Trump, Peña Nieto y los muros
Brecha
En lo que fue el final de una semana en extremo tensa en las nuevas relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, el viernes 27 de enero, durante una conversación telefónica privada, el presidente Donald Trump habría maltratado y humillado a su homólogo Enrique Peña Nieto, hasta el punto de hacerlo balbucear. |
Según una versión
confidencial obtenida por la periodista mexicana Dolia Estévez,
acreditada en Washington, Trump le dijo a Peña Nieto: “No necesito a los
mexicanos, no necesito a México, vamos a construir el muro y ustedes
van a pagar les guste o no”. Se quejó incluso del mal papel que está
haciendo el Ejército mexicano en el combate al narcotráfico y lo amenazó
con utilizar la fuerza militar.
Estévez, quien ha cubierto la Casa Blanca durante años y colabora actualmente con la revista Forbes,
aseveró el miércoles 1 que se está engañando al público de ambos países
al presentar la conversación como “armoniosa” y “muy amistosa”. Estévez
dijo que la administración de Trump “no quiere negociar, quiere
confrontar a México”. Otro de los dichos del mandatario estadounidense
habría sido: “Yo realmente ni quería ir a México en agosto pasado”. Y
según Estévez, “ante esa insólita embestida de Trump, Peña no fue firme,
balbuceó”.
Estévez comentó que, pese a lo ocurrido, en México
siguen creyendo en una negociación con el gobierno de Trump. Según el
portal de Aristegui Noticias, la corresponsal en Washington
también mencionó una reunión oculta entre el secretario mexicano de
Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y funcionarios estadounidenses.
La nota fue desmentida por la cancillería mexicana, pero por la tarde
una versión de Vivian Salama, de Associated Press , con base en una
supuesta transcripción de la llamada telefónica entre ambos presidentes a
la que la agencia habría tenido acceso, confirmó el reporte inicial de
Estévez, poniendo énfasis en la amenaza trumpiana de enviar elementos
del Pentágono a territorio mexicano para controlar y detener a los “bad
hombres”, como llama Trump a los criminales y narcotraficantes, debido a
que el Ejército mexicano “está asustado”.
Una versión posterior de la Cnn,
aunque matizada, vino a confirmar que se trató de una estrategia
precisa y una filtración intencionada para liberarla a una periodista
mexicana con conexiones en Washington, a la que después la agencia
estadounidense AP dio solidez y sustento.
Es sabido que el
estratega de la Casa Blanca, Steve Bannon, es un experto en sembrar
mentiras como parte de la guerra propagandística a favor de la derecha
estadounidense. Por otra parte, Trump ha exhibido ante el mundo entero
su estilo hostil y su capacidad para mentir y generar miedo. En su libro
El arte de negociar, de 1987, escribió: “Me gusta provocar a mis
adversarios. Para ver cómo reaccionan; si son débiles, los aplasto, y si
son fuertes, negocio”.
Más allá de su veracidad y del hecho de
que Trump ha agarrado de sparring al débil Peña Nieto, el ríspido
encontronazo fue el colofón de 48 horas de insultos proferidos por
funcionarios de la Casa Blanca, los días 25 y 26 de enero, a los
integrantes de la delegación de alto nivel enviada por el presidente
mexicano a la capital estadounidense.
La misión, encabezada por
Videgaray e integrada entre otros por el secretario de Economía,
Ildefonso Guajardo, vivió un verdadero cuento de terror, ya que según
fuentes periodísticas locales fue sometida a un trato agresivo y
humillante por el jefe del gabinete trumpista, Reince Priebus.
Corolario: el jueves 26 Trump “desinvitó” públicamente a Peña Nieto al
encuentro que ambos sostendrían el 31 de enero, y fue varias horas
después que el mandatario mexicano anunció que cancelaba la visita.
Juegos de enredos y presiones
Si bien el viernes 27 el Boston Globe,
uno de los más influyentes diarios regionales de Estados Unidos,
publicó un excepcional editorial sobre el conflicto, titulado “México
enseña a Trump una importante lección sobre los límites del poder
presidencial”, la decisión de Peña Nieto no se debió a un proceso de
análisis de opciones para alcanzar el mejor objetivo posible para su
país, sino a la acción unilateral de Trump y Priebus.
