1/11/2012

CRISIS DE LA BASURA: ¿Y LOS PEPENADORES?


Después de que el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, pusiera una cadena y un candado en la zona de básculas de la planta procesadora del Bordo Poniente, después del último aplauso por el cierre de ese tiradero, la basura se desbordó sin control en las calles de la Ciudad de México.

Ha transcurrido la primera quincena de enero y el Gobierno del Distrito Federal (GDF) aún no sabe qué hacer con las seis mil toneladas de residuos que cada día genera la capital. En Nezahualcóyotl rechazaron los cúmulos de los desperdicios. En Ixtapaluca, también.

Pero el GDF tampoco tiene un plan para los mil 500 hombres, mujeres, ancianos y niños que nacieron, crecieron y hasta se reprodujeron en el tiradero del Bordo Poniente.

Son parte de la quinta generación de pepenadores en el Valle de México, casi todos relacionados de una u otra forma con Rafael Gutiérrez Moreno, el hombre que en los 70 forjó un imperio a partir de la administración ilícita de los residuos y fue llamado “Zar de la Basura” hasta 1987, el año de su asesinato.

Lo mató una de sus compañeras sentimentales justo el 14 de febrero. En su última hora, Gutiérrez Moreno era dueño de una residencia de cuento de hadas, tenía brillantes en la dentadura y en su historial político, una diputación del PRI durante el sexenio de José López Portillo.

“¿Cambiar de vida? No. Eso ya es imposible. A buscar la basura donde esté. Unos nos vamos a quedar aquí vendiendo la tonelada en lo mismo. Otros ya se fueron a Neza o a Bellas Artes, que es donde puede haber basura revuelta”, dice un hombre que se identifica como Aguirre, de más de 40 años y según su dicho, nacido “como todos los compañeros” en el extinto basurero de Santa Fe.

Acaba de salir del vertedero gigantesco de desperdicio en el que hoy está convertido el Bordo Poniente. El domingo pasado, vecinos de Ixtapaluca y Nezahualcóyotl impidieron que los camiones recolectores del Distrito Federal descargaran los desechos en sus basureros, de modo que lo hicieron en el Bordo, no obstante su clausura.

Hasta enero de 2011, en el Bordo Poniente la tonelada de basura fue pagada en 140 pesos. Se calcula que los pepenadores reciclaban y vendían 10% de las dos mil toneladas que ahí llegaban cada día. Era una montaña de cosas tan alta como cinco hombres. Había que escarbar en ese reino de inmundicia, moverse entre las máquinas que comprimían y aplanaban los residuos, ganar las mejores latas, el vidrio más completo, el cartón más entero. Separar lo bueno de lo malo. Durante 17 años, así se tejió la vida económica de más de mil mexicanos.

Los últimos dos años fueron malditos para estos pepenadores. Organizados en el Frente Único de Pepenadores del Distrito Federal (FUPDF) lucharon para que el Bordo no fuera convertido en planta ecológica, como anunció desde 2008 el Gobierno del Distrito Federal.

En marzo pasado, protagonizaron la protesta más emblemática para impedir que el tiradero fuera clausurado. Obstruyeron el depósito en una suerte de ensayo que advertía un caos si ellos no recibían la basura. Entonces manifestaron que como tiradero, el Bordo aún podría durar unos 50 años más, que el DF lo necesitaba.

El GDF ofreció realizar un censo para brindarles empleo. La fecha fatal arribó. Y según Pablo Téllez Falcón, dirigente del FUPDF, ninguna de las instancias gubernamentales federales ni de la Ciudad de México, firmantes del convenio para la clausura, tomó en cuenta a las familias que viven de la selección de los desperdicios.

Ahora, mil 500 pepenadores no saben a dónde ir. “No sabemos hacer más que estar con la basura, y basura hay. ¿O no? Pues que no nos la nieguen”, dice Aguirre.

¿Qué puede ocurrir entonces?

“Con el cierre del Bordo Poniente, es probable que el pepenador abandone los tiraderos y reaparezca en el paisaje urbano. Hurgará en los montones de basura acumulada en las esquinas. Puede ser por negocio pero también por hambre”, expresa el investigador Jorge Sánchez, quien trabajó en los proyectos de modernización de los servicios de limpia en la Dirección General de Servicios Urbanos en los ochenta. “El pepenador urbano está relacionado con el mal manejo de la basura y la pobreza. Y en la Ciudad de México ya era una escena vieja, de otro siglo. Ocurrió de una manera acentuada en el siglo XIX, durante la invasión de Estados Unidos”.

