Detrás de la Noticia | Ricardo Rocha
PRD: son dos, se toman juntos
En los primeros minutos de este lunes se confirmó y conformó un evento inédito al menos en los tiempos recientes: la oficialización de dos partidos políticos coexistentes bajo el mismo logotipo, iguales siglas, pero muy distintos intereses y visiones de país.
Para algunos podría significar un positivo ejemplo de civilidad política. Pero no es así. Se trata de un fragilísimo matrimonio por conveniencia en el que unos y otros estarán durmiendo con el enemigo. Una unión impensable si no hubiera sido por las circunstancias que finalmente se impusieron.
En pocas palabras, la elección de Jesús Zambrano como presidente y Dolores Padierna como secretaria general es una especie de bomba de tiempo que estará allí, siempre a punto del estallido: uno representa a Los Chuchos de Nueva Izquierda, tribu que en la conducción de su tocayo Ortega ha demostrado con creces su vocación colaboracionista con el PAN-gobierno federal traducida en jugosas alianzas electorales en Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Guerrero, mientras que la otra simboliza la fidelidad a López Obrador, el anticalderonismo como rito obligado al despertar y, por supuesto, el rechazo total a las alianzas con el partido del espurio.
Pero, ojo, que las apariencias engañan. O pueden ser engañosas, al menos en parte: Jesús no es el Lobo, ni Padierna la Caperucita; baste recordar que si hay desviaciones ideológicas que reclamarle a Zambrano habrá que reconocerle en cambio que es de los pocos luchadores de izquierda de toda la vida y que estuvo incluso en la guerrilla de su natal Sonora y luego en la cárcel con un balazo en la boca; en cambio, si bien hay que reconocerle a Padierna sus fidelidades doctrinarias también podrían discutirse sus actuaciones en el ejercicio del poder como delegada en Cuauhtémoc en tiempos del Lobohombo. Y conste que dejo fuera lo de la portación de marido prohibido porque siempre dije que el profe Bejarano hizo trampa —¿quién podría negarlo?—, pero que también fue miserablemente trampeado en una elaboradísima maniobra de relojería.
Así que parece que la explosión será cuestión de tiempo. Que más temprano que tarde Jesús y Dolores se estén peleando por los cajones de estacionamiento o se rayen el coche o de perdida se saquen la lengua cuando se encuentren en el pasillo. Ya muchos se frotan las manos.
Pero también es remotamente probable que eso no suceda. Y que el frágil equilibrio se mantenga pese a la mayoría de los funestos augurios. Y eso dependerá en principio de la inteligencia y la praxis de los señores Zambrano y Padierna durante una convivencia necesariamente compleja pero que no tiene que ser a cuchilladas y mucho menos por la espalda. Pero dependerá sobre todo del talento, la inteligencia y la conciencia histórica de dos factores que, como hemos dicho, tienen nombre y apellido: se llaman Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Los dos son ellos y su circunstancia. Por eso son los mejor posicionados para aspirar a la Presidencia de la República en el 2012 desde una plataforma de izquierda. Son ellos los que dividen opiniones entre partidarios y opositores de cada uno. Son ellos los únicos que pueden unir consensos para una disputa sensata y provechosa. Ya dijo Zambrano que quiere sentarlos junto con Dolores para clarificar de una vez por todas las reglas del juego.
Pero antes, todo pasa por la aduana del Estado de México. A los involucrados —incluido Alejandro Encinas, por supuesto— les urge un compromiso público y definitivo sobre la consulta de alianza con el PAN y aclarar si van a acatar sus resultados o rechazarla desde ahora. Es la alianza el demonio que más pronto amenaza con desgarrar al partido; hay que exorcizarlo de una vez por todas o aprender a vivir con él.
Por lo pronto, y resumiendo el actual capítulo, habría que decir que con toda seguridad ha sido desilusionante para sus detractores que la renovación de dirigencia en el PRD no haya terminado con muertos ni heridos. Y que al final una mayoría de delegados decidiera aceptar esta extraña sociedad de convivencia y tal vez de conveniencia a riesgo de que pueda terminar como Kramer contra Kramer. Quiero suponer que todavía hay algunos ilusos que tienen la esperanza de que, con todo y sus contradicciones, el Partido de la Revolución Democrática pueda rescatar lo que significó para millones de mexicanos como posibilidad de cambio en el 2006.
