El Cordero de Felipe de Jesús en su camino para convertirse en delfín cándidamente declaró/pidió a un grupo de diputados panistas que deberían sacar al priista que todos llevan dentro. Y no tardó mucho hasta que mostró a que se refería. Un día apareció una carta donde más de cien panistas firmaban apoyar su candidatura a la presidencia, este tipo de maniobra en el viejo PRI se llamaba la bufalada, porque asemejaba una estampida de búfalos, apodo que llevaba un grupo de priistas norteños, apoyando a un candidato. Pero también como en el viejo PRI, hay en la lista algunos que no fueron consultados sobre la inclusión de su firma, pero no harán escándalo alguno por temor a que su carrera política se vea afectada. Como los viejos priistas ellos temen las consecuencias que tiene oponerse al gran poder presidencial, casos de indisciplina como los del sonorense Armando Biebrich le costaron la ruina de su carrera y la persecución policíaca.
Es correcto que los políticos expresen públicamente sus aspiraciones políticas porque eso le da la oportunidad a la sociedad para ir midiendo la capacidad de la caballada, término muy afortunado para calificar las campañas políticas que asemejan más carreras de caballos en lugar de justas políticas –dicen algunos, caballo que alcanza gana, para indicar las posibilidades de los que van abajo en las encuestas-; solamente que en los últimos tiempos nos encontramos más con jamelgos que con cabellos, y con todo respeto para los burros por la comparación, pero hay políticos que no rebuznan porque no saben la tonada, pero eso es materia de otro análisis. Pero lo que llama la atención del episodio de Cordero es escuchar los argumentos sobre la anuencia presidencial a la maniobra y consecuentemente a la candidatura.
Las distintas partes en la pugna intentan demostrarnos que tan cercano –o lejano- es el presidente a cada candidato, como si ese fuera el factor determinante para la sucesión presidencial, justo como sucedía con el PRI. Aunque en aquellos tiempos el lejano mejor buscaba congraciarse con el elegido para no perder su lugar en la historia y el presupuesto –vivir fuera del presupuesto es vivir en el error, memorable frase priista-.
Una de las propuestas del PAN fue limitar el poder presidencial porque el presidencialismo era el sustento principal del autoritarismo, además de ser un factor de refuerzo a la anti-democracia; si una sola persona pesa políticamente más que los miembros de su partido y logra imponer una decisión por encima de los grandes conglomerados sociales, entonces estamos hablando de cualquier cosa menos de democracia. Pero los panistas han descubierto para su beneplácito, que es más fácil y cómodo gobernar con autoritarismo que con democracia y como bien lo aceptó Ernesto Cordero, todos ellos llevan un pequeño –o gran- priista adentro. Recuerdo la historia de un panista diputado que antes fue senador y antes diputado y que ha hecho carrera como supuesto paladín de la libertad de expresión, que cuando ejercía un periodismo de muy baja calidad por cierto, intentó extorsionar a un priista destacado de la ciudad donde vivía, en efecto ese era el estilo de muchos periodistas bajo el priismo, y este panista maneja una disputa con una televisora porque se negó a pagarles una cuenta, la que disfraza de lkucha por la libertad y en contra de los monopolios.
Sería bueno que Cordero nos explicara a que se refiere sobre el priista que el lleva dentro. Los viejos priistas sabían corromper, mentir, construir equipos y lealtades, eran disciplinados, algunos en público se decían respetuosos de la ley, buscaban evitar fracturas políticas y siempre se decían muy cercanos al presidente de la república que era el intérprete coyuntural del régimen revolucionario.
Por lo pronto, Cordero muestra su cercanía al presidente, la maniobra para su destape muestra el peso de Calderón en el PAN y esta corre paralela con la construcción de la candidatura presidencial de la esposa de Calderón (2018), que pasa por la candidatura a la jefatura de gobierno del Distrito Federal, o una posición en el poder legislativo, esto visto desde los ojos de Calderón implicaría el proyecto de (des) gobernar 18 años.
