Por Sandra Chaher
COMUNICAR IGUALDAD- Como dijimos en este mismo espacio hace unos días, los asesinatos de mujeres no son privativos de
Sin embargo, con el asesinato de Angeles Rawson hubo un ensañamiento especial. En la mencionada columna de hace unos días esbozamos algunas hipótesis sobre el por qué de esta atención mediática sobre un caso ocurrido en un barrio céntrico de la ciudad. En ésta nos vamos a detener en cómo fue esta cobertura hasta que se llegó al clímax del viernes último con las publicaciones de Muy.
Hay cada vez más probabilidades de que el asesinato de Angeles Rawson sea un feminicidio, pero aún la justicia no dio su opinión al respecto, con lo cual una buena práctica periodística sería no hablar aún de un asesinato por razones de género. Si el asesino finalmente es el encargado del edificio, como parecen indicar hasta la fecha la mayoría de las pruebas, y si el asesinato hubiera sido el resultado de su abuso de poder porque ella lo rechazó –como parece indicar la reconstrucción de los hechos- sí estaríamos frente a un feminicidio. Pero así como se suele pedir el respeto a las víctimas y a sus familiares –no publicando fotografías como las que hizo públicas Muy, pero también evitando detalles, direcciones, nombres, que pueden afectar también a las personas allegadas que están vivas- de la misma manera se debe mantener la cautela sobre el o los posibles victimarios hasta que la justicia se expida.
El asesinato de Angeles fue cubierto en las últimas semanas, en particular por los medios de comunicación audiovisuales, con un nivel de detalle y morbosidad que de ninguna manera eran necesarios para el logro del objetivo de la información como medio de comunicación social que debe mantener informada a la población. Para esto, habrían bastado breves comentarios a lo largo de estas semanas informando qué avances iba haciendo públicos la justicia sobre la investigación. Las especulaciones sobre qué habría sucedido, infidencias sobre la orientación de la causa judicial, intento de mostrar emociones de familiares y amigas/os, comentarios sobre la vida de las personas involucradas, entre otros recursos a los que apelaron los medios, no eran necesarios. Con ninguna de estas estrategias se logró que la población estuviera más informada; por el contrario, la abundancia de versiones y especulaciones tiende a crear confusión. Tampoco aporta la “información al instante”: Angeles ya está muerta, como mucho la justicia logrará hallar al culpable y si se trata efectivamente de un feminicidio y la justicia puede fallar con visión de género, la desigualdad social y cultural entre mujeres y varones quedará relevada en el fallo.
El diario Público de España, que se comprometió hace varios años a cubrir los casos de violencia con perspectiva de género, y para eso publicó un Decálogo para informar sobre violencia de género, resolvió –entre otras medidas para evitar una cobertura sensacionalista y morbosa- no abundar en detalles sobre los casos en los días posteriores a que sucediera el incidente – ya sea maltrato o feminicidio-, debido a la enorme cantidad de contradicciones, confusiones e información sesgada que circula en estos primeros momentos, y en cambio publicar las sentencias completas, o los detalles integrales del caso, una vez que la justicia hubiera fallado. La pregunta del millón: ¿a la gente le interesa leer esas producciones periodísticas que escapan al morbo y apuntan a la comprensión integral del hecho? La respuesta que dan desde Público es que esos monográficos con información cobre las sentencias tuvieron bastante audiencia.
Una estrategia periodística que abundó en la cobertura del asesinato de Angeles fue la entrevista a familiares, personas conocidas y amigas y amigos, tanto de ella como del encargado del edificio que es el principal sospechoso. Esta consulta es una de las estrategias que piden erradicar buena parte de los manuales y decálogos sobre violencia de género; entre otras razones, porque al ser la violencia de género un problema social que tiene que ver con la desigualdad estructural presente entre mujeres y varones en la sociedad, se generan alrededor de víctima y victimario recursos y estrategias de protección y culpabilidad que solemos tener incorporadas como parte de la violencia simbólica inherente a las sociedades patriarcales.
Los hombres que ejercen violencia de género no son monstruos, personas anormales que van maltratando a mujeres y eventualmente las asesinan. No hace falta ser un asesino serial para ser un feminicida. Pueden llevarse bien con el vecindario, ser personas en general amables –como muchas vecinas y vecinos del edificio de Angeles describieron estos últimos días al encargado-, que un día abusan por demás del rol privilegiado que como varones tienen en la sociedad. Hay un permiso de abuso sobre el cuerpo y la psiquis de las mujeres que socialmente está legitimado y naturalizado para los varones. Por eso es difícil “ver” en un varón aparentemente común a un posible feminicida. Porque la sociedad nos entrena para tolerar la violencia masculina como parte del paisaje cotidiano.
La publicación de las fotografias del cuerpo de Angeles Rawson masacrado pusieron en tensión dos derechos que venían jugándose desde el principio de la cobertura del caso: hasta qué punto la “libertad de expresión” que los medios invocan para sus coberturas atenta contra el derecho a la no discriminación de las personas cercanas a Angeles cuya intimidad fue violada por esta publicación y su reproducción en muchísimos otros espacios de información y comunicación además de Muy. Estos derechos, en tensión desde hace muchísimos años, reeditan su conflicto casi diariamente en los medios de comunicación en la medida en que éstos no cumplen con su objetivo de comunicar con responsabilidad y fomentan el morbo y el sensacionalismo.
La publicación de Muy fue ampliamente repudiada. Desde el viernes fueron conocidos comunicados de rechazo desde la sociedad civil y desde los organismos que deben velar por la comunicación como servicio social y como derecho humano a partir de la sanción en 2009 de
En Argentina no existen organismos del Estado ante los cuales denunciar la violencia mediática generada por medios de comunicación gráficos o digitales (como sí sucede en radio y televisión), a excepción de los avisos de oferta sexual, con lo cual la revista Muy no recibiría sanciones por la vulneración de derechos cometida, a menos que haya particulares que le inicien una causa ante la justicia.
¿Alcanzará la sanción social que tuvo la publicación de estas fotos para evitar repeticiones en otros casos? Semanas atrás, los diarios de Misiones publicaron las fotografías del cuerpo desnudo de Taty Piñeiro, asesinada un año atrás, y no se generó el mismo revuelo. Volvemos al centralismo porteño.
Ojalá el rechazo a la publicación de Muy sirva para generar sensibilidad y conciencia entre la población y entre quienes comunican sobre la innecesaria y nociva estrategia de este tipo de publicaciones. Y ojalá también sirva para reflexionar sobre la pésima cobertura que se está haciendo en general de este asesinato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario