La Jornada
Ahora que el double speak, la
realidad alternativa, las
falsas verdades, las
noticias falsificadasy los
hechos debatiblesse han adueñado de la interlocución política en Estados Unidos, en las tres inverosímiles semanas que Donald Trump ha ejercido el poder, 1984, de George Orwell, puede leerse como una crónica de actualidad. En una reseña fuera de temporada de un libro aparecido casi 70 años atrás, se explica su actual relevancia por la similitud entre su personaje central, Winston Smith, quien debe aceptar que
dos y dos son cinco, porque así lo dice el Partido, y el estadunidense de hoy, que debe creer que el cociente intelectual del gabinete presidencial es
el más alto en la historia–como si hubiese registros comparables– o que la multitud que presenció la toma de posesión fue
la más numerosa jamás reunida–como si no hubiese fotografías–, porque así lo afirma el presidente.
El mundo de Orwell asume también otras manifestaciones, en las que lo
improbable se torna verdadero. El 3 de febrero Trump señaló: “Esperamos
eliminar gran parte de la [ley] Dodd-Frank, debido a que, francamente,
conozco a muchas personas, amigos míos, que poseen buenos negocios y no
pueden recibir crédito, simplemente no pueden obtener dinero alguno
porque los bancos no les prestan, debido a las reglas y reglamentaciones
de la Dodd-Frank. Reconoce sin ambages que el
capitalismo del compadrazgo–el crony capitalism que ha alcanzado carta de naturalización en Wall Street– es lo que origina una acción ejecutiva que borra un conjunto de regulaciones establecidas tras la crisis financiera de 2008-2009 para evitar las acciones especulativas de bancos y otras instituciones financieras que provocaron esa misma crisis. “Lo último que necesitamos –declaró Mario Draghi ante el Parlamento Europeo– es debilitar la regulación [financiera]. Preocupa que se intente restablecer las condiciones prevalecientes antes de la crisis.”
Motivación similar explica la ofensiva republicana en el Congreso
contra reglas en materia ambiental de las industrias petrolera y del
carbón. Esta nota alude a estos dos retrocesos que, en la óptica
orwelliana dominante, se presentan como avances para empresarios y
trabajadores, que Trump y los republicanos dicen defender.
El asalto contra la regulación ambiental de la industria de
combustibles fósiles no ha sido sorpresivo. Fue anunciado desde etapas
tempranas del proceso electoral, cuando el precandidato republicano
pugnaba por distinguirse dentro de una docena de aspirantes en aguda
pugna por ser visto como el más reaccionario, intolerante y claridoso.
Fue actualizado, tras el triunfo de Trump, por
Freedom Partners–una ONG patrocinada por los notorios hermanos Koch– mediante una
hoja de rutaque enumera las regulaciones, establecidas en su mayoría durante el gobierno de Obama, cuya pronta eliminación se busca por parte del Ejecutivo y del Congreso. Para que el Legislativo actúe, se ha invocado una ley (denominada congressional review act) que faculta al Congreso para derogar, por mayoría simple, reglamentaciones aprobadas en los 60 días anteriores al inicio de la Legislatura. A principios de febrero, el Legislativo eliminó una disposición que prohíbe el venteo de gas a la atmósfera desde pozos situados en tierras federales e inició los trámites para derogar otras, entre ellas la que evita la contaminación de corrientes de agua por explotaciones carboníferas.
El documento mencionado enlista otras 12 disposiciones. Siete
de ellas, que tienen su origen en decisiones ejecutivas del anterior
presidente, pueden ser borradas de un plumazo por Trump, como la
moratoria a nuevas licencias para producción de carbón en tierras
federales, el Acuerdo de París sobre cambio climático y diversas
disposiciones del Plan de Energía Limpia. Las acciones orientadas a
reducir y eventualmente eliminar las emisiones de metano a la atmósfera y
las restricciones más estrictas a las emisiones de GEI por los motores y
vehículos pesados, adoptadas antes de mediados de junio de 2016, se
eliminarían con recurso a la ley arriba mencionada.
Un reportaje sobre este tema señala: “Otro reglamento que se desea
derogar de inmediato fue aprobado por la Comisión de Valores y Bolsas
(SEC) y establece que las empresas petroleras, de gas y mineras deben
dar a conocer los pagos que efectúan a gobiernos extranjeros para
obtener derechos de explotación, con la finalidad de evitar la
corrupción en países de África y Latinoamérica (…) Exxon Mobil, cuyo
anterior ejecutivo jefe, Rex Tillerson, es ahora secretario de Estado,
fue uno de los primeros oponentes de esta norma, argumentado que fuerza a
las empresas a divulgar ‘información comercialmente delicada’,
colocándolas en desventaja de competencia”. (Eric Lipton,
GOP hurries to slash oil and gas rules, NYT, 4/2/2017.)
En el área financiera, el afán desregulador ha provenido de la Casa
Blanca. El 3 de febrero se anunciaron, con gran fanfarria, nuevos
criterios para acotar el alcance de la reglamentación financiera,
mediante de una serie de nuevos
principios básicos. Según el resumen semanal de la Casa Blanca: A) la acción ejecutiva adoptada permite
reglamentar el sistema financiero en una forma que protege a los consumidores, al tiempo que fomenta el crecimiento de la economía y la creación de empleosy B) el memorando complementario
previene consecuencias indeseables de las reglas para los fideicomisos financieros que podrían limitar las oportunidades económicas y las inversiones estadunidenses.
La lectura de la prensa financiera mundial fue un tanto diferente. Por ejemplo, el Financial Times (3/2/2017) hizo notar que las acciones para desmontar el aparato regulador en torno de la ley Dodd-Frank,
que incluye prohibiciones para que las instituciones financieras persigan en el mercado su propio beneficio [más que el de sus clientes], puede resultar en la mayor acción desregulatoria en seis años y provocó un salto inmediato en la cotización de las acciones de los bancos. Recuerda también que, como presidente del Consejo Económico Nacional, el antiguo funcionario de Goldman Sachs Gary Cohn, muy probablemente
propondrá cambios que propicien mayores utilidades para los bancos. Quizá actúe de concierto con el nuevo presidente de la SEC, Jay Clayton –quien también proviene de Wall Street– que podría proceder a
una hoguera de regulaciones. Recuerdo, para terminar, La hoguera de vanidades, el despiadado retrato que Tom Wolfe ofreció de Nueva York en los años 80, del que Donald Trump podría ser figurante destacado.
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