En
Guerrero, como en todo el país, hay una grave crisis social. Pero en
ese estado una sublevación popular ha seguido a dicha crisis y amenaza
con no permitir las elecciones de la desprestigiada clase política.
Grandes sectores movilizados, guiados por la lucha de los padres de los
43 normalistas de Ayotzinapa, se han propuesto evitar que se lleven a
cabo las elecciones de junio de este año. En Guerrero ya no se tolera a
los políticos ni a sus familias; no pueden entrar a decenas de
comunidades, ni son bienvenidos en eventos públicos. Bajo la conciencia
de lo que significan ellos y sus familias (políticos ladrones,
asesinos, entreguistas y corruptos), los guerrerenses, 31.7% de ellos
en pobreza extrema [1], son también uno de los pueblos que tiene mayor
abstención del voto.
Pero para caracterizar lo que está pasando
en Guerrero y, más importante aún, lo que pasará en los próximos meses,
hay que recordar que ese estado ha sido uno de los más golpeados por el
capitalismo. Ya desde los años sesenta estalló la violencia sobre el
campesinado guerrerense y se disparó el índice de asesinatos y
desapariciones durante la guerra de baja intensidad, la cual terminó a
principios de los ochenta, década donde las hegemonías geopolíticas y
sus dinámicas económicas de libre mercado empujaron a México al
neoliberalismo.
Hay que recordar, pues, que durante estas
décadas de barbarie capitalista, los campesinos se movilizaron.
Surgieron de estas luchas figuras procedentes del magisterio disidente
como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Organizaciones como la Liga
Campesina de Atoyac (1923), Liga de Resistencia Obrera y Campesina
(1929), entre otras, que muestran lo que a principios de siglo pasado
se gestaba como una lucha social poderosa, principalmente campesina, y
que logró escalar hasta la gubernatura del estado en el sexenio de
Lázaro Cárdenas, después de décadas de violencia por parte del Ejército
que defendía los intereses de los grandes latifundistas y de la
burguesía guerrerense.
En este periodo los gobernadores
dieron cuenta al Ejecutivo en turno para que utilizara al Ejército y
contuviera la rebelión campesina, intentado recuperar así ciertos
territorios estratégicos como la costa y algunos municipios donde el
avance de leyes agrarias, en favor de los ejidatarios, estaban haciendo
que los grandes propietarios perdieran ganancias y que los campesinos
ganaran territorio. Aun así, para 1940, 100 grandes propietarios
todavía controlaban el 68% de la superficie laborable [2].
La
lucha durante esa década y los años cincuenta bajó su intensidad pero
las largas jornadas laborales de los campesinos y sus bajos salarios la
hicieron resurgir: a mediados de los años sesenta inició la guerrilla
liderada por Lucio Cabañas. Pero además de los económicos, también hubo
un factor político: los campesinos dejaron de confiar en el Estado;
dejaron de creer que sólo podían esperar a ser escuchados y decidieron
organizarse contra la estructura estatal. Se dieron cuenta del
autoritarismo del Estado y de la defensa que brindaba a los caciques y
grandes propietarios.
Esta conciencia política provocó un
cambio en la correlación de fuerzas, por lo menos durante una etapa. La
resistencia civil, el campesinado y el magisterio levantaron una lucha
sin precedentes que llegó a ganar en la disputa territorial con la toma
de ayuntamientos. Al incrementarse la violencia del Estado, Lucio
Cabañas conformó el Partido de los Pobres y le siguió una estrategia
guerrillera. Como respuesta, se intensificaron los asesinatos, las
detenciones y posteriores desapariciones por parte del Ejército;
Guerrero fue militarizado en poco tiempo para controlar a los sectores
inconformes y posteriormente Lucio Cabañas fue asesinado.
Desde
el desmantelamiento de los grupos guerrilleros en la guerra de baja
intensidad, la crisis por la que pasó el estado se terminó en el 75,
cuando Figueroa asciende a la gubernatura y concluye su sexenio sin más
rebeliones de magnitud similar. Este (reducido) recuento histórico es
necesario para poder caracterizar las crisis de gobernabilidad y las
etapas que tiene cada una de ellas.
