Foto: Noroeste / Enrique Serrato
En memoria del maestro José Luis Ceceña Gámez, universitario y sinaloense.
La función crítica de la universidad es esencial para la vida democrática del país. Sin la crítica, no habría universidad, ni inteligencia para alcanzar soluciones a los más importantes problemas de la vida, de la naturaleza y de la sociedad, pero, sobre todo, llegarían a imponerse la impunidad, la soberbia, el autoritarismo y la mediocridad, como ocurre entre gobernantes y candidatos de nuestros días.
A las muchas agresiones que han sufrido académicos, estudiantes y hasta instituciones enteras por la violencia desatada, por la arrogancia de gobernantes en turno, o por la ineptitud de funcionarios que desprecian la labor crítica de los universitarios, ahora se suma la amenaza represiva y hasta atentatoria contra la integridad física de quien se atreve a decir las cosas desde la academia.
Se trata, esta vez, de lo que está sufriendo el doctor Arturo Santamaría Gómez: una secuencia de calificativos y amenazas, veladas y abiertas, por el hecho de escribir y decir lo que piensa en sus artículos del periódico Noroeste, de Sinaloa, del cual es editorialista. Ahora el mismo diario ha sido acusado también de ser parte orquestadora de ataques a un funcionario público, al que le han salido ronchas por la crítica a sus actividades políticas y de control sobre la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), institución que otrora se apreciaba por considerarse libertaria.
El pasado 13 de diciembre, el doctor –uno de los más importantes y reconocidos académicos de la UAS, exdirector de la Unidad de Ciencias Sociales de la misma en Mazatlán, galardonado por su destacada labor de investigación y docencia, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor de libros fundamentales para entender la realidad de ese estado tan convulsionado del país– publicó su opinión sobre las recientes elecciones sindicales de los trabajadores administrativos de esa universidad.
Señaló entonces que el rector Antonio Corrales Burgueño, por presión del exrector y actual alcalde de Culiacán, Héctor Melesio Cuén (a quien le han dolido los editoriales de Santamaría), desconoció al ganador de dichas elecciones de trabajadores administrativos, Marco Antonio Medrano Palazuelos, pese a que el Tribunal Colegiado de Distrito había emitido un dictamen a favor de éste.
La acción en contra de Santamaría se produjo primero mediante un desplegado anónimo en el diario El Debate, en donde se le acusa de ser “sicario del periodismo” y se da a entender que su vida podría ser motivo de un atentado. Luego se supo que dicho desplegado había sido enviado por un grupo político que trabaja desde la UAS y se autodenomina “Cuenta Conmigo”, encabezado por el propio alcalde de Culiacán. Después vinieron más ataques de parte de directores afines a éste, así como rondines de gente extraña en los alrededores de la casa de Arturo Santamaría, y autos estacionados durante horas para amedrentarlos a él y a su familia.
Algunos exrectores de la UAS, Jorge Medina, Audómar Ahumada, David Moreno y Rubén Rocha, se pronunciaron de forma muy elocuente sobre estas amenazas y expresaron su más amplia solidaridad con el académico, convocando al rector actual, Corrales Burgueño, a “encabezar la exigencia de que los derechos de todos los universitarios y la legalidad de la UAS estén salvaguardados”, como condición básica de que ésta sea un espacio “libre”, “de crítica”, con “diversidad y pluralidad del pensamiento”.
El alcalde de Culiacán, Melesio Cuén, ha mostrado abiertamente su prepotencia frente a estos acontecimientos, se ha pronunciado en contra de lo que escribe el doctor Arturo Santamaría, ha refrendado los insultos y calificativos del desplegado anónimo, y no sólo se ha lanzado contra la persona del académico, sino también contra el diario en el que escribe.
Si se permite que la insuficiencia mental de muchos gobernantes y funcionarios llegue a mostrarse de forma autoritaria, como es el caso que hemos descrito, la violación sistemática a los derechos humanos se hará más aguda, por lo que esto no puede tener ninguna clase de complacencias, mucho menos por parte de los universitarios.
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