Después de seis años de
un contexto áspero para la movilización, la crítica y la protesta
social, llegamos a 2019. Lo que aconteció en el sexenio pasado ya no
puede suceder en los próximos seis años: limitaciones y agresiones
contra las personas y grupos que protestan y manifiestan sus
inconformidades y propuestas de cambio mediante diversas formas.
Para los movimientos progresistas y de defensa de los derechos
humanos el espacio público se convierte en lugar idóneo para debatir los
principales problemas de la nación. Si bien es cierto que las redes
sociales, con sus llamadas
tendencias, hoy hacen contrapesos en la opinión pública, también es verdad que, por mucho, las movilizaciones sociales en las calles tienen cargas simbólicas y políticas que convocan a una amplia diversidad de grupos en México.
Durante las protestas se hace, además, un fuerte ejercicio de
concientización sobre los problemas del país, e incluso a escala
mundial. En las protestas se construyen y forman también sujetos
sociales que se hacen cargo de la realidad.
Los espacios públicos se han visto en la historia como una especie de
ágora en la que se dirime sobre el bien común y se visibilizan las
causas y exigencias que de lo contrario no son tomadas en cuenta. Con
más dificultad hoy, si no se cuenta entre las posibilidades el acceder a
herramientas y medios que generan trending topics en redes
sociales. El derecho a la protesta debe por ello seguirse reivindicando y
ejerciendo sin menoscabo alguno. Y debe ser ejercido por aquellos
grupos que han sido históricamente excluidos y discriminados.
La protesta social ha sido en efecto cultivada por los de abajo;
vamos, por quienes enfrentan la opresión en todas sus formas:
capitalista, patriarcal, colonial y otras maneras de dominación. Esto es
lo que aborda el reciente informe del Frente por la Libertad de
Expresión y la Protesta Social (Fleps), una articulación de
organizaciones sociales de derechos humanos que ha dado cuenta de los
abusos cometidos por las autoridades en contextos de protesta.
En su informe El sexenio de la resistencia: Informe sobre la protesta social y la respuesta estatal 2012-2018 (disponible en: https://bit.ly/2GlYGWL)
se narran, con enfoque de derechos humanos, y bajo una documentación
sobre el comportamiento de gobiernos frente a las manifestaciones,
algunas historias de movimientos sociales y sus protestas en el sexenio
pasado.
Sin duda el cambio de gobierno el primero de diciembre de 2012 fue un
parteaguas. Vinieron después varios años de represiones a
manifestantes: fueron golpeados jóvenes y personas adultas mayores,
hostigadas e incluso supimos de casos en los que la niñez estuvo
involucrada, como fue el caso del menor de edad que recibió un impacto
de bala en Puebla. Vimos, asimismo, cómo se agredió a colectivos y
comunidades indígenas y campesinas que defienden sus territorios, agua, y
bienes comunes. Atestiguamos cómo se violentaron directamente derechos
de mujeres que recibieron agresiones o amenazas de tipo sexual.
Conocimos de la violencia que enfrentaron personas del grupo LGBTI, como
el caso de mujeres trans violentadas en sus derechos cuando
protestaban por el asesinato de una de sus compañeras. Quienes entonces
gobernaban no se detuvieron con sus agresiones ni en las marchas
multitudinarias por la presentación con vida de los jóvenes de
Ayotzinapa. Nunca olvidaremos el 8 y 20 de noviembre de 2014, cuando en
Ciudad de México los ahora extintos grupos de granaderos arremetieron
brutalmente contra la población. No olvidamos tampoco que durante el
sexenio anterior resistimos contra el maltrato y la estigmatización de
los que fueron objeto movimientos y organizaciones sociales, así como
defensores de derechos humanos y periodistas, cuyo único propósito es
trabajar por un país más digno y en paz. Para ello también usamos el
derecho a protestar. Decimos lo que pensamos, y trabajamos
organizándonos colectivamente. El Informe del Fleps es una especie de
línea basepara el nuevo gobierno. Esto que ocurrió, no puede volver a suceder. Y reafirma la urgencia de transitar hacía otro modelo de seguridad, tan urgente hoy en México. La protesta social es una expresión de sociedades politizadas, que ante la ausencia de debate público y participación social efectiva, toman las calles y levantan la voz ante la discriminación, la injusticia, y la exclusión de los más pobres, con amplios criterios éticos. No es oportuno que en México y el mundo dejemos de usar las calles para expresar nuestras más genuinas necesidades de cambios de raíz que posibiliten el ejercicio de derechos. Las transformaciones se originan desde quienes habitamos o transitamos por determinado territorio. Si no hay crítica y participación eficaz, difícilmente podremos avanzar hacía un cambio de régimen. La protesta social, la crítica constructiva y las propuestas alternativas son vehículos por medio de los cuales podemos también emprender ese viaje hacia una transformación efectiva.
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