9/21/2012

Ingreso laboral y empleo: determinantes de la desigualdad

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

México, DF, 20 sep 12 (CIMAC).- El acceso al empleo y los ingresos laborales son los determinantes fundamentales de la desigualdad del ingreso.

La desigualdad tan elevada que persiste en Latinoamérica está relacionada con el funcionamiento interactivo de una cadena compuesta por la heterogeneidad estructural, el mercado de trabajo y la protección social, situación en la que se encuentra el país.

En la región se requieren políticas macroeconómicas orientadas al crecimiento y al empleo, más que a la estabilidad, como están actualmente; políticas pro igualdad con base en derechos, derechos económicos, sociales, humanos y de ciudadanía, con una intervención activa del Estado.

¿Qué tipo de Estado? Con claridad de objetivos y políticamente legitimado, ya que la experiencia reciente ha demostrado que el libre juego de las fuerzas del mercado agudiza las desigualdades.

Son algunos de los planteamientos que hace la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su documento “Cambio estructural para la igualdad. Una visión integrada del desarrollo”.

Para este organismo internacional, en el siglo XXI la autorregulación de los mercados no integra socialmente ni asegura una orientación sostenible en el desarrollo, por lo que es indispensable una coordinación y regulación en las esferas financiera, comercial, productiva, ambiental y migratoria. Éste es el papel activo que el Estado tiene que desempeñar.

Es indispensable contar con una política industrial de largo plazo donde la competitividad descanse más en el conocimiento (desarrollo tecnológico), que en los recursos naturales o en los salarios bajos como lo plantean en México.

La “fábrica de desigualdad” está en las brechas enormes de productividad (empleos en MiniPymes y Pymes), y en importantes desigualdades en los ingresos laborales, con acento en la población trabajadora femenina.

Conforme al diagnóstico de CEPAL, en los últimos años la recuperación del salario mínimo es significativa en toda la región, excepto en México. Durante los últimos 20 años (1991-2010), en Brasil la tasa anual de crecimiento del salario mínimo fue de 13.8, crecimiento sostenido en las dos últimas décadas.

En tanto que para el país esta cifra es negativa, con una caída de 5.7 anual, una diferencia abismal, sobretodo pone sobre la mesa la evidencia de que es posible el crecimiento del salario, con una política de desarrollo adecuada.

Dentro de la globalidad, aquí se sigue la premisa de bajos salarios y recursos naturales como formas de competir, un ejemplo es la reforma laboral propuesta por Felipe Calderón.

Tampoco hay una buena dimensión de la política social, ésta sigue subordinada a la económica, mientras que el documento citado plantea la necesidad de que se le otorgue jerarquía a fin de ampliar el mercado interno, los derechos laborales y reforzar la legitimidad política de los gobiernos (¡sic!).

Para las mujeres la desigualdad de los ingresos, derivada de los bajos salarios es determinante en varios sentidos. De un lado a mayor salario menor participación femenina, en general las y los trabajadores perciben salarios muy bajos y no cuentan con seguridad social, acentuando la desigualdad de ingresos y por género.

(VER GRÁFICA AQUÍ)

Datos de ENOE-Inegi al segundo trimestre de 2012 indican que de cada 100 trabajadoras 63.7 tienen un nivel de ingresos laborales de 1 a 3 salarios mínimos (S.M.), equivale a 5 mil 460 pesos mensuales (promedio aritmético simple de las tres zonas salariales); en los hombres esta proporción es de 56.2 por cada 100, la mitad (ver gráfica).

Con más de 5 salarios mínimos (+de 9 mil 100 pesos mensuales) la participación es infinitamente menor, 9 de cada 100 hombres y únicamente 6 de cada 100 mujeres; como se puede apreciar se ahonda la diferencia entre sexos y entre ingresos.

Esta situación también es muy evidente en el último nivel –hasta un salario mínimo–: la participación femenina es mayor a la masculina, con 19.2 y 10.6 por cada 100, respectivamente. Bueno, hasta en la población trabajadora que no recibe ingresos es mayor la proporción femenina.

¿Y con estos salarios se proponen aumentar impuestos al consumo, gravando alimentos y medicinas (productos básicos)? Con tres salarios mínimos como están más de la mitad de la población trabajadora femenina no se vive, medio se sobrevive.

Para México, la insistencia de CEPAL en la igualdad es un tema urgente, significa armonía social, legitimidad política, acompañada de crecimiento, con sustentabilidad ambiental, y sobretodo igualdad de ingresos para las mujeres, quienes viven una desigualdad moralmente inaceptable y antidemocrática.

P.D.
Una reforma para facilitar el despido y precarizar el empleo. El gobernador del Banco de México, Agustín Cartens, declaro: “Se necesita la flexibilización de contratación, pero también la flexibilización para despedir trabajadores”. (El Universal 13 de septiembre de 2012).

En lo concerniente a los despidos tiene toda la razón, para eso está hecha la propuesta, realmente lo que se lograría es despedir y precarizar aún más el empleo, pero es falso que crecerá, ya que éstos se crean como producto del nivel de la actividad económica.

Tan es así que la mayoría de las propuestas de esta reforma laboral  ya se aplican, sin que por eso crezca el empleo; en agosto de 2010 con la recuperación del ciclo económico se crearon 725 mil plazas sin reforma laboral, justo gracias a la recuperación económica.

¡Viva México!
ramona_melendez@yahoo.com.mx
Twitter: @ramonaponce

*Economista especializada en temas de género.

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