Ello pese a que, por ahora, son dos partidos en uno. Será por eso que al verlos me acordé de aquel anuncio de las aspirinas: son dos, pero se toman juntas.
ddn_rocha @hotmail.com Twitter: @RicardoRocha_MX Facebook: Ricardo Rocha-Detrás de la Noticia
Para algunos podría significar un positivo ejemplo de civilidad política. Pero no es así. Se trata de un fragilísimo matrimonio por conveniencia en el que unos y otros estarán durmiendo con el enemigo. Una unión impensable si no hubiera sido por las circunstancias que finalmente se impusieron.
En pocas palabras, la elección de Jesús Zambrano como presidente y Dolores Padierna como secretaria general es una especie de bomba de tiempo que estará allí, siempre a punto del estallido: uno representa a Los Chuchos de Nueva Izquierda, tribu que en la conducción de su tocayo Ortega ha demostrado con creces su vocación colaboracionista con el PAN-gobierno federal traducida en jugosas alianzas electorales en Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Guerrero, mientras que la otra simboliza la fidelidad a López Obrador, el anticalderonismo como rito obligado al despertar y, por supuesto, el rechazo total a las alianzas con el partido del espurio.
Pero, ojo, que las apariencias engañan. O pueden ser engañosas, al menos en parte: Jesús no es el Lobo, ni Padierna la Caperucita; baste recordar que si hay desviaciones ideológicas que reclamarle a Zambrano habrá que reconocerle en cambio que es de los pocos luchadores de izquierda de toda la vida y que estuvo incluso en la guerrilla de su natal Sonora y luego en la cárcel con un balazo en la boca; en cambio, si bien hay que reconocerle a Padierna sus fidelidades doctrinarias también podrían discutirse sus actuaciones en el ejercicio del poder como delegada en Cuauhtémoc en tiempos del Lobohombo. Y conste que dejo fuera lo de la portación de marido prohibido porque siempre dije que el profe Bejarano hizo trampa —¿quién podría negarlo?—, pero que también fue miserablemente trampeado en una elaboradísima maniobra de relojería.
Así que parece que la explosión será cuestión de tiempo. Que más temprano que tarde Jesús y Dolores se estén peleando por los cajones de estacionamiento o se rayen el coche o de perdida se saquen la lengua cuando se encuentren en el pasillo. Ya muchos se frotan las manos.
Pero también es remotamente probable que eso no suceda. Y que el frágil equilibrio se mantenga pese a la mayoría de los funestos augurios. Y eso dependerá en principio de la inteligencia y la praxis de los señores Zambrano y Padierna durante una convivencia necesariamente compleja pero que no tiene que ser a cuchilladas y mucho menos por la espalda. Pero dependerá sobre todo del talento, la inteligencia y la conciencia histórica de dos factores que, como hemos dicho, tienen nombre y apellido: se llaman Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Los dos son ellos y su circunstancia. Por eso son los mejor posicionados para aspirar a la Presidencia de la República en el 2012 desde una plataforma de izquierda. Son ellos los que dividen opiniones entre partidarios y opositores de cada uno. Son ellos los únicos que pueden unir consensos para una disputa sensata y provechosa. Ya dijo Zambrano que quiere sentarlos junto con Dolores para clarificar de una vez por todas las reglas del juego.
Pero antes, todo pasa por la aduana del Estado de México. A los involucrados —incluido Alejandro Encinas, por supuesto— les urge un compromiso público y definitivo sobre la consulta de alianza con el PAN y aclarar si van a acatar sus resultados o rechazarla desde ahora. Es la alianza el demonio que más pronto amenaza con desgarrar al partido; hay que exorcizarlo de una vez por todas o aprender a vivir con él.
Por lo pronto, y resumiendo el actual capítulo, habría que decir que con toda seguridad ha sido desilusionante para sus detractores que la renovación de dirigencia en el PRD no haya terminado con muertos ni heridos. Y que al final una mayoría de delegados decidiera aceptar esta extraña sociedad de convivencia y tal vez de conveniencia a riesgo de que pueda terminar como Kramer contra Kramer. Quiero suponer que todavía hay algunos ilusos que tienen la esperanza de que, con todo y sus contradicciones, el Partido de la Revolución Democrática pueda rescatar lo que significó para millones de mexicanos como posibilidad de cambio en el 2006.
