Gustavo de la Rosa
“Nunca había llorado tanto”, son las palabras con las que me saluda Emilio Álvarez Icaza al llegar a Ciudad Juárez. Un abrazo de bienvenida y a seguir con la Caravana por la Paz (así prefiero designarla). Atrás de él vienen los vehículos llenos de gente solidaria. Estoy con un grupo de víctimas que hicieron sus pancartas con marcador, donde piden la devolución de sus hijos, de su ciudad, y los que llegan a vuelta de rueda se arrememolinan en las ventanas y lloran... su silencio nos transmite una enorme fuerza para seguir de pie.
Una mujer del grupo voltea y, con todo el coraje del mundo, nos grita, “¡Que hagan lo quieran, que nos jodan los chapos, la Línea o los zetas; que nos jodan los policías o los soldados, que nos echen a los marines! ¡Nosotros no nos vamos de Juárez!”. Y un aplauso bañado en lágrimas la apoya. Impresiona el número de personas que cree que todo lo que nos pasa es para sacarnos y dejar sola la ciudad. Ellas, con carácter juarense contestan: “Yo no me voy”.
Siento que la caravana generosa de Sicilia y Álvarez Icaza ha venido a arraigarnos más y a inyectarnos ese ánimo que necesitamos para seguir viviendo con una sonrisa en el rostro.
Sicilia llegó en el mejor momento; hay una notable contención del crimen profesional y es tiempo de apuntar la mira contra la caótica situación social antes que se reproduzcan las bandas de criminales.
Es el momento del cambio de estrategia en la lucha contra el crimen organizado, y Sicilia y Álvarez Icaza, con fuerte apoyo entre los expertos ciudadanos en justicia, seguridad y derechos humanos, se hanido convirtiendo en “la voz de los sin voz”. Deben emplazar al Presidente y exigir una salida democrática y pacífica de la situación de guerra, sin que implique una rendición ante la delincuencia, ni impunidad para los asesinos, sean quienes sean.
Del Paso del Norte (nuestro nombre original) partió Benito Juárez a reconquistar la República; aquí se derrotó a Porfirio Díaz. Aquí Francisco Villa organizó al ejército que sacaría a Huerta de la silla usurpada. Todas las crónicas del 68 refieren la huelga de los estudiantes de agricultura de Juárez como el antecedente a la gran movilización democrática de entonces.
Todavía inundado por la emoción del momento, me pregunto, ¿no será Paso del Norte una vez más el punto de regreso para sacar a todo el país de la guerra?
Si se galvanizan Sicilia y Álvarez Icaza y los expertos del DF, y los juarenses perdemos el miedo y salimos a la calle y desarrollamos tácticas de pacifismo irreverente —por ejemplo un día laborable quedarnos todos en casa— obligaremos a las autoridades a simplemente cumplir con su papel, y la mujer que gritaba “¡No nos sacarán!” podrá morir tranquila aquí en el desierto.
Desde luego que la nueva estrategia debe ir cargada de reivindicaciones sociales más que policiales.
Visitador de la Comisión Estatal de los Derechos
Humanos de Chihuahua
Silvia Gómez Tagle
La voz de los movimientos sociales
Esta semana México se ha visto poblado de múltiples expresiones sociales de carácter colectivo; a todos se les llama igual “movimientos”, pero vale la pena distinguir unos de otros, los que surgen de la sociedad y los que son impulsados y hasta creados artificialmente por políticos en busca de candidaturas, como el gobernador de Jalisco, Emilio González. Pero si revisamos los periódicos más que los medios electrónicos, la cantidad de expresiones colectivas de protesta, de solidaridad, las demandas por recuperar espacios urbanos o tierras comunales, que surgen realmente de la sociedad, es inmensa en todo el país y en todos los ámbitos, pero se trata de grupos dispersos que no logran conectase entre sí a pesar de sus afinidades evidentes, y por lo mismo su presencia en el espacio público generalmente se pierde muy pronto. La Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el poeta Javier Sicilia ofrece ese espacio de encuentro.
En todo este universo de movilizaciones parece que predominan dos ejes problemáticos: uno es el de la desigualdad y la pobreza, y el otro el de la inseguridad y la impunidad. Ambos se tocan porque los más vulnerables a la violencia desatada por la guerra contra el “crimen organizado” son los más pobres, como ha quedado en claro también en el trayecto de esta caravana. Pero para esta gran cruzada que ha emprendido Sicilia, en la que convergen un gran número de organizaciones pequeñas, casi formadas por familiares de las víctimas, tanto como de grupos más amplios con representatividad de comunidades y sectores sociales cuyos derechos humanos han sido atropellados por las bandas del crimen organizado, pero también en otros casos por las Fuerzas Armadas federales o el Ejército, el problema central está en la violencia y la impunidad.
El recorrido de la Caravana por la Paz ha venido recuperando la memoria de innumerables hechos ocurridos con anterioridad que nunca recibieron la atención de las autoridades: en Durango, 228 asesinatos no resueltos; en Coahuila, 180 personas desaparecidas y tres periodistas asesinados en los últimos años; en Zacatecas, en San Luis Potosí, en Nuevo León, la población ha vencido el miedo para salir al encuentro de la marcha. Pero también en muchas otras entidades, la violencia no se detiene: Morelia, 21 cuerpos hallados en las calle; la comunidad de Cherán se mantiene en lucha contra la narcotala de sus bosques sin que las autoridades federales o estatales les proporcionen apoyo real. La lista sería interminable, pero las huellas de la movilización ciudadana están ahí; la gran importancia de la caravana ha sido darles voz a los que se han atravesado en su camino, tanto como a los que han venido de lejos a unirse al movimiento porque han encontrado en el discurso de Sicilia elementos que los identifican.
La respuesta que ha encontrado la caravana a su paso por las entidades del norte del país corresponde a las percepciones de los ciudadanos expresadas en las encuestas, inclusive de instituciones oficiales como el INEGI. El 58% de la población percibe la inseguridad como el peor problema que afecta su bienestar; esta percepción es más negativa que en 2010, y la mayoría de los entrevistados tiene la expectativa que la situación sea aun peor en 2012 (Encuesta Continua sobre Seguridad Pública).
El poeta no ha generado el movimiento, porque los líderes sociales no tienen los recursos ni la ambición de conquistar el poder político para organizar un movimiento, pero sobre todo porque los movimientos sociales no se organizan, éstos surgen de inquietudes latentes en la sociedad en coyunturas propicias; así también desaparecen sin mayor explicación, pero dejan una huella muy importante en la sociedad y en la política. La magia de su discurso radica en haber construido las metáforas que expresan lo que muchos sienten, la angustia, la frustración y la necesidad de consuelo que puede encontrarse en una acción colectiva con repercusión en el espacio público, una acción que permita a los deudos de los asesinados y a los familiares de los desaparecidos demostrar que el drama de su vida personal no ha sido en vano y que les proporcione una esperanza de redención.
sgomez@colmex.mx
Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
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