Lenguantes
Por: Cynthia Híjar Juárez*
Hace
unas semanas leí en una ilustración bellísima de @Escarolota la frase
“No aguantes, vete.” y me hizo un aguacero en la cabeza. Desde mi
recuperación del amor romántico, en el que estuve encerrada los últimos
15 años, no había puesto atención en cómo y por qué aguanté esperando
que las cosas mejoraran en cada una de las relaciones que, lejos de
hacerlo, me rompieron poco a poco hasta quedar destrozada.
No sé con exactitud cuántas parejas tuve en estos años, fueron muchos
hombres a los que conocí. Les conocí los afectos, las ilusiones, los
traumas y la crueldad. Les conocí siendo maravillosos en la calle, con
sus amigos y con la gente que querían, pero también pude mirarlos siendo
seres dañinos para mí, incapaces de responder responsablemente a lo que
ellos mismos habían ofrecido cuando era yo la persona a la que deseaban
impresionar.
Parto de una reflexión necesaria para decir lo que digo en este
texto: soy feminista porque reconozco que, en tanto persona, también
habitan en mí la crueldad y cualquier otro elemento de la condición
humana, pero asumo el compromiso político de reconocer en cada una de
mis acciones y relaciones, la necesidad de mantener una ética y una
responsabilidad con las otras personas.
Lo digo más claro, si quieren: ya sé que no lo parece, pero sí soy
consciente de que yo tampoco soy perfecta. El tema aquí es precisamente
que la imperfección humana a nosotras se nos mete a fuerza de
socialización patriarcal, en forma de rechazo y desprecio hacia nosotras
mismas, hacia nuestros cuerpos, hacia nuestras formas de mirar el mundo
y de decirlo. Quizás por eso cuando ellos tienen defectos, nosotras
asumimos que es parte de su humanidad y aguantamos, pero cuando ellos se
van, nosotras hacemos una revisión cruel y exhaustiva de todos nuestros
defectos y pensamos que no somos merecedoras de ese reconocimiento de
nuestra condición humana, que somos seres simplemente muy difíciles de
amar.
¿Hasta qué punto nosotras estamos sometidas a percibirnos como seres
defectuosos mientras a los hombres los vemos sólo como seres
imperfectos? ¿Cómo se relaciona esto con el hecho de sentirnos como
cosas (defectuosas y desechables) mientras ellos son los sujetos
(imperfectos e indispensables)? ¿Qué papel juega esta cultura de la
objetivación en las mujeres que tenemos relaciones afectivas con hombres
y cómo limita esto nuestra autodeterminación a la hora de partir?
En las sociedades patriarcales es común que cuando una mujer habla
con la gente cercana se le recomiende no partir. No es perfecto, pero te
quiere. No te quiere, pero no te pega. Te pega, pero provee. Las
justificaciones son infinitas. Difícilmente escuchamos a alguien
decirnos vete de ahí. No eres perfecta, pero no mereces sufrir. Sufrir
es parte de la vida, pero puedes sufrir por un logro tuyo que al final
merezca la pena en lugar de sufrir por alguien que te lastima y
probablemente te deje cuando las cosas se pongan difíciles o cuando seas
tú la que necesita comprensión. Puedes sufrir por él si es lo que
decides, pero debes tener en cuenta que partir nunca es un error.
Partir es una palabra potente, que usamos para referirnos al acto de
separar en partes y que podemos asociar con dividir y con romper. Sin
embargo también significa ponerse en camino, tomar un punto de inicio y
comenzar a caminar. Partir es a veces iniciar un viaje, un camino que en
ocasiones va hacia una misma, con todos los riesgos y aventuras que los
viajes traen consigo. La próxima vez que yo o alguna amiga deseemos
partir, quiero apelar a estos viajes, a las aventuras y las experiencias
de volver a iniciar un camino, de ser una vez más o por primera vez,
exploradoras.
Partir no siempre es un viaje de vacaciones. En este acto se conjugan
la culpa, los deseos, la nostalgia, el esfuerzo, la melancolía y el
miedo. El no saber si te estás equivocando. Pero sea, ése es
precisamente el reto. Asumirnos como sujetas tiene que ver con enfrentar
las tormentas y los días soleados, a veces sola y a veces con ayuda de
quienes pueden acompañarte o recibirte después de naufragar.
Este breve texto es una espiral. Al inicio describía que cada una de
las relaciones que viví me rompieron poco a poco hasta quedar
destrozada. Ahora que lo cierro pienso solo dos cosas, la primera es que
no estoy rota sino que estoy en un maravilloso viaje desde la última
vez que partí y la segunda es, querida lectora, que si estás buscando un
consejo y crees -como yo- en los mensajes del destino en formas de
casualidades, tengo que decir ¡Vete!
Y buena suerte en tu viaje.
*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente
realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro
de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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