CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El domingo 24 de abril, en más de 40
ciudades de nuestro país, miles de mujeres indignadas y esperanzadas
expresaron su repudio y su hartazgo ante la violencia machista,
gritando: “¡Vivas nos queremos!”. También miles de hombres las
acompañaron en su protesta, ubicados en un segundo plano, respetando el
protagonismo de quienes pensaron y organizaron esta movilización
nacional contra las violencias machistas. Fueron “colectivas”
independientes quienes convocaron a mujeres de distintos estratos
sociales, variadas ocupaciones y diferentes edades, desde madres de las
adolescentes desaparecidas en Ecatepec hasta mujeres profesionistas,
pasando por muchísimas jóvenes, intensas, furiosas, lúdicas, aguerridas.
A su llegada al Ángel de la Independencia, al que renombraron la
“Victoria Alada”, dieron a conocer un durísimo pronunciamiento, del cual
copio únicamente una pequeña parte:
“Hoy, 24 de abril de 2016, nosotras, mujeres feministas, mujeres sin
partido, mujeres de todas las diversidades, estamos aquí frente a la
historia reciente de México para gritar, exigir, denunciar que estamos
hartas de todos los tipos de violencia machista a los que sobrevivimos
día a día, desde la más directa hasta la que proviene de las partes más
obscuras de este sistema económico, político y cultural heteropatriarcal
capitalista; de este Estado fallido e indolentemente feminicida, que
nos reconoce como sujetas fiscales, como mano de obra, como capital
intelectual y manual para acrecentar su riqueza, pero nos desconoce como
personas, que nos quita la identidad en todos los sentidos,
condenándonos a una fosa común en la historia.
“Hoy mujeres obreras, campesinas, indígenas, mestizas, estudiantas,
militantes, maestras, activistas, trabajadoras sexuales y trabajadoras
del hogar, artistas, cocineras, lesbianas, bisexuales, heterosexuales,
mujeres trans, disidentas sexogenéricas, mujeres de todas las
corporalidades, mujeres con discapacidades, mujeres de todas las clases,
profesionistas, analfabetas, encarceladas, guerrilleras, presas
políticas, parteras, chamanas, mujeres en situación de calle…, tenemos
un propósito común: manifestar nuestro absoluto hartazgo, nuestra rabia
acumulada en contra de la violencia estructural, cultural e
institucional que crecientemente provoca cifras alarmantes de
feminicidios, el extremo más grave de estas violencias, que convierte
las desapariciones forzadas y asesinatos de mujeres en manifestaciones
brutales de odio y amarillismo.
“Hoy nos manifestamos multitudinariamente para visibilizar estas
violencias machistas, pero no queremos dejar esta movilización como un
mero acto de rechazo y condena, sino que es nuestra vía para DENUNCIAR Y
EXIGIR.
“En esta movilización contra las violencias machistas, buscamos que
la denuncia y la exigencia se conviertan en un inmenso, hondo y duradero
grito colectivo que haga temblar las instituciones gubernamentales y
privadas, económicas, culturales, de medios de comunicación. Un grito
que fracture las columnas sobre las que descansa el heteropatriarcado
capitalista que nos domina, oprime, explota y violenta.
“Lo que en este pronunciamiento exigimos no debe ni puede quedarse en
el archivo de lo postergable, de lo que pueda olvidarse. Cada exigencia
a la que aquí llamamos es también una vía de solución que ya
incorporamos en nuestras luchas y propósitos.”
Una parte sustantiva del pronunciamiento fue la crítica a lo que está
pasando en la Ciudad de México: “Las mujeres feministas y no feministas
aquí reunidas denunciamos y exigimos que esta Ciudad que se dice
‘amigable’, que dice estar a la vanguardia de nuestro país, reconozca y
enfrente las violencias machistas que las diversas mujeres que somos
vivimos en ella día con día y que hoy venimos a denunciar”.
Se califica a la CDMX como un “espacio geográfico, socioeconómico,
cultural, administrativo y político donde las violencias machistas las
vivimos diariamente las diversas mujeres que allí habitamos, o que
transitamos por sus calles y espacios públicos, usamos sus transportes y
asistimos a sus instituciones de salud, educación o a sus centros
laborales”. Un infierno cotidiano.
Hartas de la impunidad que rodea las agresiones, desde los manoseos
hasta los feminicidios, esta marcha exigió un cambio político, no sólo
de las autoridades, sino también de la sociedad. Como señaló Lucía
Melgar: “Amplios sectores sociales reproducen la misoginia, la
cosificación de las mujeres, la sexualización de las niñas, en un afán
de dominación que no respeta edades ni parentescos ni lealtades de
ningún tipo. Las historias de acoso y abuso sexual, en casas y calles,
desde los tres, cinco, seis años, forman parte de obscuros secretos de
familia, de hondos traumas personales”. Por eso esta académica y
activista concluye: “Sí, algo está podrido en México y no sólo el
Estado”.
El #24a exige transformaciones de fondo, tan radicales que podrían
parecer inalcanzables en el brutal contexto actual. “No más impunidad”.
El machismo mata a las mujeres, mutila emocionalmente a los hombres y
nos daña como sociedad. México tiene que cambiar. Falta muchísimo para
poder caminar tranquilas por la calle, para tomar el Metro sin temor,
para desterrar el miedo. Pero estas mujeres ya están dispuestas a ir a
la guerra. Ojalá no sea necesario.
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