Revista Humanum
Adital
Por Alfredo González Reyes
La reciente publicación del
documento "A New Global Partnership: Eradicate Poverty and
Transform Economies through Sustainable Development” por parte del Panel de Alto Nivel para la Agenda Post-2015 trajo
diversas reacciones. Cada uno/a ha tenido su opinión sobre si el enfoque es el
correcto, si faltaron o sobraron cosas, etc. Esta es mi reacción, bastante
tardía para la coyuntura, pero creo que pertinente dada la importancia del tema
que voy a subrayar. En mi caso, voy a señalar muy brevemente un tema de esos
que, creo, deberían ser considerados con mayor cuidado si lo que vamos a buscar
incorporar en esta nueva agenda para el desarrollo son aquellos temas que
tengan el mayor alcance posible como "detonadores de más desarrollo”. El
tema es el de la violencia sexual.
La publicación del Panel incluyó una serie de "nuevos objetivos” de desarrollo que más que
constituir una propuesta formal, parecen tener el propósito de estimular la
discusión sobre lo que podrían acordar eventualmente los Estados miembros de la
Asamblea General de la ONU, en un proceso que dará inicio formal en Septiembre
de 2013. Entre esos objetivos se encuentra el de "Empoderar a niñas y mujeres y
alcanzar la equidad de género”, y el de "Asegurar sociedades estables y
pacíficas”. El primero de estos retoma la visión ya incluida en los todavía
vigentes Objetivos de Desarrollo del Milenio, mientras que el segundo reivindica a muchas voces que con toda razón
han visto en la inestabilidad y el conflicto uno de los principales obstáculos
para el desarrollo en muchos lugares del mundo.
Pues bien, como seguramente
sucede en muchos otros casos de forma similar, es justamente en el cruce entre
esos dos objetivos que se pierde una de esas cosas que pueden ser entendidas
como "detonadores de más desarrollo”, si son propiamente atendidas, o en sentido
contrario, como multiplicadores de obstáculos al propio desarrollo: la
violencia sexual. Y no es que el tema pase completamente desapercibido; de
hecho, el objetivo propuesto por el Panel sobre equidad de género incluye como
primera meta el "Prevenir y eliminar todas las formas de violencia hacia las
mujeres y las niñas”, mientras que el que tiene que ver con estabilidad y paz
incluye como una de sus metas "…eliminar todas las formas de violencia hacia
los niños”. Pero aún así entre ambos no alcanzan a tocar el tema que aquí me
interesa. Sobra decir, por cierto, que conozco y concuerdo con la idea de evitar los
arbolitos de navidad, donde cada uno cuelga lo
que quiere que se incluya en la agenda post-2015 y ésta termina siendo algo
inmanejable. Estoy aquí nomás trayendo un tema que me parece fundamental.
Cito fielmente de aquí en
adelante un compendio de la evidencia sistemática que existe sobre el tema para
América Latina y el Caribe, titulado "Violencia
sexual en Latinoamérica y El Caribe: Análisis de datos secundarios”, publicado por la Sexual
Violence Research Initiative.
La violencia sexual puede
entenderse como "todo acto sexual, la
tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales
no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro
modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona,
independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito,
incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.
¿Qué tan extenso es el
problema de la violencia sexual en la región?
El documento antes mencionado
deja claro que la propia naturaleza del problema y la diversidad de
metodologías utilizadas para capturarlo dificultan tener información certera
sobre el mismo, pero da algunas cifras que ilustran su gravedad, para distintos
países de América Latina y el Caribe:
• Violencia sexual contra
mujeres por parejas íntimas del sexo masculino: entre 5% y 47% de las mujeres
sostuvieron relaciones sexuales forzadas alguna vez en su vida; entre 2% y 23%
sufrieron esto en el año previo a ser entrevistadas.
• Violencia sexual contra
mujeres y niñas infligida por personas distintas a la pareja (en la mayoría de
los casos por conocidos de la sobreviviente): desde 5% hasta 33% de las mujeres
y niñas.