LOS TIRADEROS

En el Valle de México hay unos 30 mil pepenadores repartidos en tres tiraderos. Son niños, ancianos, campesinos o ex convictos. Sus manos separan las materias primas que reciclan la industria de papel, plástico, aluminio, fierro y vidrio. Esta basura genera un monto de 58 millones de pesos, según un cálculo de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal.

De este pastel, el 14% es cartón y productos de papel; 6% es vidrio y 3% son metales.

En los ochenta, el negocio de la pepena despuntó. La comercialización, distribución de los rendimientos económicos y el funcionamiento de la disposición final quedó en manos de líderes.

El poderío de Gutiérrez Moreno se extendió del basurero de Santa Cruz Meyehualco al de Santa Fe. Bajo su mando quedaron unos cinco mil pepenadores que empezaron a vivir alrededor de las montañas de desperdicios. A finales de los setenta, surgieron otros cinco basureros: San Lorenzo en Milpa Alta, Xochiaca en Vaso de Texcoco, Santa Catarina en la carretera a Puebla, el del Desierto de los Leones y otro más en Santa Cruz Meyehualco. Y se erigieron otros cinco líderes: El Dientón, Lauro, doña Berta, El Varelas y El Varo.

En la regencia de Ramón Aguirre (1982-1988) fue creada la DGSU, de la que se desprendió la Dirección de Limpia, un área integrada por ingenieros y observadores del proceso de la basura. Algunos auguraban un baño de sangre de continuar tal cual la estructura tiránica de los basureros. Había que cerrarlos. Esa dirección se había propuesto algo más: profesionalizar el destino de la basura con tres plantas procesadoras en las que pudiera realizarse el reciclaje.

El plan no aterrizó hasta 1994, durante la regencia de Manuel Camacho Solís, con la puesta en marcha de los rellenos sanitarios de Santa Catarina, San Juan de Aragón y el Bordo Poniente; los tres en los límites del Distrito Federal y el Estado de México. Pero ni los pepenadores ni sus líderes se extinguieron. En enero de 2011, en estos tiraderos se encuentra un resquicio del poderío de Gutiérrez Moreno. Su viuda, Guillermina de la Torre es lideresa en Santa Catarina; su amigo, Luis Rojas en San Juan de Aragón y uno de sus ahijados, Pablo Téllez Falcón fue el dirigente hasta ahora en el Bordo Poniente.

Sánchez Gómez, el experto en ingeniería ambiental, expone que las autoridades se perdieron en la discusión de encontrar la tecnología ideal para el proceso de la basura (incineración, reclasificación, relleno sanitario o elaboración de composta) y descuidaron los otros aspectos. “El tiempo pasó y esa falta de visión privilegió a ciertos grupos corporativos. Hoy también tendrá que pagarse el costo que representan los pepenadores. En el caso del Bordo Poniente hubo varias propuestas para modernizarlo. Pero prácticamente lo abandonaron”.

EN EL BORDO

Pablo Téllez Falcón vio la primera luz en un basurero de la Colonia Pensil, de la Ciudad de México, hace 74 años. La adolescencia la pasó en otro tiradero, el de Santa Catarina, donde Gutiérrez Moreno había extendido su dominio. A su lado aprendió a organizar hombres y mujeres en la basura.

En 1994, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari le entregó Bordo Poniente como una de las tres plantas en donde la pepena dejaría de ser una actividad informal. De la triada de líderes de los basureros del valle de México se distinguió como el más preocupado por los derechos sociales de sus agremiados. Es el único que consiguió casas del Infonavit, aun cuando sus pepenadores realizaban su empleo de manera informal. También es reconocido por haber procreado muchos hijos. A su padrino, Gutiérrez Moreno, algunas fuentes le adjudican 80.

“Hoy, lo único que nos importa es que haya basura”, dice alguien que contesta el teléfono de su oficina, ubicada en el relleno sanitario del Bordo. Dice que el líder duerme. Que los últimos días han sido una pesadilla. Pero sostiene que no hay ningún motivo para pensar que el Frente vaya a acabarse. “Lo que queremos es que llegue más basura para poder venderla. Nosotros no podemos desaparecer. Y por lo que se ve, basura hay mucha”.

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