CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Como lo hizo desde su campaña y en el arranque de su
gobierno, Donald Trump sigue con su estrategia de agarrar a México
como su costal de entrenamiento para mantenerse en el ring en una pelea
donde lo mismo lanza golpes contra mexicanos que contra alemanes,
australianos, árabes y todo aquel que se cruce en el camino.
Pero
cuando ya no aguanta el golpeteo el presidente Trump recula y se saca
del guante algún golpe bajo que, sin embargo, pierde su efectividad
porque se topa con la pared del sistema de justicia, el Congreso, los
medios y la sociedad estadunidense que lo ha parado en seco.
Mientras
tanto, en su reiterada idea de construir el muro en la frontera con
México, el equipo de Trump ha salido con la idea de que serán los
cárteles mexicanos de la droga quienes pagarán la construcción de esa
barda fronteriza que nos hace recordar los tiempos en que los imperios
intentaban vanamente protegerse de los enemigos con murallas y fosas
alrededor de sus castillos.
La idea de que sean los recursos
fiscalizados a los cárteles mexicanos los que sustenten los gastos que
implicará la construcción del muro, forma parte de un conjunto de
iniciativas de Trump y su equipo para salir adelante, a como dé lugar,
con sus ambiciosos proyectos. Una de esas ideas igualmente peligrosas es
enviar tropas militares estadunidenses a México para combatir a los
narcotraficantes.
Con estas dos ideas, Trump ha subido a su ring a
los “bad hombres”, a los cárteles de la droga no sólo mexicanos sino de
América Latina y de Estados Unidos que suministran y comercializan los
enervantes que inundan el mercado de consumo más grande en el mundo, el
de los adictos estadunidenses.
Trump ha puesto la mira en los
cárteles de la droga mexicanos y de varios países que han tomado un
poder importante tanto en México como en los Estados Unidos, donde se
lava la mayor parte de las multimillonarias ganancias y desde donde
viene el suministro de armamento.
De ahí que una de las preguntas
necesarias que habría que hacerse es cómo van reaccionar los grupos
criminales estadunidenses, italianos, rusos, mexicanos, colombianos,
peruanos, venezolanos, salvadoreños, etc., cuando se les quieran cortar
las rutas del tráfico y bloquear los circuitos financieros que son donde
se llevan las ganancias estratosféricas.
En el tráfico de las
drogas que se consumen en los Estados Unidos no están únicamente los
grupos criminales mexicanos y latinoamericanos, hay de muchos países que
están involucrados en el trasiego y en el lavado de miles de millones
de dólares.
Difícilmente todos estos grupos se quedarán con los
brazos cruzados viendo que su negocio se acaba o que disminuyen sus
ganancias con medidas migratorias como la construcción del muro o la
intervención del Ejército estadunidense en la guerra contra el
narcotráfico, una medida policiaca militar que en México y en otros
países ya demostró su ineficacia.
Las consecuencias fatales de la
idea de Trump de meter a su loca pelea al crimen organizado o a los
cárteles de la droga podrían tener las peores consecuencias para los
Estados Unidos, un país donde, según su Departamento de Justicia y
Consejo de Relaciones Exteriores, entre 2001 y 2011 los incidentes
relacionados con armas de fuego dejaron 40 veces más muertos que los
ataques calificados por las autoridades de “terroristas”.
Los “bad
hombres”, el crimen organizado, los cárteles de la droga no sólo operan
fuera, sino que están dentro de Estados Unidos y quizá sean los más
importantes y peligrosos porque no se tratan de campesinos como “El
Chapo” Guzmán convertidos en las cabezas de grupos que cosechan,
producen o transportan los enervantes, sino de personajes que forman
parte de los sistemas financieros y bancarios o de la industria del
armamento, cuyo poder sale públicamente sólo cuando se tocan sus
intereses.
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