De acuerdo
con la narración brindada por el propio Videgaray en la residencia
oficial de Los Pinos a legisladores de todos los partidos –a excepción
del Morena (el de Andrés Manuel López Obrador), que decidió no ir–, él y
su comitiva vivieron en Washington “amenazas reales”. El canciller
reconoció que bajo la batuta de Priebus los funcionarios de la Casa
Blanca –entre los que figuraron el consejero de Seguridad Nacional,
Michael Flynn, el estratega en jefe presidencial, Steve Bannon, quien
desarrolló todo el plan electoral racista antimexicano, y el yerno y
asesor de Trump, Jared Kushner– los sometieron a “mucha presión y
hostilidad”. Y agregó: “Hubo mucha agresión (y se llegó) casi al
insulto”. El choque se dio por la insistencia de Trump en que México
tendría que pagar el muro.
Según Videgaray, él llegó solo a las
oficinas ejecutivas de la Casa Blanca hacia las 7 de la mañana del
miércoles 25 para hablar con Kushner, y le dijo que si durante su
discurso de ese día en la Secretaría de Seguridad Territorial Trump
mencionaba que México pagaría por el muro, como había anticipado en la
víspera, la visita de Peña Nieto difícilmente se podría mantener. Cuando
una hora después empezó la reunión bilateral, las discusiones se
tensaron y hacia el mediodía se pusieron peor debido a una declaración
de Trump a Abc News en la que reiteró que México pagaría el muro
fronterizo. Entonces la dinámica de la mesa de negociación cambió: el
encuentro presidencial del día 31 ya no fue la prioridad, y el diferendo
se centró en las opciones por medio de las cuales México pagaría el
muro, tema sobre el que las dos partes tenían posiciones excluyentes.
Según versiones periodísticas filtradas por legisladores que se
reunieron con Videgaray en Los Pinos, el canciller mexicano comunicó a
la presidencia lo que estaba ocurriendo en Washington y pidió al
secretario de Hacienda, José Antonio Meade, información sobre temas
técnicos para responder a sus contrapartes estadounidenses respecto de
las exigencias de pago por el muro. Entre las propuestas manejadas por
Priebus y su equipo estuvo la de imponer un arancel de 20 por ciento a
las importaciones mexicanas.
Del asombro inicial el gobierno de
Peña Nieto pasó a la molestia, y según la crónica de Videgaray, cuando
se dieron las presiones, las agresiones y los insultos, él y su comitiva
estuvieron a punto de irse. La razón que dio para no hacerlo fue que
millones de trabajos en Estados Unidos y México estaban en juego.
Videgaray dijo que Trump había aceptado la propuesta que él le había
hecho a Kushner de que no dijera que México pagaría por el muro cuando
diera a conocer la orden ejecutiva para su construcción en la Secretaría
de Seguridad Territorial, ese mediodía.
En Los Pinos se
interpretó como una moderación del tono. Pero leyeron mal el mensaje
esquizoide de la administración Trump. La cautela de Peña Nieto y sus
asesores resultó tóxica. Y el jueves 26, cuando el presidente mexicano
se estaba despertando en la Ciudad de México, Trump anunciaba vía
Twitter que retiraba la invitación a Peña Nieto, quien de forma reactiva
y tardía dijo que no viajaría a Washington.
Videgaray y Kushner
buscaron tender un puente que evitara una ruptura diplomática, cuyo
resultado fue la llamada telefónica del viernes 27, con el contenido
revelado cinco días después por Dolia Estévez.
Al tomar la
palabra en la reunión con los legisladores en Los Pinos, Peña Nieto
admitió que las relaciones con Estados Unidos se encontraban en un punto
“muy delicado”, pero dijo que su gobierno no podía romper ni permitir
que se rompieran las pláticas. A su vez, el secretario de Economía,
Ildefonso Guajardo, reconoció que había “desconcierto”. Es decir, que el
gobierno de Peña Nieto no tenía una estrategia que definiera cómo
enfrentar el futuro inmediato.
Un modelo trastocado
El conflicto va para largo, pero México ya recibió tres golpes severos.
El primero fue la firma de las órdenes ejecutivas de Trump para
deportar a migrantes mexicanos y retomar la construcción del muro que
desde 1986 se ha venido levantando a lo largo de 1.050 quilómetros, en
la frontera común de 3.200 quilómetros.
El segundo golpe fue el
trato dado a Videgaray; pero no fue una descortesía, fue una trampa. El
mensaje fue que su “amistad” con el yerno de Trump no servía en
Washington, o no tenía el amigo correcto. El chisme en los círculos de
poder cercanos a la Casa Blanca fue que el superhalcón Steve Bannon –el
hombre que difundió las mentiras sobre México durante la campaña y cuyo
portal Brietbart News publicó, cuando Peña Nieto ganó la elección
presidencial en 2012, que estaba vinculado al narcotráfico– derrotó a
Kushner, el yerno del presidente.
