CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Desprecio. Así de simple ha sido el trato de Donald
Trump a México por más que el gobierno de Enrique Peña disfrace los
encuentros que tuvo esta semana con los encargados de la relación con
nuestro país.
El más desastroso fue el de “la carta” de Peña para
la relación con Washington: el aspirante a canciller Luis Videgaray. Su
visita al secretario del Departamento de Estado, Rex Tillerson, el
miércoles 8, acabó en un maltrato más de la administración Trump. La
visita no mereció ni que fuera mencionada en las actividades del nuevo
jefe de la diplomacia estadunidense, conocido por su cercanía con Rusia.
Dos
funcionarios de la oficina dedicada a México dejaron a Videgaray en la
entrada del Departamento de Estado y un empleado interino, en calidad de
vocero, apenas informó que en el encuentro se habló de justicia,
migración y seguridad.
El mismo miércoles, Tillerson recibió a la
secretaria de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, como
dejó constancia el Departamento de Estado en su página, que también ha
consignado sus encuentros con otros jefes diplomáticos.
Con
Videgaray no hubo ni foto, lo que refrendó la decisión de la
administración Trump de acabar con la relación trilateral iniciada en
1994 con el Tratado de Libre Comercio en América del Norte.
La
oficina de Videgaray en la SRE, en cambio, emitió un comunicado para
decir que junto con el Departamento de Estado seguiría “buscando
soluciones” a las públicas y notorias diferencias entre los dos países.
Videgaray
también se reunió con el secretario de Seguridad Interior, el general
John Kelly, el encargado de Trump para hacer realidad el muro.
Responsable del ingreso de personas y bienes a Estados Unidos, entre
otras tareas, esa oficina estadunidense sí consignó el encuentro con
Videgaray, incluso bajo la retórica de socios, pero subrayando que es
por la seguridad nacional de los Estados Unidos.
El general Kelly
ha sido persistente en cumplir con la decisión de Trump de sellar toda
la frontera. La semana pasada estuvo en la frontera del Río Bravo, en
Texas; y este jueves en Nogales, Arizona; y San isidro, California.
Como
jefe del Comando Sur de Estados Unidos, con jurisdicción en Centro y
Suramérica, hasta el año pasado, Kelly ha sido un activo promotor
también del diseño de lo que podría ser un Plan México en sustitución
del Plan Mérida. http://www.proceso.com.mx/472959/plan-mexico-bajo-la-batuta-trump
La
idea central es que militares estadunidenses participen directa o
indirectamente en el combate al narcotráfico en México, como le mencionó
Trump a Peña.
En su avance para definir cuanto antes la relación
con México, Kelly también conversó, pero por teléfono, con su homólogo,
el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien hasta
ahora había estado ausente en la tormentosa relación. Nada raro, no
tenía tampoco interlocución con el gobierno de Barack Obama.
Después
de la conversación, Osorio, como Videgaray, confiaron en sus
interlocutores. Es más, el titular de Segob dijo que el general Kelly se
sorprendió de lo hecho por México en la cooperación bilateral de
seguridad.
Si el secretario de Gobernación en verdad cree que el
general Kelly no sabía de eso, que lo siga pensando mientras el militar
sigue inspeccionando la frontera para sellarla, ante la contemplación de
todo el aparato de seguridad a cargo de Osorio.
El jefe del
Pentágono, el general James Mattis, también habló por teléfono con sus
homólogos, los secretarios de la Defensa, el general Salvador
Cienfuegos, y el de Marina, el almirante Francisco Soberón, a quienes
Trump les mandó decir que sus hombres no han podido con los
narcotraficantes y les podría enviar soldados estadunidenses.
Por
lo pronto, Trump ya emitió el jueves 9 otra más de sus órdenes
ejecutivas para combatirlos dentro de su territorio, mientras que los
mandos militares mexicanos están por capitalizar la coyuntura para tener
una ley que no sólo legalice lo que están haciendo desde hace una
década, sino para tener más facultades de operación.
Mientras los
hombres de Peña son tratados con displicencia por el gobierno de Trump,
en México se recurre a las marchas, convocadas por peñistas y
antipeñistas, pero separados. Unos para pedir más firmeza, los otros
para pagar favores. La unidad sólo está en los discursos.
Podrán
ser cientos de miles los que salgan a la calle el domingo 12 en
distintas ciudades del país, pero con un Estado tan frágil como el
mexicano, con sus tres poderes debilitados, las movilizaciones serán tan
efectivas como las megamarchas por la seguridad.
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