírez Cuevas insiste en que no se trata de "una plataforma electoral", sino de un "programa de transformación, una visión del futuro". Sin embargo, el discurso de AMLO habla de lo que se hará en el futuro y el referente son los comicios del 2012. En otras palabras, al Proyecto le falta relacionar los grandes enunciados con el día a día.

Acepté navegar por las turbulentas aguas de la consulta del Edomex porque es una manera de empujar una nueva relación entre sociedad civil organizada, partidos y gobiernos para atender problemas que no pueden esperar. Es el caso con la protección de periodistas y defensores de derechos humanos o con otros que requieren convergencias con quienes piensan diferente. Es el momento de coaliciones ciudadanas amplias y plurales como México a Debate o Coalición Ciudadana por la Educación.

El objetivo común es encontrar los puntos de unidad para empujar reformas indispensables y profundas preservando el derecho a la diversidad. Es una postura que embona con esa parte del Nuevo Proyecto de Nación que reconoce el respeto a "todas las identidades" sean éstas "de vieja raigambre" o "nuevas identificaciones posmodernas". Así pues, sigo compartiendo metas con José Agustín y evitando las descalificaciones fáciles, aunque en ocasiones podamos estar en desacuerdo en organización, métodos y tiempos. El respeto a la autonomía ajena es la paz.

Hay diferencias en la importancia dada al factor externo. El movimiento lopezobradorista le concede poca atención; otros pensamos que, ante la crisis sistémica de nuestra democracia, es urgente una solidaridad internacional respetuosa de nuestras agendas y tiempos. Es el momento de recordar al mundo la deuda que tiene con los demócratas mexicanos porque al igual que en los países árabes, Estados Unidos, países de Europa y Cuba, entre otros, han sido cómplices de fraudes electorales y violaciones a los derechos humanos en México. La regeneración democrática depende de acuerdos entre los diversos para imponerle concesiones a las élites apalancándose en el exterior. Entre Toluca y Trípoli sí hay vasos comunicantes.

Colaboró Rodrigo Peña González
www.sergioaguayo.org

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