El tercer golpe devastador, y
el más grave, dada la investidura de los protagonistas, fue la
reiteración manifestada por Trump a Peña Nieto de que no es amigo de
México, ni piensa ni desea serlo. Esta animadversión ya había sido
manifestada a los editores del Wall Street Journal en noviembre de 2015,
cuando les dijo “honestamente, no me importa México”, y definió a los
mexicanos como “corruptos y tramposos”.
Tras someter a Peña
Nieto, a la clase política mexicana y a sus intelectuales orgánicos a la
mayor prueba externa de estrés, miedo y terror que se haya vivido desde
el siglo XIX, Trump puso además en evidencia el modelo económico al que
han apostado en los últimos 30 años las elites vernáculas: a twitazos
mañaneros desde Washington demostró que el sueño del “México maquilador”
no era tan sólido, y echó de su zona de confort a una oligarquía y una
partidocracia tercermundistas que se han visto pasmadas y paralizadas
porque el paraíso neocolonial que ayudaron a prohijar a través de una
“ventaja competitiva”, esto es, una forma aberrante de esclavitud
moderna (verbigracia, la diferencia abismal entre el sueldo de un
trabajador mexicano de la industria automotriz, que es de 8,24 dólares
por hora, frente al ingreso de su par estadounidense por el mismo
trabajo, que es de 46,35 por hora), se trastocó de la noche a la mañana.
La noche del jueves 26 Televisa reunió a un grupo de
intelectuales y “comunicadores” que desde el gobierno de Carlos Salinas
de Gortari hasta la fecha han venido actuando como reproductores de la
ideología dominante, como Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Jorge G
Castañeda y Rubén Aguilar, a los que se sumaron los periodistas del
principal consorcio mediático privado Denisse Maerker, Joaquín López
Dóriga y Carlos Loret de Mola. Frente al acoso de Trump a Peña Nieto, su
misión fue discutir quién debía convocar a la “unidad nacional” detrás
del presidente de la República.
En ese contexto, cabe destacar
las nuevas directrices draconianas incluidas en el decreto ejecutivo
sobre las deportaciones de migrantes indocumentados, que ya ha sido
definido como una verdadera barbaridad en materia de derechos humanos.
El decreto establece que “cualquier persona que haya sido acusada de
cometer un delito penal, aun si no ha sido sentenciada”, o cualquiera
que “ha cometido actos que constituyan un delito penal acusable” (es
decir, que las autoridades piensen que ha violado la ley, haya sido o no
acusado formalmente de un delito), o se haya visto involucrado en una
“falsa representación fraudulenta o dolosa” en relación con cualquier
tema oficial o solicitud ante una agencia gubernamental, podrá ser
deportado. Bajo esas condiciones, prácticamente cualquiera de los 12
millones de “sin papeles” podrá ser acusado de un delito “acusable” y
ser deportado de manera obligatoria, con detención, fichaje biométrico y
la inhabilitación para entrar legalmente a Estados Unidos durante diez
años.
Los halagos de Slim a Trump
El 27 de enero
el magnate Carlos Slim, el hombre más rico de México y a quien los
millennials quisieran ver como presidente a partir de 2018, dijo que
Donald Trump “no es Terminator, es Negotiator”. El racista, xenófobo y
misógino que despacha en la Oficina Oval sería un “gran negociador” y
tendría “una gran estimación por México”. Para el titular vitalicio del
grupo Carso (Telmex, América Móvil, el grupo financiero Inbursa,
Compañía Minera Frisco) y accionista mayoritario del The New York Times,
que el 17 de diciembre cenó con Trump en Florida, lo peor para tratar
con él es “enojarse”; Trump “está provocando para negociar”. A su
juicio, Trump sólo encarna una “utopía regresiva”: trata de retornar “a
la exitosa sociedad industrial (manufacturera) de Estados Unidos del
pasado”.
