Miguel Concha
La Jornada
Luego de 14 meses de
coadyuvancia con la Procuraduría General de la República (PGR), el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) presentó el
domingo 24 de abril, ante familiares de los jóvenes normalistas de
Ayotzinapa, la comunidad de derechos humanos, así como medios y personas
que han seguido de cerca este caso, su informe final. El GIEI, creado
por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para brindar
asistencia técnica internacional desde la perspectiva de los derechos
humanos en la investigación de la desaparición forzada de los 43
estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, señaló que no
les fue posible establecer el paradero de los jóvenes desaparecidos,
debido en parte a las fallas y retrasos de la PGR, así como a los
obstáculos para no poder volver a entrevistar a detenidos ni obtener
declaraciones de militares, líderes políticos y ex funcionarios de alto
rango. Lamentaron la actitud del Estado mexicano de no apoyarlos en la
prórroga solicitada, con el pretexto de que su participación ya no era
necesaria.
Sin embargo, no es ésta la primera vez que el gobierno mexicano
obstaculiza o frena el trabajo de organismos internacionales de derechos
humanos que visitan nuestro país. Recordemos que en mayo de 2015 el
Relator contra la Tortura de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), Juan E. Méndez, presentó en Ginebra un informe en el que señaló
que la tortura es generalizada en México y ocurre especialmente desde la
detención hasta la puesta a disposición de la justicia, con fines de
castigo e investigación y en un contexto de impunidad. Esas fueron
algunas de sus conclusiones, luego de reunirse entre el 21 de abril y el
2 de mayo de 2014 con altos funcionarios, representantes de la sociedad
civil, víctimas de tortura y sus familiares, así como miembros de
organizaciones internacionales y de la comunidad diplomática en México.
Las reacciones de Juan Manuel Gómez Robledo, entonces subsecretario para
Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de
Relaciones Exteriores, no se hicieron esperar. Expresó que la actuación
de Juan Méndez no era profesional ni ética, ya que, según él, dio mayor
valor a premisas sin pruebas, y desestimó los argumentos oficiales.
Advirtió además que ya no sería invitado nuevamente, y así fue, pues en
septiembre de 2015 el relator solicitó de manera formal llevar a cabo
una visita de evaluación y seguimiento del informe previamente emitido.
La respuesta de México fue negativa, argumentando que se recibirían
otras visitas que ya se habían previsto. El actual gobierno minimiza la
información contenida en los folios 0001700300414 y 0001700020615, en
los que la PGR informa haber recibido 4 mil 55 denuncias por el delito
de tortura entre el 1º de diciembre de 2006 y el 30 de octubre de 2014,
con solamente 15 sentencias condenatorias por dicho delito. En ese mismo
lapso, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a través del folio
00062414, afirmó haber recibido 104 quejas por tortura y emitido 188
recomendaciones por tortura y malos tratos. En un hecho inédito, el
Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU emitió también,
en un lapso menor a un año, cinco opiniones oficiales al gobierno de
Enrique Peña Nieto, en las que señala que existieron detenciones
arbitrarias e irregularidades en los procesos penales de cinco
defensores de derechos humanos que menciono a continuación: el
periodista Pedro Celestino Canché Herrera, el activista mixe Damián
Gallardo Martínez, el estudiante de la UNAM Enrique Guerrero Aviña, el
abogado defensor de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas
Librado Jacinto Baños Rodríguez, así como Nestora Salgado García,
comandanta de la policía comunitaria de Olinalá, Guerrero.
Si bien cada caso es independiente, lo cierto es que entre los
cinco tienen algo en común: todas estas personas realizaban una labor
de defensoras de derechos humanos antes de su detención, repitiéndose de
así el patrón de criminalización de quienes se organizan para defender
sus derechos. En los casos de Gallardo y Guerrero se detectó que existe
un proceso de incomunicación y violaciones al debido proceso, pues al
momento de ser detenidos fueron desaparecidos, torturados y llevados a
un penal federal. Estas opiniones fueron emitidas entre agosto de 2014 y
diciembre de 2015, pero a la fecha el gobierno no ha informado ni a la
ONU ni a las familias ni a las organizaciones de la sociedad civil que
las acompañan. Mucho menos ha dado respuesta oficial a ninguna de las
peticiones que le hizo Naciones Unidas, como la de la libertad inmediata
de Enrique Guerrero, Librado Baños y Damián Gallardo, ni a la
correspondiente reparación del daño por parte del Estado. En los casos
de Pedro Canché y Nestora Salgado, aun cuando ambos ya están en
libertad, la persecución penal en su contra no ha cesado. La comandanta
de Olinalá permanece en Estados Unidos ante el temor de ser detenida
nuevamente, pues la Fiscalía General de Guerrero informó que apelará las
órdenes de libertad emitidas en marzo pasado.
Con las tres situaciones antes referidas se demuestra la falta de
voluntad política del Estado mexicano para obtener insumos,
observaciones y recomendaciones de organismos internacionales que
permitirían fortalecer la garantía y el respeto a los derechos humanos
en México. Resultan, pues, muy preocupantes las campañas de desprestigio
y negación iniciadas por el gobierno mexicano contra expertos
internacionales en derechos humanos, tanto de la ONU como del Sistema
Interamericano, que pretenden desacreditar la importante y necesaria
labor de investigación sobre violaciones a derechos humanos que ocurren
sistemáticamente en nuestro país.
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