MÉXICO, DF, 6 de junio (apro).- La conmemoración en México del Día de la Libertad de Expresión, este martes 7, tiene el sello de la infamia: Intimidación, censura, acoso, represión y desaparición contra centenares de periodistas, 38 de los cuales han sido asesinados en lo que va del gobierno de Felipe Calderón, ocho más de los que acumuló Vicente Fox en todo su sexenio.
En una década, la que lleva el Partido Acción Nacional (PAN) en el ejercicio de gobierno, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha documentado 68 asesinatos de periodistas, 13 desapariciones y 21 atentados a instalaciones de medios de comunicación, crímenes que en su mayoría están en la impunidad.
Pero estas cifras de vergüenza para los mexicanos, que coloca a nuestro país como el más peligroso del hemisferio y el segundo del planeta para el ejercicio periodístico --por lo que se mide la vigencia de la libertad de expresión--, le inspiran al gobierno de Calderón exactamente lo mismo que los cerca de 40 mil muertos en su “guerra” contra un sector del narcotráfico: Desprecio.
No puede entenderse de otra manera la indolencia oficial para articular acciones de prevención y castigo a las sistemáticas y crecientes agresiones contra periodistas y medios de comunicación, que no sólo provienen de los criminales, a los que el Estado está obligado a combatir, sino de las propias estructuras gubernamentales.
Hay que aclararlo: Las acechanzas contra la libertad de expresión de los periodistas, que lesionan no sólo este derecho de los periodistas, sino en lo fundamental el derecho de la sociedad a la información, no provienen sólo del Ejecutivo federal en la esfera oficial, sino de los tres órdenes de gobierno y de los tres poderes del Estado.
Y vale precisar, también, que las acometidas no son sólo burdas, como la violencia física de policías o las amenazas al estilo del secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, sino sutiles y maliciosas, como el condicionamiento de la publicidad gubernamental a medios de comunicación, un modelo que ya se ha arraigado en todos los niveles de gobierno de todos los signos políticos.
Así, en la misma medida que crece la escalada de violencia contra periodistas y medios de comunicación –los independientes, por supuesto, cada vez más escasos--, aumenta también el vilipendio y la negligencia gubernamentales, que son literalmente criminales porque la impunidad alienta las agresiones.
Una prueba fehaciente de esta inaceptable conducta es la implementación del programa de protección a periodistas, al que el gobierno de Calderón se comprometió el 2 de noviembre de 2010 y que, si de por sí observaba graves omisiones, la publicación de su reglamento de operación se ha retrasado por lo menos cinco meses.
Aun si ser la panacea para prevenir y sancionar la violencia contra periodistas, porque además –como ya es común en el gobierno-- ha desoído las propuestas de las organizaciones gremiales, este plan gubernamental implicaba por lo menos una pálida muestra de voluntad política para proteger mínimamente, desde el poder público, la libertad de expresión y el derecho a la información de la sociedad.
De manera que lo que puede anticiparse, entonces, es que la violencia física y sicológica contra los periodistas continuará y malamente, gracias a la impunidad, se seguirán cegando vidas de éstos.
Por eso, además del reguero de cadáveres derivados de su “guerra” por su fanatismo policiaco-militarista, el desdén de Calderón por el periodismo independiente y la libertad de expresión evoca al general franquista José Millán-Astray quien, para atacar al escritor Miguel de Unamuno, exclamó: “¡Viva la Muerte!”
Apuntes
El clan Hank es en México emblema del hampa, mezcla de política, crimen e impunidad, sin las cuales el humilde profesor rural Carlos Hank González, el patriarca fallecido, no hubiese podido acumular la fortuna de que goza su descendencia. Jorge Hank Rhon, el magnate de Tijuana, habrá de pasar unos años encarcelado, pero el caso apesta. La captura cimbró al PRI, no sólo en el Estado de México, donde el desplome del candidato del PAN, Luis Felipe Bravo Mena --conocido en El Yunque con el seudónimo de Tito--, ya estaba en el dígito, y en la carrera hacia el 2012 --con el dócil Ernesto Cordero--, sino en Baja California, donde los priistas ya no tienen candidato y los panistas sí: Francisco Blake, el secretario de Gobernación, que más parece “parejita” del policía García Luna. Ya se sabe: Calderón es muy inepto para conducir el gobierno, pero carece de escrúpulos...
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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