José Ramón Cossío D.
La comunidad científica mundial está viviendo un interesante dilema. Dos grupos científicos, uno asentado en Róterdam y otro en Wisconsin, han generado las condiciones de reproducción y transmisión entre mamíferos del virus de la gripe aviar designado como A (H5N1). Se trata de un organismo altamente letal que, de manera creciente, se espera será la causa de la siguiente gran pandemia humana.
El cálculo que han hecho diversas agencias es la muerte de varios cientos de millones de personas en todo el mundo. Si la mal llamada “gripe española” mató a 50 millones de personas en el siglo pasado, las condiciones de comunicación y comercio que solemos designar como “globalización” serán un medio poderosísimo para potenciar la propagación del virus y sus consecuencias.El dilema a que ha dado lugar la generación del virus A (H5N1) es importante.
Dado el principio de “libertad científica” que ha permitido el desarrollo de Occidente, ¿deben publicarse íntegramente sus hipótesis, métodos y resultados en las revistas científicas o, por el contrario, la información debe resguardarse a efecto de impedir, básicamente, su conocimiento y reproducción? Los extremos de la discusión son fácilmente identificables: por una parte, la lógica general del descubrimiento científico en tanto medio privilegiado de producción de conocimiento; por otra, los temores a que grupos terroristas o errores humanos, permitan la generación del virus con malos propósitos o su dispersión descontrolada.Las dos posiciones tienen puntos interesantes y, seguramente, en los próximos meses asistiremos a un interesante debate, desde luego científico, pero también ético y político sobre el particular.
Éste se producirá primordialmente en la esfera de las agencias gubernamentales estadounidenses, en tanto financiadoras y reguladoras del proyecto, aun cuando con la intervención de la amplia y bien conocida comunidad científica internacional.Sin embargo, lo que del experimento y sus resultados debe llamar la atención nacional es la posibilidad de que el virus mencionado se transmita entre mamíferos. En la editorial del New York Times del pasado domingo se decía que los muertos posibles podían ser de decenas o cientos de millones de personas en el mundo.
Si esa situación se hiciera presente, ¿con qué instituciones e instrumentos contamos en México para enfrentar la posible pandemia u otros problemas importantes de salud?Debido al tenaz y visionario trabajo del doctor José María Rodríguez en su carácter de diputado constituyente, en el texto original de la Constitución de 1917 se previó la existencia del Consejo de Salubridad General y se constitucionalizaron ciertas funciones para el entonces Departamento de Salubridad, hoy Secretaría de Salud. Estas instituciones se mantienen en el texto vigente y cuentan con importantes funciones.
En particular, el Consejo es competente para dictar disposiciones generales en materia de salubridad obligatorias en todo el país y de inmediata ejecución por parte de todas las autoridades administrativas, independientemente de su carácter federal, local o municipal.Lo interesante del Consejo es, desde luego, el que expresamente esté previsto en la Constitución y que sus principales atribuciones estén establecidas también en ese texto fundamental. Más importante aún es que sus competencias parecen no estar limitadas a una materia particular, sino que estén dadas en relación con la salubridad general del país.Frente a esta amplia posibilidad, no deja de llamar la atención el reducido papel que se le confiere en la vigente Ley General de Salud. En ella, el Consejo queda reducido a órgano de consulta u opinión y sólo en unos cuantos supuestos, a órgano de regulación directa de la salud en el país.
En realidad y, por decirlo de este modo, están desaprovechándose las enormes ventajas constitucionales que tiene conferidas.El debate sobre qué hacer con los estudios que permitieran comprobar las condiciones de transmisión del virus A (H5N1) es importante e interesante, y nos sirve de motivación para reflexionar sobre nuestro propio país. Por ello, me parece determinante identificar las correcciones que debemos hacer para generar un medio más adecuado para ampliar la salud de la población. Reflexionar nuevamente sobre el potencial del Consejo de Salubridad General parece ser un buen inicio en un país al que, si vale la expresión, tanta falta le hace institucionalizarse
El cálculo que han hecho diversas agencias es la muerte de varios cientos de millones de personas en todo el mundo. Si la mal llamada “gripe española” mató a 50 millones de personas en el siglo pasado, las condiciones de comunicación y comercio que solemos designar como “globalización” serán un medio poderosísimo para potenciar la propagación del virus y sus consecuencias.El dilema a que ha dado lugar la generación del virus A (H5N1) es importante.
Dado el principio de “libertad científica” que ha permitido el desarrollo de Occidente, ¿deben publicarse íntegramente sus hipótesis, métodos y resultados en las revistas científicas o, por el contrario, la información debe resguardarse a efecto de impedir, básicamente, su conocimiento y reproducción? Los extremos de la discusión son fácilmente identificables: por una parte, la lógica general del descubrimiento científico en tanto medio privilegiado de producción de conocimiento; por otra, los temores a que grupos terroristas o errores humanos, permitan la generación del virus con malos propósitos o su dispersión descontrolada.Las dos posiciones tienen puntos interesantes y, seguramente, en los próximos meses asistiremos a un interesante debate, desde luego científico, pero también ético y político sobre el particular.
Éste se producirá primordialmente en la esfera de las agencias gubernamentales estadounidenses, en tanto financiadoras y reguladoras del proyecto, aun cuando con la intervención de la amplia y bien conocida comunidad científica internacional.Sin embargo, lo que del experimento y sus resultados debe llamar la atención nacional es la posibilidad de que el virus mencionado se transmita entre mamíferos. En la editorial del New York Times del pasado domingo se decía que los muertos posibles podían ser de decenas o cientos de millones de personas en el mundo.
Si esa situación se hiciera presente, ¿con qué instituciones e instrumentos contamos en México para enfrentar la posible pandemia u otros problemas importantes de salud?Debido al tenaz y visionario trabajo del doctor José María Rodríguez en su carácter de diputado constituyente, en el texto original de la Constitución de 1917 se previó la existencia del Consejo de Salubridad General y se constitucionalizaron ciertas funciones para el entonces Departamento de Salubridad, hoy Secretaría de Salud. Estas instituciones se mantienen en el texto vigente y cuentan con importantes funciones.
En particular, el Consejo es competente para dictar disposiciones generales en materia de salubridad obligatorias en todo el país y de inmediata ejecución por parte de todas las autoridades administrativas, independientemente de su carácter federal, local o municipal.Lo interesante del Consejo es, desde luego, el que expresamente esté previsto en la Constitución y que sus principales atribuciones estén establecidas también en ese texto fundamental. Más importante aún es que sus competencias parecen no estar limitadas a una materia particular, sino que estén dadas en relación con la salubridad general del país.Frente a esta amplia posibilidad, no deja de llamar la atención el reducido papel que se le confiere en la vigente Ley General de Salud. En ella, el Consejo queda reducido a órgano de consulta u opinión y sólo en unos cuantos supuestos, a órgano de regulación directa de la salud en el país.
En realidad y, por decirlo de este modo, están desaprovechándose las enormes ventajas constitucionales que tiene conferidas.El debate sobre qué hacer con los estudios que permitieran comprobar las condiciones de transmisión del virus A (H5N1) es importante e interesante, y nos sirve de motivación para reflexionar sobre nuestro propio país. Por ello, me parece determinante identificar las correcciones que debemos hacer para generar un medio más adecuado para ampliar la salud de la población. Reflexionar nuevamente sobre el potencial del Consejo de Salubridad General parece ser un buen inicio en un país al que, si vale la expresión, tanta falta le hace institucionalizarse
.Twitter: @JRCossio
Ministro de la Suprema Corte de Justicia
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