Pese a la toma de
ayuntamientos y a la radicalización de la protesta en general, la
sociedad enardecida de Guerrero no pudo en ese entonces cambiar la
correlación de fuerzas con el Estado mexicano. La protesta se vio
aislada y se convirtió en guerrilla; no pudo propagarse el descontento
ni apuntalarse una lucha social a nivel nacional.
Hoy, la
toma de ayuntamientos por parte de la CETEG y la denuncia y
movilización constante de los padres de familia de los 43, de sectores
campesinos y de población urbana (trabajadores y estudiantes) tampoco
se ha esparcido más que por algunos meses durante los momentos más
álgidos de la coyuntura generada por la desaparición de los 43
normalistas. Si bien ya existe la certeza por parte de la sociedad de
no poder confiar en el Estado y sus leyes, no hay todavía suficiente
cohesión por parte de estos movimientos en su confrontación con el
Estado como para llevar la crisis social a una verdadera ofensiva para
la lucha revolucionaria.
El neoliberalismo ha generado un Estado
distinto al que se enfrentaron las guerrillas de los años sesenta. Es
un Estado desde el cual se legaliza el despojo y desde donde opera el
poder político y empresarial, que tiene a todas sus instituciones
defendiendo a los grandes capitales (incluidos los del tráfico de
drogas). Este Estado neoliberal ha echado marcha atrás a los derechos
conquistados por la lucha social, ha despojado de seguridad social a la
mayoría de la población y ha permitido la entrada de un capitalismo
salvaje, donde quienes mandan son las trasnacionales.
Ante
ello queda claro que no es suficiente que en Guerrero se tomen
ayuntamientos o se anulen elecciones para que se generalice su
protesta. Pese a que la toma del poder político en Guerrero sería una
victoria, hay cientos de factores que impiden que irradie la conciencia
al resto de la república. En particular cabe mencionar la falta de
organizaciones fuertemente enraizadas entre los trabajadores, y por
tanto estos, además de no tener capacidad de movilización, no tienen
experiencia ni un programa político que les de cohesión o los oriente
en la lucha.
Pero no se trata sólo de un problema político.
Además, el neoliberalismo [3] ha cambiado profundamente las relaciones
de producción y la dinámica económica, generando fragmentación en los
sectores laborales y tercerización, ocasionando 58% de trabajo informal
[4]. Ha abierto las puertas al saqueo de los recursos naturales y a las
constructoras, mineras y petroleras internacionales que ocasionan
desplazamiento, despojo y violencia en cientos de comunidades. Ha
empobrecido el campo al punto de hacer legal la privatización de las
tierras, dramática situación que, además, pone a merced de los
traficantes de drogas a los campesinos que trabajan como mano de obra
barata.
Así también, toda esta precarización ha dado pie a
la migración de cientos de trabajadores mexicanos a Estados Unidos que,
según cifras oficiales, rondan ya los 32 millones [5]. Ello ha
provocado que la brecha entre sectores se agrande; la confluencia de
los trabajadores en sindicatos y a su vez de éstos con otros sectores
afectados (como el rural) ha sido mínimo en México. Las demandas se
particularizan dependiendo el sector y no logra cohesionarse la lucha
social en una región. Los migrantes también son trabajadores a los que
se les arrebata la posibilidad de radicar en su país, ni se diga ya de
formar parte de un movimiento social emancipatorio.
Así, el
poco trabajo que hay (cada vez más explotador), el tráfico de drogas
que tiene cooptados a cientos de campesinos que enajenan su trabajo en
los cultivos, la violencia que azota sobre todo a los más jóvenes, los
pocos espacios donde tener acceso a la educación, la doble jornada de
las mujeres trabajadoras y otros muchos factores hacen que la
generalización de la protesta en territorio mexicano se presente como
mucho más compleja.
Si lo que pasó en los años sesenta no
germinó en un movimiento más grande, es evidente que la gente pobre y
trabajadora de Guerrero necesitaría superar, por lo menos en su
territorio, todo esto que se atraviesa en el camino de su lucha social.
Pero Guerrero es, geopolíticamente, fundamental para los capitalistas
mexicanos y extranjeros; por ello la lucha se presenta tan compleja y
difícil.
