Rosaura Ruiz y Bruno Velázquez
Dos son los motivos que nos llevan a presentar esta reflexión: los datos arrojados por el Censo de Población y Vivienda 2010 realizado por el INEGI, dados a conocer recientemente, y el que este 2011 se cumplen 90 años de la creación de la Secretaria de Educación Pública. Según los datos del INEGI, 92.4% de la población mexicana de 15 años o más sabe leer y escribir, es decir que 7.6% de este sector poblacional es analfabeta.
Lo anterior es motivo de preocupación y para nada es un dato reconfortante o que hable bien de los esfuerzos realizados por nuestros gobernantes en este rubro. Viene al caso recordar que la UNESCO define como analfabeta funcional a una persona mayor de 15 años que, más allá de que tenga la capacidad de leer y escribir, no ha cubierto al menos 4 años de educación básica o ha abandonado el sistema educativo. Entonces, cabría preguntarnos ¿cuántos analfabetas funcionales hay en México?
En números crudos tenemos que este 7.6% de la población mexicana representa a seis millones de analfabetas, pero apegándonos a la definición de la UNESCO arriba mencionada, habría que contar a otros diez millones de personas que no concluyeron la primaria y a otros diecisiete millones que truncaron la educación secundaria. Tampoco podemos olvidar que en 2009 alrededor de setecientos mil niños y jóvenes abandonaron la primaria y la secundaria por distintas razones, preponderantemente por padecer, junto con sus familias, de pobreza y falta de oportunidades.
Entonces, más allá de que las cifras del INEGI parecieran prometedoras para un optimista radical, la realidad nos demuestra que, si sumamos el número de analfabetas en nuestro país más los que padecen rezago educativo, la cifra resultante es devastadora: 33 millones de mexicanos padecen de analfabetismo funcional. A esto habría que agregar que la bajísima calidad de la educación que reciben los niños y jóvenes de las escuelas públicas en México los puede orillar a engrosar, en el futuro próximo, la cifra de los mexicanos en esta situación.
Lo anterior se ve en los pobres resultados obtenidos por estos estudiantes en pruebas internacionales como PISA o nacionales como ENLACE. Otro dato revelador es el hecho de que de una lista de 201 países, México ocupa el lugar 103 en cuanto a su tasa de alfabetización, por debajo de Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay y Venezuela, y muy lejos de países que han cubierto 100% dicha tasa como es el caso de Cuba, Finlandia y Polonia. Asentado lo anterior, no cabría menos que esperar y exigir, que este año que la SEP cumple 90 años de existencia y como un digno homenaje al Lic. Vasconcelos, a su visión y a sus esfuerzos históricos por realizar campañas nacionales de alfabetización, la SEP retomara el rumbo y el espíritu de su fundación y se dedicara de lleno a remediar esta vergonzosa situación.
Si así lo hiciera no andaría sola el camino pues serían muchos los mexicanos y las instituciones que seguramente nos uniríamos a este esfuerzo. Es sabido que un país con un pueblo ignorante desperdicia sus recursos, permite la deshonestidad, la intolerancia y fácilmente se corrompe; es sabido también que para lograr erradicar la pobreza, la desigualdad, impulsar el desarrollo nacional y crecer como país se necesita invertir en educación, ciencia y tecnología. Pues entonces empecemos por lo primero: alfabetizando y permitiendo que 100% de las y los mexicanos tengan acceso a una educación de calidad y a mejores posibilidades de desarrollo.
*Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Lo anterior es motivo de preocupación y para nada es un dato reconfortante o que hable bien de los esfuerzos realizados por nuestros gobernantes en este rubro. Viene al caso recordar que la UNESCO define como analfabeta funcional a una persona mayor de 15 años que, más allá de que tenga la capacidad de leer y escribir, no ha cubierto al menos 4 años de educación básica o ha abandonado el sistema educativo. Entonces, cabría preguntarnos ¿cuántos analfabetas funcionales hay en México?
En números crudos tenemos que este 7.6% de la población mexicana representa a seis millones de analfabetas, pero apegándonos a la definición de la UNESCO arriba mencionada, habría que contar a otros diez millones de personas que no concluyeron la primaria y a otros diecisiete millones que truncaron la educación secundaria. Tampoco podemos olvidar que en 2009 alrededor de setecientos mil niños y jóvenes abandonaron la primaria y la secundaria por distintas razones, preponderantemente por padecer, junto con sus familias, de pobreza y falta de oportunidades.
Entonces, más allá de que las cifras del INEGI parecieran prometedoras para un optimista radical, la realidad nos demuestra que, si sumamos el número de analfabetas en nuestro país más los que padecen rezago educativo, la cifra resultante es devastadora: 33 millones de mexicanos padecen de analfabetismo funcional. A esto habría que agregar que la bajísima calidad de la educación que reciben los niños y jóvenes de las escuelas públicas en México los puede orillar a engrosar, en el futuro próximo, la cifra de los mexicanos en esta situación.
Lo anterior se ve en los pobres resultados obtenidos por estos estudiantes en pruebas internacionales como PISA o nacionales como ENLACE. Otro dato revelador es el hecho de que de una lista de 201 países, México ocupa el lugar 103 en cuanto a su tasa de alfabetización, por debajo de Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay y Venezuela, y muy lejos de países que han cubierto 100% dicha tasa como es el caso de Cuba, Finlandia y Polonia. Asentado lo anterior, no cabría menos que esperar y exigir, que este año que la SEP cumple 90 años de existencia y como un digno homenaje al Lic. Vasconcelos, a su visión y a sus esfuerzos históricos por realizar campañas nacionales de alfabetización, la SEP retomara el rumbo y el espíritu de su fundación y se dedicara de lleno a remediar esta vergonzosa situación.
Si así lo hiciera no andaría sola el camino pues serían muchos los mexicanos y las instituciones que seguramente nos uniríamos a este esfuerzo. Es sabido que un país con un pueblo ignorante desperdicia sus recursos, permite la deshonestidad, la intolerancia y fácilmente se corrompe; es sabido también que para lograr erradicar la pobreza, la desigualdad, impulsar el desarrollo nacional y crecer como país se necesita invertir en educación, ciencia y tecnología. Pues entonces empecemos por lo primero: alfabetizando y permitiendo que 100% de las y los mexicanos tengan acceso a una educación de calidad y a mejores posibilidades de desarrollo.
*Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
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