Un grupo de los seis pitufos restantes ha protestado por la maniobra, se han visto avasallados y corren el peligro de quedar fuera del presupuesto; la oposición está pidiendo la renuncia del delfín y con razón, ya declarada su intención presidencial, su capacidad para manejar neutralmente las finanzas públicas será verdaderamente dudosa, y no que se piense que hasta aquí haya hecho buen trabajo. Entre otras cosas hay el riesgo que la campaña se pague con fondos públicos. Una señal del interés de Calderón se verá si le exige la renuncia o no, lo que no implica que no haya elección de Estado.
Como lo veamos al parecer el PRI regresa al poder, o nunca se ha ido.
Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com
Es correcto que los políticos expresen públicamente sus aspiraciones políticas porque eso le da la oportunidad a la sociedad para ir midiendo la capacidad de la caballada, término muy afortunado para calificar las campañas políticas que asemejan más carreras de caballos en lugar de justas políticas –dicen algunos, caballo que alcanza gana, para indicar las posibilidades de los que van abajo en las encuestas-; solamente que en los últimos tiempos nos encontramos más con jamelgos que con cabellos, y con todo respeto para los burros por la comparación, pero hay políticos que no rebuznan porque no saben la tonada, pero eso es materia de otro análisis. Pero lo que llama la atención del episodio de Cordero es escuchar los argumentos sobre la anuencia presidencial a la maniobra y consecuentemente a la candidatura.
Las distintas partes en la pugna intentan demostrarnos que tan cercano –o lejano- es el presidente a cada candidato, como si ese fuera el factor determinante para la sucesión presidencial, justo como sucedía con el PRI. Aunque en aquellos tiempos el lejano mejor buscaba congraciarse con el elegido para no perder su lugar en la historia y el presupuesto –vivir fuera del presupuesto es vivir en el error, memorable frase priista-.
Una de las propuestas del PAN fue limitar el poder presidencial porque el presidencialismo era el sustento principal del autoritarismo, además de ser un factor de refuerzo a la anti-democracia; si una sola persona pesa políticamente más que los miembros de su partido y logra imponer una decisión por encima de los grandes conglomerados sociales, entonces estamos hablando de cualquier cosa menos de democracia. Pero los panistas han descubierto para su beneplácito, que es más fácil y cómodo gobernar con autoritarismo que con democracia y como bien lo aceptó Ernesto Cordero, todos ellos llevan un pequeño –o gran- priista adentro. Recuerdo la historia de un panista diputado que antes fue senador y antes diputado y que ha hecho carrera como supuesto paladín de la libertad de expresión, que cuando ejercía un periodismo de muy baja calidad por cierto, intentó extorsionar a un priista destacado de la ciudad donde vivía, en efecto ese era el estilo de muchos periodistas bajo el priismo, y este panista maneja una disputa con una televisora porque se negó a pagarles una cuenta, la que disfraza de lkucha por la libertad y en contra de los monopolios.
Sería bueno que Cordero nos explicara a que se refiere sobre el priista que el lleva dentro. Los viejos priistas sabían corromper, mentir, construir equipos y lealtades, eran disciplinados, algunos en público se decían respetuosos de la ley, buscaban evitar fracturas políticas y siempre se decían muy cercanos al presidente de la república que era el intérprete coyuntural del régimen revolucionario.
Por lo pronto, Cordero muestra su cercanía al presidente, la maniobra para su destape muestra el peso de Calderón en el PAN y esta corre paralela con la construcción de la candidatura presidencial de la esposa de Calderón (2018), que pasa por la candidatura a la jefatura de gobierno del Distrito Federal, o una posición en el poder legislativo, esto visto desde los ojos de Calderón implicaría el proyecto de (des) gobernar 18 años.
Un grupo de los seis pitufos restantes ha protestado por la maniobra, se han visto avasallados y corren el peligro de quedar fuera del presupuesto; la oposición está pidiendo la renuncia del delfín y con razón, ya declarada su intención presidencial, su capacidad para manejar neutralmente las finanzas públicas será verdaderamente dudosa, y no que se piense que hasta aquí haya hecho buen trabajo. Entre otras cosas hay el riesgo que la campaña se pague con fondos públicos. Una señal del interés de Calderón se verá si le exige la renuncia o no, lo que no implica que no haya elección de Estado.
Como lo veamos al parecer el PRI regresa al poder, o nunca se ha ido.
Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com
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