La retórica de Slim no llamaría la atención si no
tuviera tantos intereses en Estados Unidos. Como señaló Mario Maldonado,
la relación de Slim con Estados Unidos pasa por tener el control del
operador móvil virtual más grande del país (TracFone), ser socio de
Larry King en la plataforma de video Ora.tv, lanzar un canal de
televisión (Nueva Visión) y ser el mayor accionista individual del New
York Times. Además, como reveló la revista Proceso, Carso Energy, de
Slim, se asoció con la subsidiaria mexicana de Energy Transfer Partners
para vender gas a la Comisión Federal de Electricidad. Sucede que Trump
fue accionista de Energy Transfer Partners hasta marzo, al igual que su
ahora secretario de Energía y ex gobernador de Texas, Rick Perry. No
está de más reseñar que de los 50.700 millones de dólares que se estima
posee Carlos Slim, entre 12 y 15 por ciento tienen que ver directamente
con sus negocios e inversiones financieras en Estados Unidos.
Miembro de la elite liberal desterritorializada que se benefició del
programa de globalización impulsado por la administración de Obama, Slim
sabe que el trumpismo es una extensión del neoliberalismo por otros
medios. O, al decir de Michael T Klare, una suerte de administración
Reagan de los ochenta que ha tomado esteroides para ganar músculo.
Según James Petras, Trump es un “nacionalista-capitalista, un
imperialista de mercado y un realista político” dispuesto a pisotear los
derechos de los inmigrantes y de la mujer, la legislación sobre cambio
climático y los tratados con la población indígena. Al igual que los
legisladores republicanos en el Congreso, los miembros de su gabinete
están motivados por una ideología belicista más cercana a la doctrina
Obama-Clinton que a la agenda de “Estados Unidos primero”.
En
ese contexto, el llamado a la “unidad nacional” y a “respaldar” a Peña
Nieto formulado por Slim está dirigido a frenar las movilizaciones
provocadas por el gasolinazo y encubrir la brutal lucha de clases
desatada por los poderes fácticos contra las masas empobrecidas de
México.
Tras la agenda de guerra global asimétrica de la
administración Obama –con los rescates corporativos, las deportaciones
en masa, sus drones y el Estado policíaco represivo–, el régimen
neoliberal “recargado” de Trump no significa una ruptura sino que
converge perfectamente y garantiza los intereses de la clase capitalista
trasnacional.
Como ha señalado W I Robinson en De Obama a
Trump: el fracaso de la revolución pasiva, el trumpismo y el brusco giro
hacia la extrema derecha en Estados Unidos “es la progresión lógica del
sistema político frente a la crisis del capitalismo global”. La elite
liberal y su proyecto de globalización capitalista a través del discurso
“más amable, más suave” del multiculturalismo –apunta– llegaron a un
callejón sin salida y abrieron la caja de Pandora del “fascismo del
siglo XXI”. La diferencia clave entre el nazi-fascismo del siglo XX y el
resurgimiento de corrientes neofascistas tras la crisis financiera de
2008 es, según Robinson, que el primero “involucró la fusión del capital
nacional con el poder político reaccionario y represivo”, en tanto que
el segundo supone “la fusión del capital trasnacional con el poder
político reaccionario”. En ese sentido, el régimen de Trump representa
“la encarnación de la dictadura emergente de la clase capitalista
trasnacional”.
Como ha advertido el experto en guerras
irregulares y asimétricas Robert Bunker, asistimos a una “insurgencia
plutocrática”. Y si bien existen contradicciones y confusión en las
elites políticas y económicas trasnacionales, no cabe duda de que,
desprovista de las máscaras de la era Obama, la administración Trump
puede retrotraer el mundo a la época de las Cruzadas.
Calma chicha empresarial
Aunque en el corto plazo el Plan Energético Estados Unidos Primero,
diseñado por el equipo de Donald Trump para la eliminación virtual de
todo impedimento a la explotación de petróleo, gas natural y carbón,
arroja sombras extraterritoriales sobre México, al igual que Slim los
grandes empresarios aglutinados en el Consejo Mexicano de Hombres de
Negocios se han mantenido relativamente tranquilos. El 29 de enero otro
millonario, el mandamás del grupo Bimbo, Daniel Servitje, publicó un
artículo en el diario conservador Reforma en un tono similar al de Slim,
pero enfocado en la defensa del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte. Aunque lanzó una crítica a la dirigencia gobernante mexicana
por los “muros internos” que no se han derribado (“la impunidad, la
inseguridad, la corrupción y la pobreza”), llamó a respaldar a Peña
Nieto y también apeló a la “unidad nacional”.
Como comienza a
manejarse después del grosero trato de Trump a Peña Nieto, la relativa
tranquilidad de los grandes banqueros y empresarios de México podría
tener que ver con que ya está en marcha, tras bambalinas, una
negociación que, más allá del eventual estallido de una guerra
comercial, no tocará a fondo los intereses del gran capital.
Brecha, Montevideo, 3-2-2017
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