Carlos Bonfil
La Jornada
La vejez es un
naufragio, salvo cuando quienes la padecen tienen como firmes asideros
la solidaridad de los amigos y el disfrute insaciable de una experiencia
artística. Tal parece ser el mensaje transparente de Youth (Juventud, 2015), cinta más reciente del italiano Paolo Sorrentino (Il divo, 2008; La gran belleza, 2013).
En un tono de comedia agridulce, el realizador sitúa su parábola otoñal
en el escenario más fotogénico y melancólico imaginable: una lujosa
estación termal en los Alpes suizos, suerte de refugio para celebridades
deseosas de mantenerse en forma, o de disimular los estragos de la
edad, o, más aún, de deslumbrarse mutuamente con los privilegios del
espíritu y la carne.
Hay de todo en esta mágica montaña en la que parece ausente el
fantasma de la enfermedad terminal: duelos de vanidades físicas e
ingenios verbales, desasosiego frente al reconocimiento siempre
insuficiente de las masas, o hartazgo del mismo cuando el ego considera
que ya se ha tenido demasiada fama. Del mismo modo en que Sorrentino
retrataba con malicia el nihilismo somnoliento de la opulenta burguesía
romana en La gran belleza, su nueva película exhibe ahora el
espíritu blasé (desencantado hasta el desmayo) de un célebre director de
orquesta, Fred Ballinger (Michael Caine, formidable), de un exitoso
realizador de cine, Mick Boyle (Harvey Keitel), ayuno de ideas nuevas, y
de un lánguido galán de la pantalla, Jimmy Tree (Paul Dano), frustrado
por tener como único momento recordable de su carrera al más banal de
todos sus personajes.
La convivencia cordial de estos tres personajes apenas da sustancia
argumental a la cinta de Sorrentino, por lo que el director debe
aderezar su narrativa con subtramas afectivas un tanto banales: Lena
(Rachel Weisz), la hija del compositor, padece la indiferencia y
abandono de su marido, hijo de Mick Boyle, quien prefiere la chispa y
sensualidad de una estrella pop. Esto propicia un acercamiento afectivo
entre el padre antes siempre ausente y la joven advertida prematuramente
de los sinsabores de la vida. A esa subtrama se añade una más: el
rechazo tenaz que hace el compositor ya retirado de volver a los
escenarios en un concierto frente a la reina de Inglaterra, por lealtad a
su esposa soprano imposibilitada ya, por enfermedad, para ser la
intérprete única que inspiró la solicitada pieza maestra Simple Song.
O la irrupción intempestiva en la cinta de una Jane Fonda imperiosa,
casi irreconocible, como censor inclemente de Boyle, el director que la
llevó a la fama, y que hoy se repite lamentablemente, y para quien se
niega a actuar de nuevo, precipitando con ello una desgracia.
Sorrentino entrecruza sus historias y reúne a las celebridades
a la manera de aquellos dramas sentimentales que el cine hollywoodense
solía concentrar en un espacio fastuoso, ya fuera Grand hotel (Edmund Goulding, 1932) o, con menor glamour, La nave del mal (Ship of fools, Stanley Kramer, 1965), según la novela homónima de Katherine Anne Porter.
A diferencia de aquellos antecedentes lejanos, o de recientes comedias exitosas como El gran hotel Budapest (Wes Anderson, 2014) o El exótico hotel Marigold (John
Madden, 2011), lo que interesa o atrae a Sorrentino es aumentar y
enriquecer el esplendor de la naturaleza rural con el espectáculo de una
sensualidad femenina, desde la apabullante imagen de una Miss Universo
desnuda, hasta la majestad no menos digna de la actriz casi octogenaria
que encarna Jane Fonda. Todo ello para asombro y desconcierto de dos
hombres maduros que sienten declinar tanto su aspecto físico como las
certidumbres su talento o de su ego infatigable, sin advertir en el
apático e inseguro Jimmy Tree al mejor de los relevos generacionales
posibles.
La propia película Youth refleja así el desaliento de sus personajes
maduros, y a la manera de ellos, también se embelesa con sus propias
imágenes suntuosas. Busca profundidad moral en lugares comunes sobre la
vejez y el hastío existencial del mismo modo que un arrobo estético en
los clichés de las tarjetas postales. Y posiblemente sea esa gran
belleza que contrasta naturalezas muy vivas con otras ya casi muertas,
lo que anima con intensidad esta nueva cinta del director italiano, como
un tributo más al cine desencantado de Federico Fellini, esta vez a Ocho y medio (1963)
y a su protagonista Guido/Mastroianni, quien aparece reconciliado al
final con su propia confusión, y extasiado con la belleza del mundo y la
naturaleza humana. En figuras como Michael Caine, Harvey Keitel, Paul
Dano, Rachel Weisz y Jane Fonda, el director ha encontrado algo que era
previsible, grandes actores, pero también algo más sorprendente aún, los
mejores cómplices para su nueva aventura artística.
Youth se exhibe en la Cineteca Nacional y en salas comerciales.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
No hay comentarios.:
Publicar un comentario