2/09/2017

Ser o no ser




Bienaventurados los pobres porque saben,
que no ha de quererlos nadie por sus riquezas
 Serrat

Podemos decir que, la historia de las Constituciones en el mundo está marcada por dos cosas: El Humanismo y El Capital. No podemos negar que la historia de las revoluciones comienza en Europa, pero no podemos soslayar que, las revoluciones – reales o no – se dieron en América, como ejemplo, la llamada Independencia de México, que culmina con la frase de Iturbide al firmar el Tratado de Córdoba: “Justo es que desatemos el nudo sin romper la cuerda”.
Pero la primer Constitución no nació en América, sino en Europa, pese a eso, la lucha entre liberales y conservadores, se dio de manera encarnizada, al menos de eso hay constancia, entre los seguidores y detractores de uno y otro lado.
Los muertos durante la primera guerra de México fueron muchos, los héroes, otro tanto pero, los mártires fueron demasiados, aún para nuestros días. Las muertes de Hidalgo y Morelos durante la guerra intestina llamada de Independencia marcaron la diferencia entre quienes querían y quienes no, la libertad de la corona de España para con la más grande colonia en el “Nuevo Mundo”.
Pero en todo esto se disiparon dudas, dos grupos principales se disputaron el poder: Liberales y Conservadores, es decir: Los Masones y la Iglesia Católica. Por fortuna, en esos momentos, la logia Ecclesia comenzaba a cobrar fuerza al interior del grupo intelectual con más arraigo entre la población, es decir: El Clero.
Los masones lograron la casi extinsión de la Compañía de Jesús, principal opositora a la independencia y principal dique contra el luteranismo en Europa, sobre todo porque, los jesuitas, educaban a la sociedad basándose en un modelo humanista que, con el transcurso del tiempo, fue perdiéndose por permitir un pensamiento liberal que terminaría por sembrar el germen de la libertad.
Así surgió una primera Constitución en México, en la época cuando la masonería en México alcanzó grandes dimensiones y el país sufría una de muchas invasiones por parte de europeos que veían en nuestro territorio, una gran oportunidad para conservar grandes riquezas y poder.
Hasta que, finalmente, cien años después hubo otra guerra intestina que llamaron Revolución, donde los caudillos defendían el derecho de la gente a tener tierra propia y libertad, como fue el grito de Zapata, que muriera asesinado en la hacienda de Chinameca, por el poder que tenía gracias a sus ideas liberales. Por otra parte, en lo que la legislatura terminaba de redactar los 131 artículos de nuestra Carta Magna, Doroteo Arango moría, también en una emboscada.
Corrió mucha sangre para que los mexicanos tuviéramos una Constitución, pero sobre todo, mucha sangre se derramó para que, los derechos humanos fundamentales del hombre a la vida, el techo, el sustento, vestido y la libertad, cimentaran lo que hoy conforma la carta universal de los Derechos Humanos, en 131 artículos que le dan al país soberanía sobre el territorio y un orden entre los individuos que lo conforman.
Desafortunadamente, hoy el país se encuentra en una encrucijada donde, lo que menos se quiere es más derramamiento de sangre, una vida justa e igualitaria pero sobre todo, una verdadera soberanía sobre los bienes de nuestro país que, gracias a la corrupción imperante y que encabeza el grupo Atlacomulco y su títere Enrique Peña Nieto desde la presidencia de la República, está llevando a México a uno de los que pudieran ser, peores colapsos en la historia de un país que ha luchado por su soberanía, prácticamente desde la fundación del territorio conocido como: Nueva España y del cual, según el tratado de Córdoba, nunca se dio…
Carlos Morales Tapia. Periodista Independiente en el Estado de Veracruz.

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