Ello pese a que, por ahora, son dos partidos en uno. Será por eso que al verlos me acordé de aquel anuncio de las aspirinas: son dos, pero se toman juntas.
ddn_rocha @hotmail.com Twitter: @RicardoRocha_MX Facebook: Ricardo Rocha-Detrás de la Noticia
Alberto Aziz Nassif
País de clientelas
Un video reciente muestra lo que ya se sabe, pero muchas veces se oculta: la democracia electoral en México, supuestamente la parte más avanzada que nos dejaron la transición y la alternancia, está en abierto regreso al pasado. No sólo regresan los que nunca dejaron el poder, sino que lo hacen como lo han hecho toda la vida: tejiendo redes de clientelas.
El video es sobre el municipio de Valle de Chalco, en donde el presidente municipal le da la palabra a un funcionario, el presidente de la junta de Conciliación y Arbitraje de Toluca, José Bernardo García Cisneros, quien expone el plan y la estrategia electoral para el próximo 3 de julio. Esta prueba fue motivo de una demanda del PAN y PRD ante la PGR por violaciones al Código Penal. Veamos qué resuelve la autoridad.
El PRI de siempre, el único que existe, es el partido que usa los recursos públicos con fines partidistas para ganar elecciones, que no es lo mismo que poner en práctica políticas públicas para ganar votos. Es tan conocida esta práctica que ya da cierta flojera volver al tema, pero hay que hacerlo porque el clientelismo es la forma dominante de la política. Uno de los cambios que hay con respecto a lo que antes sucedía es que ahora no sólo el PRI lo hace, pero hay que reconocer que es el partido que mejor sabe hacerlo. Otro cambio es que supuestamente existen mejores instrumentos para regular las contiendas, lo cual implica que el arbitraje digan que es de mejor calidad. Los videos y las redes sociales permiten hoy capturar en imágenes y circular información para hacer una denuncia más expedita. Pero, a pesar de las novedades, de que todos los partidos lo hacen, que hay mejores instituciones y que la información puede circular de mejor forma, los casos de clientelismo no necesariamente se resuelven apegados al Estado de derecho.
¿Qué vemos en el video del funcionario García Cisneros? Simplemente una pequeña muestra de cómo el aparato gubernamental del Estado de México, que encabeza Enrique Peña Nieto, está a disposición del partido tricolor para ganar votos. Cuando se arman las piezas lo que nos queda es lo siguiente: como decía Pablo González Casanova en los años 80, la oposición no compite contra el PRI como un partido más, sino contra el Estado, con todos sus recursos. Sigamos el dinero: con un presupuesto estatal cada vez mayor, con pocos mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, y cuando se logra hacer una fiscalización de un recurso desviado o mal aplicado no hay penalización, podemos establecer que lo que se prepara en tierras mexiquenses es una estrategia electoral, con todo el aparato de gobierno, con las estructuras municipales, con las redes de funcionarios estatales predispuestas a operar las elecciones, para conformar una organización en donde casa por casa se hará un trabajo de reparto. Porque como dijo García Cisneros, se trata de repartir “los apoyos que el gobernador del estado da a los vecinos de este lugar, aquellas despensas, aquellas credenciales, aquellas tarjetas de apoyo a las mujeres trabajadoras, a las mujeres embarazadas, a las gentes de la tercera edad, las despensas alimentarias, las despensas bicentenario. Todo ello habremos de irlo entregando casa por casa, zona por zona, seccional por seccional, en forma personal y directa por cada uno de ustedes y con las gentes de la Secretaría del Trabajo, que son los representantes del gobierno del estado, precisamente, en este lugar”. Así funciona el país de clientelas del PRI.
¿Qué tan sometido está el árbitro electoral del Estado de México? Diversos analistas han escrito cómo está capturado por el gobierno estatal, cómo los puestos de consejeros tienen una mayoría tricolor; nada menos el funcionario del video fue consejero electoral. Si a ello sumamos los abusos del Tribunal Electoral del Estado, cuyos integrantes cobran por adelantado jugosos bonos, y su poca eficacia, se puede prever que los conflictos de la próxima elección terminarán en el Tribunal federal.