Un ejemplo de esto son las empresas mineras. Tan
sólo en la Costa Grande existen alrededor de 100 empresas mineras con
plazos de vencimiento hasta por 50 años [6]. En el municipio de Eduardo
Neri, que está fuertemente controlado por los traficantes de los
Beltrán Leyva y los Rojos, opera la minera Los Filos de Gold Corp, la
cual duplicó sus ganancias de 2009 a 2011, año en que sumó 302 millones
de dólares [7] a costa de enfermar a la comunidad y dañar
irreparablemente la tierra.
Ante este despojo rapaz, la
militarización y la violencia (que sumó 667 asesinatos en el estado en
el 2014) [8], es que han surgido decenas de resistencias; la de los
ejidatarios de Cayaco contra el Macrotúnel, la CETEG, y las Policías
Comunitarias que luchan contra el tráfico de drogas y las mineras que
buscan instalarse en su territorio, son sólo algunas de ellas. Sin
embargo, resalta que estos sectores no han logrado confluir juntos en
una lucha unificada.
Por ello creemos que la lucha ya no es sólo
una cuestión política de toma del poder municipal, pues aunque éste se
llevara a cabo, no podría sostenerse si no hay antes (o de forma
aparejada, por lo menos) un proceso más profundo de conciencia y
organización política por parte de la población en resistencia. Esa
conciencia tiene que clarificar el rumbo y objetivo de la lucha para
evitar el aislamiento; esa conciencia debe llevar a los trabajadores a
las raíces de la problemática política y económica para poder dar una
salida de organización contra la opresión del Estado capitalista,
disputando a la clase política y empresarial el control del aparato
estatal, pero también, el control de los medios de comunicación, de los
aeropuertos, de las carreteras, de los puertos, de las fábricas y de
las tierras productivas.
Las asambleas en ese sentido
deben extenderse a nivel nacional, pero en ellas debe haber discusión
permanente y no una práctica política obtusa y añeja que no pueda darle
forma y salida a los problemas actuales. La proyección debe de ser
hacia la toma del poder político, económico y social a nivel nacional,
pero esto no puede llevarse a cabo si las masas no se preparan y luchan
conscientemente contra su fragmentación y aislamiento bajo el sistema
neoliberal.
Es decir, en Guerrero, tanto como en todo el
país y en el área metropolitana del DF, ya no basta con la
confrontación vacía con la policía, ni la agitación de consignas
anacrónicas en las marchas. Se requiere de actividades sistemáticas que
llamen a la organización permanente, que exijan de la gente pasar del
acompañamiento esporádico y de palabra, a la acción colectiva
organizada, que busque hacer actividades en barrios, escuelas, plazas,
centros sociales y culturales. Siempre construyendo e impulsando un
programa de reivindicaciones mínimas que incluya:
Aparición
con vida de los 43 normalistas, juicio y castigo a todos los
responsables (Abarca, Aguirre, Salvador Cienfuegos, Francisco Galindo,
Murillo Karam, Peña Nieto), derogación de todas las reformas
neoliberales, renacionalización de los sectores estratégicos y ponerlos
bajo control de los trabajadores del campo y la ciudad, alto a la
Guerra contra el Narcotráfico, desmantelamiento de la Policía Federal,
el regreso del Ejército a los cuarteles y sobre todo, un plan económico
de emergencia que termine con los salarios de hambre, el desempleo, el
trabajo insalubre e informal, así como garantizar el acceso universal a
la educación y la salud.
¡Por la organización permanente contra la Dictadura Cívico Militar del gran capital en nuestro país!
Notas:
[1] Secretaria de Desarrollo Social: Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social, 2010-2012.
[2] Morales, Hernández, José de Jesús. Noche y Neblina, Plaza Editores, México 2007.
[3] Con respecto al neoliberalismo, se han consultado varios libros y
artículos del autor británico David Harvey, geógrafo e investigador
social. Sus libros son publicados en México por Editorial Akal. [4] La Jornada, 23/02/2015 [5] El Economista, 25/07/2011 [6] La Jornada Guerrero, 28/02/2013 [7] Sur de Acapulco, 04/04/2014 [8] Sur de Acapulco, 30/06/2014 Fuente original: https://www.facebook.com/
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