Carlos Bonfil
Parábola del insensible vagabundo y la bella lisiada. En Metal y hueso (De rouille et d’os), su sexto largometraje, el realizador francés Jacques Audiard (Un héroe muy discreto, 1996; Lee mis labios, 2001 y, en particular, Un profeta, premio del jurado, Cannes 2009) adapta libremente Rust and Bone, reunión
de relatos del canadiense Craig Davidson, en los que un boxeador,
incapaz de romper con los puños la superficie de hielo bajo la que
agoniza su sobrino después de un accidente, termina destrozándose las
manos en sucesivos combates pugilísticos, a la manera de un prolongado
y doloroso ritual de expiación.
Audiard transforma algunos aspectos de la trama, retoma detalles de
otros relatos del autor, incluye personajes nuevos: Stéphanie (Marion
Cotillard), joven entrenadora de ballenas, y Alí (Matthias
Schoenaerts), fornido vagabundo. quien acompañado de su pequeño hijo
Sam tiene trabajos ocasionales como encubierto vigilante en
supermercados, guarura en discotecas o carne de cañón en clandestinos
combates de box a puño limpio.El encuentro fortuito de Alí y Stéphanie, luego de un violento episodio en la discoteca, gana intensidad cuando poco después la joven sufre un accidente de trabajo que le cercena ambas piernas y naufraga en una depresión profunda.
Alí interviene entonces con sus hoscas maneras de garañón falsamente insensible para transmitir a la joven un nuevo apetito vital haciéndola redescubrir el placer sexual y una inquietante pasión amorosa.
La compleja relación sentimental de los dos protagonistas, el hombre marginal endurecido y la mujer con una severa limitación física, reproduce el esquema propuesto en una cinta anterior del cineasta, Lee mis labios, en la que una joven sordomuda (Emmanuelle Devos) se relacionaba con un delincuente (Vincent Cassel), a quien apoyaba en sus faenas con su habilidad para leer los labios a distancia. O la extraña relación entre la maestra de piano oriental incapaz de comunicarse en francés y su joven alumno (Romain Duris), un paria decidido a regenerarse mediante el arte musical en El latido de mi corazón. O el aprendizaje y amistad cómplice de un joven con aparente deficiencia mental (Matthieu Kassovitz) y un veterano delincuente (Jean-Louis Trintignant) en pos de una revancha en Mira a los hombres caer.
Es una indiscutible prueba de talento autoral y solvencia narrativa que Audiard pueda siempre rebasar el esquematismo de sus tramas y el diseño rígido de sus personajes, evitando toda caída en el melodrama, para ofrecer historias románticas y thrillers realmente inspirados.
Fotograma de Metal y hueso
Ambos protagonistas participan en una muy similar batalla por superar circunstancias adversas. De tal lucha puede surgir un sentimiento amoroso, y esta idea, que habría alimentado a una cinta muy convencional de afirmación de la autoestima, para Audiard sólo es el punto de partida para un objetivo más interesante aún y más ambicioso: la lenta y accidentada construcción de un impulso solidario compartido.
En esta historia afectiva Audiard ha añadido con gran perspicacia la fragilidad emocional de un niño, testigo y partícipe, héroe muy discreto, del drama existencial. Una suerte de presencia infantil en los tonos de sobriedad del cine de los hermanos belgas Jean Pierre y Luc Dardenne (El hijo, 2005, y El niño, 2002). La escena dramática en el lago helado, y su continuación en el hospital donde el infante se debate entre la vida y la muerte, ofrecen el calibre de lo que en pocos años ha logrado el director francés en materia de solvencia y contención narrativas.
Si bien el tema de la solidaridad es recurrente en varias cintas del 16 Tour de cine francés, desde la muy emotiva Y si viviéramos juntos, de Stéphan Robelin, hasta Declaración de guerra, de Valéry Donzelli, crónica muy íntima de una fatalidad superada, Metal y hueso es sin duda la expresión más fina y elocuente de este impulso generoso.
Se exhibe esta semana en Cinépolis Plaza Carso. Mayores informes sobre el Tour:
www.tourdecinefrances.net
carlos.bonfil@gmail.com
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