Por Fabiana Frayssinet y Orlando Milesi
BUENOS AIRES/SANTIAGO, 28 jul 2017 (IPS) -
El concepto de “políticas de cuidado” que alivien la histórica carga
doméstica de las mujeres, comienza a incorporarse en las agendas
urbanas de América Latina, pero todavía no se expresa en servicios
públicos con la deseable cobertura.
Aunque esté todavía poco desarrollo en la región, el concepto es
simple: que el Estado apoye con recursos a las familias en tareas
tradicionalmente consideradas “de mujeres”: cuidar a enfermos, niños,
adultos mayores, discapacitados y otras personas en situación de
dependencia.
“En nuestra región hay avances que apuntan a un reconocimiento del
cuidado y la necesidad de promover una modalidad más equitativa de
distribuir las responsabilidades al interior de la familia y entre las
instituciones públicas”, señaló a IPS la experta Karina Batthyány, de la
Universidad de la República de Uruguay.
“En
nuestra región hay avances que apuntan a un reconocimiento del cuidado y
la necesidad de promover una modalidad más equitativa de distribuir las
responsabilidades al interior de la familia y entre las instituciones
públicas”: Karina Batthyány.
“Sin embargo, se avanzó con más lentitud que la deseada, puesto que
el cuidado es una responsabilidad que recae desproporcionadamente sobre
las mujeres, debido a la falta de igualdad y a la distribución
desequilibrada del trabajo remunerado y no remunerado entre la mujer y
el hombre”, agregó Batthyány, del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Una responsabilidad que les suma labores no retribuidas o les impide trabajar, mientras les resta tiempo de descanso.
María Nieves Rico, responsable de género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) detalló a IPS que el uruguayo Sistema Nacional Integrado de Cuidados es el único en la región
con el enfoque de englobar la atención a niños, adultos mayores,
personas con discapacidad en situación de dependencia y cuidadoras o
cuidadores.
En Argentina, Chile, Costa Rica, Colombia, Cuba, Ecuador, El
Salvador, México, Nicaragua, Paraguay, y República Dominicana surgieron
políticas para la atención integral de la primera infancia, con
componentes de cuidado.
El programa Chile Crece Contigo, por ejemplo, tiene como combinado enfoque el asegurar el desarrollo integral infantil y la inserción laboral femenina.
Mientras, Brasil, Costa Rica y Cuba incorporaron conceptos de cuidado integral en adultos mayores.
Hubo “avances relevantes” en legislaciones para licencias para el
cuidado de familiares, y, en particular, por maternidad y paternidad,
subrayó Rico en la sede de Cepal en Santiago.
Otro avance fueron las encuestas sobre uso del tiempo en 19 países
que según Batthyány “permitieron demostrar la inequitativa distribución
del tiempo destinado al trabajo remunerado y no remunerado, así como la
disponibilidad de tiempo de mujeres y varones para otras actividades
cotidianas”.
“Quizás el avance regional más significativo sea la incorporación del cuidado en la agenda pública”, resumió
El aterrizaje urbano
Las ciudades latinoamericanas son un espejo de lo que sucede en las
políticas públicas nacionales sobre el cuidado, aunque con disparidades.
Pero aunque “estén principalmente en la órbita nacional y menos en la
municipal, este ámbito parecería ser más adecuado para su
implementación dado su nivel de cercanía con los potenciales
beneficiarios”, observó Batthyány.
Entre las experiencias exitosas, citó la de la capital uruguaya, en cuya área metropolitana viven 1,9 millones de los 3,5 millones del país.
“Montevideo se encuentra en un momento óptimo para el desarrollo de
esas políticas. Hay una voluntad política manifiesta por parte de la
máxima autoridad y su equipo, la institucionalidad de género tiene ya
una trayectoria de 20 años y niveles de fortaleza importantes, se ha
creado el Consejo para la Igualdad de Género, que incluye la participación de la sociedad civil”, enumeró.
“Existen condiciones óptimas para el avance en articulación con las
políticas nacionales Sin duda los municipios son la escala ideal para la
implementación de lo planificado a nivel nacional como departamental”,
reafirmó.
Argentina no tiene una política integral de cuidados lo que se refleja en urbes como su propia capital, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), cuya área metropolitana concentra 13,5 millones de los 43,5 millones de habitantes del país.
“Hay dispositivos de política funcionales a las necesidades
familiares de cuidado pero como no provienen de una agenda feminista, de
género, que es la que construye el tema de cuidado como un problema,
dejan muchos espacios vacantes”, analizó Gimena de León, investigadora
del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento .
“En CABA la cobertura aumenta considerablemente a 65 por ciento
mientras baja al 15 por ciento en las provincias del noroeste. CABA es
el distrito más rico del país. Claramente vemos que es el mejor
posicionado en servicios de cuidados al menos hacia la primera
infancia”, agregó.
Entre otros, CABA ofrece servicios a niños, dentro del sistema
educativo, en jardines maternales o de infantes, desde los 45 días
hasta los tres años o cinco años.
“La falencia es enorme es las salas para menores de tres años. El
sistema educativo no lo estipula como una obligatoriedad”, consideró De
León, aunque destacó que hay planes para extenderlos.
Pero aún hay más desafíos con los adultos mayores, cuya creciente
longevidad es un nuevo fenómeno en esta urbe como en el resto de las
ciudades latinoamericanas, y donde el gobierno parte de que lo mejor es
asistirlos sin sacarlos de sus hogares.
El Programa Asistencia al Adulto Mayor ofrece cuidadores a quienes no tengan ingresos suficientes para contratarlos o una cobertura social que lo contemple.
Pero la demanda insatisfecha es aún alta, según estudios del Centro de Investigaciones en Política Sociales Urbanas de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
El plan bonaerense se entrelaza con el nacional programa Cuidadores Domiciliarios, que los capacita y certifica y se apoya en convenios con organismos prestadores como el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados.
“Un gran desafío es la cobertura de este servicio a través de las obras sociales”, señaló De León.
En tanto, en la Municipalidad de Santiago de Chile,
en cuya zona metropolitana residen 7,4 millones de los 18 millones de
habitantes del país, los programas y políticas de cuidado son
coordinados desde su Subdirección de Desarrollo Social, señala un estudio de la Cepal.
Una particularidad positiva está en su política de cuidados a
discapacitados, que contempla la transferencia de conocimientos a los
discapacitados, sus familias y miembros de la comunidad, en una capital
con 26.000 personas con algún tipo de discapacidad, según el último
censo, de 2012.
“Es muy complejo y difícil llegar a todos porque es una comuna
(municipio) muy amplia y con mucha diversidad”, explicó a IPS la
encargada de la Oficina de Discapacidad, María Inés Toro. En 2016,
atendieron a 500 discapacitados, además de quienes participaron en
talleres de capacitación.
Entre otros, ofrecen talleres terapéuticos de arte y de elaboración
de dispositivos a bajo costo para mejorar la cotidianeidad de
discapacitados físicos, en planes que suman a sus familiares, cuidadores
y estudiantes.
También funcionan talleres de yoga para familiares y cuidadores de
discapacitados porque “cuando hay una persona con discapacidad se afecta
todo su círculo”, destacó Toro.
Otra terapia ensalzada por los beneficiarios es la equinoterapia.
IPS compartió con madres, kinesiólogos, terapeutas y trabajadores
sociales que participaban en Club de Huasos Gil Letelier en una sesión
de tratamiento de niños autistas, entre otras enfermedades mentales,
físicas y sensoriales.
“Mi niño es hipotónico. Lleva cuatro sesiones aquí. He visto muchos
logros por lo que le transmite el caballo que tiene muchos beneficios.
Esto le está activando la musculatura, la columna, está más recta y he
visto que está un poco más tranquilo, porque él es muy nervioso”, contó
esperanzada Mili Lisa, madre de Matías, de 4 años.
Virgina Armaza, madre de Felipe Pérez, de 37 años, relató que “es
autista con una epilepsia. Está dado de alta de sus crisis convulsivas,
pero su epilepsia le dejó secuelas como la agresividad y la
discapacidad”.
“Toca al caballo y eso le va sirviendo en lo emocional, lima sus
tristezas, sus duelos. Como no tiene lenguaje, no sé qué pasa por su
cabeza. Y todas esas emociones las exterioriza en las crisis
agresivas. Yo lo baño, pero acá anda solo con su caballo, aunque con un
voluntario que lo ayuda y lo cuida”, aseguró.
“Son terapias que generan un impacto en las personas y en su entorno.
Hablamos de padres que vienen a agradecer que sus hijos no se sentaban y
que hoy, tras tres sesiones arriba de un caballo, lo hacen. Son
cambios y logros súper importantes en los niños y sus familias”,
resumió Toro.
Editado por Estrella Gutiérrez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario