Suya es la cita tal vez más repetida de la historia del activismo: “las herramientas del amo nunca destruirán la casa del amo”. Pero también otras, más incómodas, que cuestionan los cimientos de un feminismo construído sobre los restos de una supremacía racial de la que aún no nos hemos acabado de desprender. “Porque soy una poeta negra que hace su trabajo, vengo aquí a preguntarte: ¿Estás tú haciendo el tuyo?”
La figura de Audre Lorde ocupa, por varias razones, un lugar central
en el feminismo contemporáneo. Primero porque es, junto con Angela
Davis y bell hooks, una de las voces fundamentales del feminismo
afroamericano, precursora, desde los márgenes de la academia, desde la
legitimidad que le da su propia historia, de la llamada crítica decolonial.
Segundo porque, pese a estar firmemente arraigada en los
acontecimientos que convulsionaron la sociedad norteamericana en las
décadas de los sesenta y setenta (el movimiento de los derechos
civiles, las revueltas raciales, la aparición de los Black Panthers, de
Malcom X y Martin Luther King, la emergencia de la contracultura y el
despertar de la segunda ola feminista), la suya es una voz
imperecedera. Una voz que va al centro del conflicto, para nombrarlo.
“Como mujeres, algunos de nuestros problemas son comunes, otros no.
Vosotras, las blancas, temeis que al crecer vuestros hijos varones se
sumen al patriarcado y testifiquen contra vosotras. Nosotras, en
cambio, tememos que a los nuestros los saquen de un coche y les
disparen a bocajarro en plena calle, mientras vosotras dais la espalda
a las razones por las que están muriendo.”
Ante todo poeta pero también ensayista, profesora de literatura y
conferenciante, Lorde es autora de una docena de libros. Creció en
Harlem en la década de los treinta, trabajó de bibliotecaria, fue madre
de dos hijos, se divorció, empezó a escribir. “Tenía que encontrar una
forma de expresar mis sentimientos. Solía memorizar mis poemas. Los
decía en voz alta, no los escribía.” Se enamoró de la mujer que sería
su pareja para el resto de la vida en una residencia para escritores en
Mississipi, a la que llegó aterrorizada y de la que regresó convertida
en autora. Murió en 1992 tras una década de lucha contra el cáncer,
dejando tras de sí una obra profunda y cercana, de alcance
multiplicador.
En los círculos feministas de tradición occidental, su obra sigue siendo poco conocida
El próximo 20 de junio se presenta en el Ladyfest de Madrid el documental “Audre Lorde. The Berlin Years, 1984 to 1992”
de Dagmar Schultz, que retrata los últimos años de su vida y su
influencia en toda una generación de feministas negras europeas. Pero
aquí, y en general en los círculos feministas de tradición occidental,
su obra sigue siendo poco conocida. Las citas recogidas a continuación
provienen todas de Sister Outsider, su emblemática
recopilación de artículos y discursos publicada por primera vez en 1984
y re-editada en 2007 (Traducido al español por María Corniero
Fernández: “La hermana, la extranjera”, editorial Horas y horas, 2003)
“Muchas mujeres blancas están empeñadas en ignorar lo que nos distingue.”
En uno de los texto centrales de Sister Outsider, ‘Age, Race, Class and Sex: Women Redefining Differences’ de
1980, Lorde da su particular visión de la teoría de la
interseccionalidad. “Cuando las mujeres blancas ignoran el privilegio
que supone ser blanca en una sociedad racista y definen a todas las
mujeres únicamente en base a su propia experiencia, las mujeres de Color[1]
nos convertimos en “las otras”, unas extrañas cuya experiencia es
demasiado ajena para ser comprendida. Un ejemplo es la significativa
ausencia de la experiencia de las mujeres de Color en los estudios de
género. A menudo, la excusa es que la literatura de las mujeres de
Color solo puede ser enseñada por mujeres de Color y que es difícil de
entender porque proviene de experiencias “demasiado diferentes”. He
escuchado este argumento en boca de mujeres blancas que, sin embargo,
no tienen ningún problema en enseñar el trabajo proveniente de
experiencias de vida tan dispares como las de Shakespeare, Molière,
Dostoievsky o Aristófanes.”
Al analizar las diferentes experiencias de las mujeres negras y
blancas en la sociedad estadounidense, Lorde insiste en la necesidad de
pensar las divisiones de género en conjunción con otras categorías de
exclusión, que den cuenta de las muchas variables que definen la
posición de cada una de nosotras. “La palabra sororidad”, dice,
“presupone una homogeneidad de la experiencia que en realidad no
existe. En el sistema patriarcal, los mecanismos que nos neutralizan no
son iguales. Para las mujeres Negras es fácil verse utilizadas en
contra de los hombres Negros, no por su condición de hombres, sino por
su condición de Negros. Nosotras debemos en todo momento distinguir
entre las necesidades de nuestros opresores y nuestros propios y
legítimos conflictos, como mujeres, al interior de nuestras
comunidades. Este problema no existe para las blancas.”
“La palabra sororidad presupone una homogeneidad de la experiencia que en realidad no existe”
Además, a las mujeres blancas se les ofrece “un gran abanico de
opciones y recompensas a cambio su identificación con el poder
patriarcal”. Para ellas, dice Lorde, es más fácil creer que “si eres lo
bastante buena, lo bastante guapa, lo bastante dulce, lo bastante
discreta, si enseñas a los niños a comportarse, si odias a las personas
adecuadas y te casas con el hombres adecuado, te será permitido
co-existir en el patriarcado en relativa paz; al menos hasta que un
hombre necesite tu trabajo o haga su aparición el violador de la
esquina.” Pero, insiste, esta posibilidad tampoco se da para las
mujeres negras “Para nosotras, la vida entera está teñida de violencia.
