Pedro Miguel
La Jornada
Veracruz puede ser una
de las primeras entidades del país en las que el Movimiento de
Regeneración Nacional gane la gubernatura en las elecciones próximas y
uno de los puntos de fractura de esa mezcla de impunidad, corrupción,
postración socioeconómica y violencia delictiva que es el régimen
imperante. Varios factores se han alineado para crear una coyuntura
favorable.
En primer lugar, el desgaste extremo de un feudo tradicionalmente
priísta, provocado por la manera sórdida, corrupta, despótica y frívola
en que los mandatarios del tricolor han desgobernado la entidad, maneras
que alcanzan su clímax en los sexenios de Fidel Herrera y Javier
Duarte. Son ellos los responsables, junto con Felipe Calderón y Enrique
Peña Nieto, de que Veracruz se haya deslizado a la circunstancia de
horror en que se encuentra, caracterizada por la pobreza desesperante en
extensas regiones del estado, el quiebre manifiesto del estado de
derecho, la inseguridad generalizada y el latrocinio sistemático en las
oficinas públicas.
Veracruz es, para decirlo pronto, una de las consecuencias extremas
del poder oligárquico y delictivo que padece el país. Pero las facciones
oligárquicas se sintieron capaces de jugarse el control local creyendo
que, ganara la que ganara, no tendrían competencia desde fuera del
régimen y que, en consecuencia, podrían seguir detentando la
gubernatura; pasados los comicios ya habría tiempo para remendar la red
de complicidades.
Así, las franquicias partidistas del régimen postularon a dos piezas
añejas y características: los primos Héctor y Miguel Ángel Yunes. Ambos
se parecen como gotas de agua: han sido operadores del poder feudal y
corrupto, han pasado por la Secretaría de Gobierno local, han brincado
de lo local a lo federal y de lo ejecutivo a lo legislativo sin más
ideología que sus ambiciones personales; uno de ellos, Miguel Ángel,
abandonó el tricolor para sumarse a los gobiernos de Fox y de Calderón
en sus ámbitos más siniestros: los de la seguridad pública; carga, por
ello, una responsabilidad insoslayable en el desastre veracruzano. Y fue
evidente, por lo demás, que la recomposición habría de centrarse en el
endoso de la catástrofe al actual gobernador: ganara el Yunes que
ganara, el chivo expiatorio habría de ser Javier Duarte, quien muy
pronto empezó a recibir andanadas de su propio partido.
Lo que parecía destinado a quedar en un pleito menor de familia se
vio bruscamente trastocado por el surgimiento de una figura nueva,
desconocida y fresca: Cuitláhuac García, un universitario joven, con
maestría en Ciencias y que tuvo su bautizo electoral en junio del año
pasado, cuando le ganó una diputación a los candidatos del régimen. Pero
la candidatura de Cuitláhuac por el Movimiento de Regeneración Nacional
tiene raíces en un trabajo político de años realizado por diversas
corrientes y organizaciones de izquierda y en el que han participado
desde Heberto Castillo hasta Andrés Manuel López Obrador, más muchos
miles de personas menos conocidas.
Mientras los dos Yunes se hacen cruces para sacudirse el
pesado desprestigio de sus respectivas trayectorias, Cuitláhuac tiene
como armas su credibilidad personal y la coherencia de un programa
partidista de alcance nacional pero de aplicación posible y hasta
urgente en la Veracruz devastada por los gobiernos prianistas. La
candidatura de Morena ha ganado un impulso que pocos se imaginaban,
mediante el trabajo político casa por casa y con el establecimiento de
alianzas con los movimientos sociales; la más destacada es el acuerdo
con el Movimiento Magisterial Popular Veracruzano que compromete a los
mentores a defender y promover el voto a favor del partido y al
aspirante, a anular la llamada
reforma educativadel peñato y a crear una legislación estatal de contenidos y calidad educativa.
Es de suponer, claro, que los operadores del régimen ya cayeron en la
cuenta del tremendo error cometido: con arrogancia característica
abrieron una grieta sin pensar que por ésta podría abrirse paso un
proyecto político, social y económico capaz de ganar el ejecutivo
estatal. ¿Qué les queda, a menos de un mes de la elección? Deponer sus
diferencias y hacer frente común contra Morena; impulsar las
candidaturas minúsculas (MC, PT y un
independiente) con el propósito de restar sufragios al partido de López Obrador; y, desde luego, echar mano de los recursos públicos para inducir o comprar votos. Las dos coaliciones del régimen tienen mucha experiencia en eso. Para contrarrestar las trampas y las previsibles compras masivas de votos es indispensable que el próximo 5 de junio la ciudadanía veracruzana protagonice una insurrección cívica electoral y ponga fin de una buen a vez a un prianismo que en Veracruz parece eterno.
Twitter: @navegaciones
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