Agricultores de la provincia de Chaco revalorizan la tuna, una cactácea
abundante en esa región del noreste argentino, extrayendo de entre sus
espinas los frutos de un nuevo tipo de desarrollo local.
En las instalaciones de la asociación civil Siempre Unidos Minifundios
de Corzuela se apilan centenares de frascos de mermeladas caseras,
listas para la venta.
Hasta hace poco los agricultores familiares que participaban de esa
iniciativa desconocían el origen de la tuna o que la planta, conocida
también como nopal o chumbera, respondía al nombre científico de Opuntia
ficus-indica.
Pero ahora ese cactus que es parte de su semiárido paisaje cotidiano, es además protagonista de su economía de subsistencia.
“Las mujeres que hicieron el curso hoy viven de eso. Aparte tienen sus
huertas, sus gallinas, chanchos (cerdos) y chivos”, recordó Marta
Maldonado, secretaria de la asociación que obtuvo personalidad jurídica
en 2011.
“La tuna es lo que más hay por acá. Por eso con el proyecto hicimos 20
plantaciones”, explicó a IPS. Las propiedades de estos agricultores
tienen entre una y cuatro hectáreas, en uno de los asentamientos del
municipio rural de Corzuela, en el centro occidental de Chaco, cuyos 10
mil habitantes se desperdigan por pequeños asentamientos y caseríos.
La iniciativa benefició a 20 familias, integradas por 39 mujeres y 35
varones y cuatro niños, y fue implementada por el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el marco del Programa de
Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
El PPD, con presencia en 125 países, busca demostrar que las pequeñas
iniciativas comunitarias pueden tener un impacto positivo en los
problemas ambientales globales.
El objetivo de estos financiamientos, que en el caso de la asociación
fue de unos 20 mil dólares (cerca de 357 mil pesos mexicanos), es
contribuir a la soberanía alimentaria y al mismo tiempo a la
biodiversidad regional.
En Chaco, la provincia con mayor índice de pobreza de este país de 43
millones de personas, el PPD ha desarrollado 13 proyectos hasta ahora.
En la zona donde se ubica Corzuela “hay épocas de mucha sequía y las
plantaciones de frutales requieren mucha agua. La tuna es una cactácea
que no necesita agua”, acotó Gabriela Faggi, del Instituto Nacional de
Tecnología Agraria (INTA).
Con el avance de la soya en la zona, en 1990 comenzaron los desmontes (tala) y se perdieron muchos cultivos locales.
“La tuna que en realidad es originaria de México, pero que se naturalizó
hace siglos en todo el norte argentino, se estaba perdiendo. Por eso el
proyecto tiene además el valor de rescatar este fruto local”, destacó
Faggi.
LOGROS
Esta zona vive de la actividad agropecuaria, además del aprovechamiento
de la madera. Produce tanto algodón como soya y girasol, junto con sorgo
y maíz. También se fomenta la cría de bovinos y porcinos, y la
avicultura. Pero cultivos como el algodón hoy son inaccesibles para
estos pequeños productores.
“En el pasado se trabajaba mucho con el algodón, pero ahora ya no hay
más. No se siembra porque hay una plaga del ‘picudo’ (Anthonomus
grandis), el insecto que no la deja crecer y no tenemos dinero para
cuidar la planta, gente pobre y humilde como nosotros que tenemos un
pedacito de tierra”, detalló a IPS la tesorera de la asociación, Mirtha
Mores.
Antes de comenzar el proyecto, la división local del INTA capacitó a los
pequeños productores en el manejo agroecológico de este cultivo, y en
la colocación de alambrados perimetrales para la protección de las
plantas de los animales.
Además se les enseñó a construir y usar una máquina “desjanadora”, para
obtener una fruta libre de espinas, llamadas en el área “janas”, para
así facilitar su manipulación.
“Nos va bien. El año pasado hasta le vendimos mil 500 mermeladas de tuna
al Ministerio de Educación”, para sus comedores escolares, subrayó
orgullosa Maldonado.
La asociación, en cuyas tareas participan mayoritariamente mujeres,
también vende sus productos en mercados de la localidad y la provincia, y
aunque la tuna es su producto estrella, cuando este fruto
estacionalmente escasea, también elaboran mermeladas y dulces de mamón
(una especie de limón) o calabaza.
“Mejoró nuestro ingreso y ahora tenemos la posibilidad de vender
mercadería y poder comprar las cosas que realmente se necesitan para
ayudar a los niños que estudien”, reafirmó Mores.
El proyecto, que comenzó en 2013, también los capacitó en la utilización
de las pencas (hojas) como complemento para la alimentación del pequeño
ganado doméstico, especialmente en el invierno cuando disminuye la
producción de forraje y se producen muchas muertes de animales.
“Nosotros aprovechamos todo. Las hojas las usamos para dar de comer a
los animales. Puede ser vaca, caballo, chivo, chancho. La fruta para la
mermelada, sacándole las semillas”, subrayó Mores.
Las familias, cuentan Maldonado y Mores, mejoraron su nutrición y su
salud por las propiedades tanto de la fruta como de la planta, mientras
requieren menos forraje para los animales y cesó su muerte estacional
por falta de alimento.
En paralelo, las familias de la asociación también fueron capacitadas
para aprovechar en forma sostenible la leña de los árboles autóctonos de
la zona, para lo que aprendieron también a construir cocinas especiales
que les permiten cocinar y calentar sus humildes viviendas.
Además el proyecto, al asumir las mujeres un papel destacado en las
actividades de la asociación, las sacó de sus hogares donde antes
concentraban sus tareas y les dio un nuevo protagonismo en la comunidad.
“Viviendo en el campo antes las mujeres estaban más aisladas, no salían,
pero ahora tienen un espacio acá. Se juntan de lunes a viernes,
conversan y las mujeres toman más decisiones. En la asociación pueden
opinar”, sintetizó Maldonado. “Cuándo nos juntamos, ¿de qué no hablamos
las mujeres?”, bromeó Mores.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
Por: Fabiana Frayssinet*
Cimacnoticias/IPS | Corzuela, Arg.-
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