• Abuso sexual de niñas y
adolescentes del sexo femenino: desde 5% hasta 40% de las niñas y adolescentes.
• Iniciación sexual forzada
entre niñas: desde 3% hasta 24% de las niñas.
• Relaciones sexuales
forzadas sin protección y maternidad: existe evidencia cualitativa, sin cifras
exactas.
• Trata y explotación
sexual: América Latina como región de origen, y Estados Unidos, Japón y Europa
occidental como principales destinos; se estima que en algunos países
latinoamericanos la cifra de mujeres víctimas alcanzan la cifra de 50 mil.
• Violencia sexual y
migración: alrededor de 60% de mujeres migrantes en la frontera
Guatemala-México ha declarado haber sufrido algún tipo de abuso sexual.
• Acoso sexual en el lugar
de trabajo: entre 16% y 52% de las mujeres.
• Situaciones de emergencia
y de conflicto/posconflicto: aunque sin cifras certeras, existe evidencia clara
de violencia sexual contra mujeres y niñas en este tipo de situaciones.
• Violencia sexual contra
hombres y niños: aunque en principio la violencia sexual contra hombres y niños
suele ser percibida como menos frecuente, se ha encontrado que entre 3% y 54%
de los hombres han sufrido alguna forma de violencia física alguna vez en su
vida.
¿Por qué la eliminación de
la violencia sexual nunca va a estar entre ningunos objetivos de desarrollo en
la región latinoamericana a pesar de su importancia y la gravedad de sus
consecuencias? Básicamente porque el silencio es la primera reacción ante el
problema, tanto de quienes lo han sufrido como de quienes le rodean, y esto parece ser particularmente cierto cuando el acto de violencia
sexual ha ocurrido en la infancia. No existen cifras sobre qué porcentaje de
sobrevivientes de violencia sexual hablan a otra persona sobre lo que les ha
ocurrido, pero evidencia cualitativa indica que los pocos que llegan a hacerlo
suelen acercarse a algún familiar (típicamente la madre), alguna amistad o
algún/a vecino/a. En cuanto al reporte oficial de los hechos frente a las
autoridades, la información que se tiene para unos cuantos países sugiere que
apenas entre 1% y 10% de los hechos de violencia sexual es reportado a la
policía en América Latina y el Caribe.
¿Cuáles son los motivos por
los cuales las niñas y mujeres no denuncian los actos de violencia o no buscan
ayuda? (parece no haber evidencia particular sobre
los hombres). De mayor a menor importancia:
• Estigma, vergüenza y
temor a la discriminación y al rechazo de la familia, la comunidad o la pareja,
pues haber sufrido de violencia sexual llega a ser visto como algo vergonzoso o
que deshonra a la sobreviviente a los ojos de los demás.
• Temor a represalias del
perpetrador, contra la sobreviviente o contra sus hijos/as.
• Sentido de culpa, pues a
menudo familia y comunidad culpan a la mujer por el acto de violencia sexual
que ha sufrido bajo la noción de que no se resistió lo suficiente –e incluso,
agrego yo, en ocasiones se cree que la propia sobreviviente de algún modo
"provocó” el incidente con su comportamiento.
• El camino hacia denunciar
la violencia es demasiado complicado, peligroso o tiene poca probabilidad de
ser beneficioso, debido a la falta de confianza en las autoridades.
• Falta de apoyo de la
familia y amistades, pues en muchos casos, las sobrevivientes creen que su
familia y amistades no les creerían o no las apoyarían si ellas les revelaran
sus experiencias de violencia sexual, especialmente si el agresor es un
conocido.
Si el desarrollo es
sinónimo de libertad, según sugiere la perspectiva del desarrollo humano, es
fácil ver por qué combatir la violencia sexual puede ser uno de esos
"detonadores de más desarrollo”. Ya para terminar, y sólo
por si acaso, en lugar de enumerar los profundos efectos físicos, psicológicos
y emocionales de corto y largo plazo que la violencia sexual puede tener en
un/una sobreviviente, les recomiendo un breve
testimonio que, de verdad, no tiene desperdicio.
[Boletín: Nº 65 - 02
Julio 2013].
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