No solo nos enfrentamos a ella en la primera línea de frente, o a
medianoche en callejuelas oscuras, o en los lugares donde nos atrevemos
a expresar nuestra resistencia. La violencia es el tejido de nuestra
vida.”
¿Pero qué implica entonces la diferencia entre las mujeres para la
lucha de las mujeres? ¿Cómo construir un espacio común si el lugar que
ocupamos no es, ni puede ser, el mismo? ¿Cómo pueden las herramientas
de una sociedad patriarcal y racista servir para examinar los frutos de
ese mismo patriarcado racista? Estas son las grandes preguntas que
atraviesan la obra de Lorde. “Lo que no separa no son nuestras
diferencias, sino la resistencia a reconocer esas diferencias y
enfrentarnos a las distorsiones que resultan de ignorarlas y
malinterpretarlas. Cuando nos definimos, cuando yo me defino a mí
misma, cuando defino el espacio en el que soy como tú y el espacio en
el que no lo soy, no estoy negando el contacto entre nosotras, ni te
estoy excluyendo del contacto – estoy ampliando nuestro espacio de
contacto.”
“Una opresión no puede justificar otra.”
Pero no solo está el racismo de las mujeres blancas. También el
sexismo de los hombres negros, que acusan a sus hermanas de debilitar
su lucha común, la lucha por la igualdad racial. En ‘Sexism: An American Disease in Blackface’ de 1979, Lorde articula su respuesta a los ataques provenientes de la propia comunidad afroamericana:
“Las mujeres negras hablamos como mujeres porque somos mujeres y no
necesitamos a nadie que hable en nuestro nombre. Hay cuestiones
particulares que afectan a nuestras vidas como mujeres negras, y hablar
de ellas no nos hace menos negras. ¿Por qué debemos absorber la rabia
de los hombres negros en silencio? ¿Por qué su rabia es más legítima
que la nuestra? La ausencia de un punto de vista razonable y articulado
de los hombres negros sobre estas cuestiones no es responsabilidad
nuestra. Son los hombres negros quienes deben tomar conciencia de que
el sexismo y la misoginia son disfuncionales para su liberación porque
provienen de la misma constelación que el racismo y la homofobia.”
“De lo que más me arrepiento es de mis silencios” declaraba Lorde a
finales de los setenta, desde la tribuna de una conferencia sobre
literatura y lesbianismo que más tarde daría pie a su texto ‘The Transformation of Silence Into Language And Action’.
“En la causa del silencio, cada una de nosotras lleva en la cara la
imagen de su propio temor: temor al desprecio, a la censura, a los
juicios, a la aniquilación. Pero sobre todo, temor a la visibilidad.
Las mujeres negras siempre hemos sido, por un lado, muy visibles, y por
otro, hemos estado invisibilizadas como consecuencia de la
despersonalización del racismo.”
“Las mujeres negras hablamos como mujeres porque somos mujeres y no necesitamos a nadie que hable en nuestro nombre”
“Hay muchas formas en las que soy vulnerable y no puedo evitarlo. No
voy a hacerme aún más vulnerable poniendo armas de silencio en manos de
mis enemigos.” Y al otro lado del silencio, para Lorde, está la poesía.
“La calidad de la luz con la que analizamos nuestras vidas tiene un
impacto directo en lo que vivimos. En esa luz se forman nuestras ideas.
Eso es lo poético, entendido como iluminación. Por eso debemos aprender
a respetar nuestros sentimientos y trasladarlos a un lenguaje en el que
puedan ser compartidos.”
En una entrevista con Adrienne Rich, Lorde confesará que, hasta la publicación de ‘Poetry Is Not A Luxury’,
uno de sus textos más bellos, en 1977, no había sido capaz de escribir
en prosa. “No podía. Comunicar pensamientos profundos en bloques
lineales, sólidos, era superior a mí. Veía el pensamiento como un
proceso misterioso, del que desconfiaba, pues había visto cometer
muchos errores en su nombre, y había llegado a no respetarlo. Además,
me daba miedo porque había convicciones incuestionables, a las que
había llegado en relación con mi vida y mis sentimientos, que
desafiaban la razón. No quería perderlas porque eran demasiado
preciosas para mí, eran mi vida. Pero tampoco podía analizarlas porque
no producían el tipo de sentido que me habían enseñado a esperar de los
procesos de entendimiento. Eran cosas que yo sabía pero que no podía
nombrar.”
“La poesía ha sido la voz de los pobres, de la clase trabajadora y
de las mujeres de Color. Para escribir prosa se necesita una habitación
propia, pero también grandes cantidades de papel, una máquina de
escribir y mucho tiempo. Cuando hablamos de una gran cultura de
mujeres, debemos ser conscientes del efecto que la clase y las
diferencias económicas tienen en el arte que producimos.” En ‘Poetry Is Not A Luxury’
Lorde se enfrenta por fin a esos “bloques de pensamiento lineal” y se
explica a sí misma su particular posición como poeta. “Los padres
blancos nos dicen: pienso, luego existo. Pero la madre negra que
llevamos dentro -la poeta- nos susurra en nuestros sueños: siento,
luego puedo ser libre. La poesía es esa destilación de la experiencia,
con la que damos nombre a lo que aún no lo tiene, para poderlo pensar.”
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