Llama la atención el discurso de “naturalización” de los priístas. Dinero público de todos, políticas públicas para todos, programas sociales para los pobres, se reparten en la lógica clientelar de favores por votos. Eso es lo “normal”, así son las cosas. Hace más de 25 años me encontré en el estado de Chihuahua con líderes sindicales que organizaban las elecciones y repartían los recursos igual que hoy lo hace el funcionario García Cisneros en Valle de Chalco, con la misma naturalidad para usar los recursos públicos y ganar votos. ¿Cómo explicarnos un país que ha cambiado de forma radical, pero el PRI sigue siendo el mismo de siempre y se presenta como el futuro?
Investigador del CIESAS
El video es sobre el municipio de Valle de Chalco, en donde el presidente municipal le da la palabra a un funcionario, el presidente de la junta de Conciliación y Arbitraje de Toluca, José Bernardo García Cisneros, quien expone el plan y la estrategia electoral para el próximo 3 de julio. Esta prueba fue motivo de una demanda del PAN y PRD ante la PGR por violaciones al Código Penal. Veamos qué resuelve la autoridad.
El PRI de siempre, el único que existe, es el partido que usa los recursos públicos con fines partidistas para ganar elecciones, que no es lo mismo que poner en práctica políticas públicas para ganar votos. Es tan conocida esta práctica que ya da cierta flojera volver al tema, pero hay que hacerlo porque el clientelismo es la forma dominante de la política. Uno de los cambios que hay con respecto a lo que antes sucedía es que ahora no sólo el PRI lo hace, pero hay que reconocer que es el partido que mejor sabe hacerlo. Otro cambio es que supuestamente existen mejores instrumentos para regular las contiendas, lo cual implica que el arbitraje digan que es de mejor calidad. Los videos y las redes sociales permiten hoy capturar en imágenes y circular información para hacer una denuncia más expedita. Pero, a pesar de las novedades, de que todos los partidos lo hacen, que hay mejores instituciones y que la información puede circular de mejor forma, los casos de clientelismo no necesariamente se resuelven apegados al Estado de derecho.
¿Qué vemos en el video del funcionario García Cisneros? Simplemente una pequeña muestra de cómo el aparato gubernamental del Estado de México, que encabeza Enrique Peña Nieto, está a disposición del partido tricolor para ganar votos. Cuando se arman las piezas lo que nos queda es lo siguiente: como decía Pablo González Casanova en los años 80, la oposición no compite contra el PRI como un partido más, sino contra el Estado, con todos sus recursos. Sigamos el dinero: con un presupuesto estatal cada vez mayor, con pocos mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, y cuando se logra hacer una fiscalización de un recurso desviado o mal aplicado no hay penalización, podemos establecer que lo que se prepara en tierras mexiquenses es una estrategia electoral, con todo el aparato de gobierno, con las estructuras municipales, con las redes de funcionarios estatales predispuestas a operar las elecciones, para conformar una organización en donde casa por casa se hará un trabajo de reparto. Porque como dijo García Cisneros, se trata de repartir “los apoyos que el gobernador del estado da a los vecinos de este lugar, aquellas despensas, aquellas credenciales, aquellas tarjetas de apoyo a las mujeres trabajadoras, a las mujeres embarazadas, a las gentes de la tercera edad, las despensas alimentarias, las despensas bicentenario. Todo ello habremos de irlo entregando casa por casa, zona por zona, seccional por seccional, en forma personal y directa por cada uno de ustedes y con las gentes de la Secretaría del Trabajo, que son los representantes del gobierno del estado, precisamente, en este lugar”. Así funciona el país de clientelas del PRI.
¿Qué tan sometido está el árbitro electoral del Estado de México? Diversos analistas han escrito cómo está capturado por el gobierno estatal, cómo los puestos de consejeros tienen una mayoría tricolor; nada menos el funcionario del video fue consejero electoral. Si a ello sumamos los abusos del Tribunal Electoral del Estado, cuyos integrantes cobran por adelantado jugosos bonos, y su poca eficacia, se puede prever que los conflictos de la próxima elección terminarán en el Tribunal federal.
Llama la atención el discurso de “naturalización” de los priístas. Dinero público de todos, políticas públicas para todos, programas sociales para los pobres, se reparten en la lógica clientelar de favores por votos. Eso es lo “normal”, así son las cosas. Hace más de 25 años me encontré en el estado de Chihuahua con líderes sindicales que organizaban las elecciones y repartían los recursos igual que hoy lo hace el funcionario García Cisneros en Valle de Chalco, con la misma naturalidad para usar los recursos públicos y ganar votos. ¿Cómo explicarnos un país que ha cambiado de forma radical, pero el PRI sigue siendo el mismo de siempre y se presenta como el futuro?
Investigador del CIESAS
Lorenzo Córdova Vianello
Pragmatismo vs. principios ideológicos
La contienda democrática no supone únicamente la mera competencia electoral entre alternativas políticas diversas (partidos y candidatos), sino, ante todo, la confrontación, de cara a los ciudadanos, de diferentes diagnósticos sobre la realidad y los problemas de una sociedad así como de los programas políticos que se proponen para enfrentarlos.
En ese sentido, el régimen democrático supone la discusión y el contraste programático como esencia de la vida política. Por ello, normativamente, los partidos políticos deberían ser entendidos como entidades asociativas de ciudadanos que libremente confluyen en torno a una ideología y un programa político particular que los identifica y diferencia; mientras que las elecciones deberían ser concebidas como un espacio en el que esos programas se afinan, se someten a la crítica, y se defienden en un ejercicio de discusión colectiva para que los electores, con su voto, se inclinen por uno o por otro candidato.
En la realidad, salvo algunas contadas excepciones, ocurre lo contrario. Los partidos políticos son aparatos de control de clientelas encabezados por grupos dirigentes que, de manera más o menos democrática, deciden a partir de criterios de oportunidad, de modo pragmático, convenenciero y, las más de las veces, cortoplacista. Por otra parte, las elecciones son meras competencias entre membretes y entre candidatos en donde la batería de propuestas políticas pasan a un segundo plano en las estrategias de campaña frente a la promoción personalizada del candidato o la construcción de una frase (o de unas cuantas) de campaña impactante mediáticamente, pero generalmente vacía. No es difícil constatar lo anterior: una de las principales afecciones del sistema democrático es el vaciamiento ideológico y programático que caracteriza la discusión política en general y a los partidos políticos en particular. Éstos se han convertido en maquinarias electorales —cuando no electoreras—, en donde el plano de la ideología que se supone determina su razón de ser, está completamente relegado. Y no se trata de un fenómeno exclusivo de alguna fuerza política en particular; la orfandad ideológica es algo que atraviesa todo el espectro del sistema de partidos.
La importancia que debería tener la dimensión ideológica y programática, está claramente reflejada en las normas electorales. Para existir, un partido debe contar con documentos básicos que, además de los estatutos, se encuentran la declaración de principios (es decir los postulados ideológicos que se sostienen) y el programa de acción (o sea, la ruta política para perseguir aquellos). Por otra parte, el Cofipe exige que para cada elección los partidos registren ante el IFE sus plataformas electorales (art. 27, 1, e), que son el conjunto de propuestas políticas con las que se presentarán de cara a los electores durante las campañas. En ese sentido, ese requisito, la presentación de la respectiva plataforma, es una condición indispensable para que los partidos puedan registrar candidatos (art. 222). Además, la ley establece que la finalidad de la propaganda electoral y de los actos de campaña es “la exposición, desarrollo y discusión ante el electorado de los programas y acciones fijados por los partidos políticos en sus documentos básicos y, particularmente, en la plataforma electoral” (art. 228, 4).
Finalmente, el Código también les impone a los partidos la obligación de difundir sus plataformas electorales a través de los espacios que les corresponden en la radio y la televisión. En los hechos, todas esas prescripciones son letra muerta. Las plataformas son, en el mejor de los casos, un requisito —sin duda fastidioso— que debe cumplirse. La elección de 2012 se presenta como una oportunidad para reivindicar el papel que tienen la ideología y los programas políticos en la contienda democrática.
