Arístides Royo*
Hay países cuya
historia hace que uno los quiera y admire más. Cuando un periodista le
preguntó al famoso torero español Manolete sobre los efectos de una
embestida en el albero de la plaza Monumental, éste respondió que en
México hasta las cornadas daban gusto. País hospitalario, alegre y
cordial, con una historia llena de actos heroicos, dignidad y
patriotismo. Los protagonistas de sus luchas de Independencia fueron dos
curas, Morelos e Hidalgo, ambos eliminados por los españoles que 300
años antes, con un puñado de 500 hombres y muchos aliados indígenas, se
habían tomado a sangre y fuego el imperio azteca.
Es un país cuya diplomacia merece respeto por su firmeza y seriedad.
Su ruptura con el franquismo duró desde la Guerra Civil hasta la muerte
del dictador; fue el único país latinoamericano que se abstuvo de romper
con Cuba a pesar de la resolución de la Organización de los Estados
Americanos (OEA) y antes que ningún otro gobierno, se negaron a seguir
relacionándose con Anastasio Somoza, el heredero de la dinastía
dictatorial fundada por su padre en Nicaragua. Su amistad y cooperación
con los estados del hemisferio americano ha sido proverbial y generosa, y
además muchos panameños deben su educación a universidades mexicanas,
que al ser del Estado son casi gratuitas.
Como nada es perfecto en el mundo y esto lo reconocen hasta los
teólogos, México está ubicado junto a un vecino poderoso que habiendo
sido invitado a poblar parte de tierras mexicanas en 1821, terminó por
tomárselas en 1835, convirtieron la región de Texas en Estado
independiente y luego se anexaron a Estados Unidos, que bajo el sino del
destino manifiesto se apoderaron de toda la parte norte de México.
Hoy el gobernante de Estados Unidos, luego de haber denostado a los
mexicanos, a quienes trata con el mismo rasero a pesar de querer
diferenciarlos entre buenos y malos, se dispone a construir un muro para
evitar la entrada de los incómodos vecinos de México y de
Centroamérica. El recién inaugurado presidente norteño quiere que el
muro lo paguen los vecinos del sur con medidas que van desde gravar las
remesas hasta el bolsillo de los narcotraficantes. El muro tendrá que
ser vigilado en la totalidad de sus 3 mil kilómetros, porque los que
quieran traspasarlo podrán hacerlo subterráneamente. Recordemos que en
las ciudades de Ceuta y Melilla en el norte de África, la alta valla
construida por España ha sido franqueada por marroquíes que luego de
subirla miran asombrados hacia el suelo para ver cómo hacen para
bajarla. Cuando algunos estadunidenses decían que el canal necesitaba la
presencia de las bases militares para defender el canal, Torrijos les
respondía que necesitarían un soldado cada metro hasta cubrir los 80
kilómetros de la vía acuática y que ello no garantizaba la seguridad de
la misma.
Tarde o temprano, ojalá lo segundo, México y Estados Unidos
tendrán que sentarse a conversar, pues ambos países serán vecinos a
perpetuidad. Deberán analizar los acuerdos comerciales suscritos, el
control de la migración que permite la recogida de las cosechas, la
construcción de carreteras y gran parte de la mano de obra que Estados
Unidos requiere. Ojalá que discutan el hecho de que si hay narcotráfico
abundante es porque también es enorme la demanda y que algo tienen que
hacer los estadunidenses para disminuir los millones de consumid
ores
de drogas con dólares para adquirirlas. Una de las grandes paradojas de
la historia ocurrió cuando las potencias occidentales invadieron China
para que esta vendiese sus productos, esencialmente el opio, es decir,
le hicieron una guerra a un país para que se abriese al mundo. Ahora
Estados Unidos, líder de la globalización, quiere enconcharse pero eso
aún está por ver.
Mientras tanto, hagamos que México, país lindo aunque sufrido, sienta
que todos los latinoamericanos nos solidarizamos con sus luchas y que
nos sentimos cuates y hermanos de sus nacionales. Porque en los momentos
malos como en los buenos, todos nos sentimos mexicanos.
*Ex presidente de Panamá
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