El país está atravesado por múltiples y muy diversas crisis, y los comicios federales se presentan como una verdadera oportunidad para que conozcamos la evaluación que las fuerzas políticas hacen de los problemas que nos aquejan y las propuestas que nos presentan. Pero no será algo espontáneo por parte de la clase política. Nos toca como ciudadanos crear los contextos de exigencia para que ello ocurra; premiar el debate de fondo y rechazar la estridencia y la confrontación barata. Tenemos que hacernos cargo de que en democracia los “para qué” importan. Es por ellos que la contienda política deja de ser una mera lucha del poder por el poder y deviene una herramienta que nos permita orientarnos como sociedad hacia el futuro.
Profesor e investigador de la UNAM
En ese sentido, el régimen democrático supone la discusión y el contraste programático como esencia de la vida política. Por ello, normativamente, los partidos políticos deberían ser entendidos como entidades asociativas de ciudadanos que libremente confluyen en torno a una ideología y un programa político particular que los identifica y diferencia; mientras que las elecciones deberían ser concebidas como un espacio en el que esos programas se afinan, se someten a la crítica, y se defienden en un ejercicio de discusión colectiva para que los electores, con su voto, se inclinen por uno o por otro candidato.
En la realidad, salvo algunas contadas excepciones, ocurre lo contrario. Los partidos políticos son aparatos de control de clientelas encabezados por grupos dirigentes que, de manera más o menos democrática, deciden a partir de criterios de oportunidad, de modo pragmático, convenenciero y, las más de las veces, cortoplacista. Por otra parte, las elecciones son meras competencias entre membretes y entre candidatos en donde la batería de propuestas políticas pasan a un segundo plano en las estrategias de campaña frente a la promoción personalizada del candidato o la construcción de una frase (o de unas cuantas) de campaña impactante mediáticamente, pero generalmente vacía. No es difícil constatar lo anterior: una de las principales afecciones del sistema democrático es el vaciamiento ideológico y programático que caracteriza la discusión política en general y a los partidos políticos en particular. Éstos se han convertido en maquinarias electorales —cuando no electoreras—, en donde el plano de la ideología que se supone determina su razón de ser, está completamente relegado. Y no se trata de un fenómeno exclusivo de alguna fuerza política en particular; la orfandad ideológica es algo que atraviesa todo el espectro del sistema de partidos.
La importancia que debería tener la dimensión ideológica y programática, está claramente reflejada en las normas electorales. Para existir, un partido debe contar con documentos básicos que, además de los estatutos, se encuentran la declaración de principios (es decir los postulados ideológicos que se sostienen) y el programa de acción (o sea, la ruta política para perseguir aquellos). Por otra parte, el Cofipe exige que para cada elección los partidos registren ante el IFE sus plataformas electorales (art. 27, 1, e), que son el conjunto de propuestas políticas con las que se presentarán de cara a los electores durante las campañas. En ese sentido, ese requisito, la presentación de la respectiva plataforma, es una condición indispensable para que los partidos puedan registrar candidatos (art. 222). Además, la ley establece que la finalidad de la propaganda electoral y de los actos de campaña es “la exposición, desarrollo y discusión ante el electorado de los programas y acciones fijados por los partidos políticos en sus documentos básicos y, particularmente, en la plataforma electoral” (art. 228, 4).
Finalmente, el Código también les impone a los partidos la obligación de difundir sus plataformas electorales a través de los espacios que les corresponden en la radio y la televisión. En los hechos, todas esas prescripciones son letra muerta. Las plataformas son, en el mejor de los casos, un requisito —sin duda fastidioso— que debe cumplirse. La elección de 2012 se presenta como una oportunidad para reivindicar el papel que tienen la ideología y los programas políticos en la contienda democrática.
El país está atravesado por múltiples y muy diversas crisis, y los comicios federales se presentan como una verdadera oportunidad para que conozcamos la evaluación que las fuerzas políticas hacen de los problemas que nos aquejan y las propuestas que nos presentan. Pero no será algo espontáneo por parte de la clase política. Nos toca como ciudadanos crear los contextos de exigencia para que ello ocurra; premiar el debate de fondo y rechazar la estridencia y la confrontación barata. Tenemos que hacernos cargo de que en democracia los “para qué” importan. Es por ellos que la contienda política deja de ser una mera lucha del poder por el poder y deviene una herramienta que nos permita orientarnos como sociedad hacia el futuro.
Profesor e investigador de la UNAM
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