3/30/2015

La crisis social y la lucha en Guerrero



En Guerrero, como en todo el país, hay una grave crisis social. Pero en ese estado una sublevación popular ha seguido a dicha crisis y amenaza con no permitir las elecciones de la desprestigiada clase política. Grandes sectores movilizados, guiados por la lucha de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, se han propuesto evitar que se lleven a cabo las elecciones de junio de este año. En Guerrero ya no se tolera a los políticos ni a sus familias; no pueden entrar a decenas de comunidades, ni son bienvenidos en eventos públicos. Bajo la conciencia de lo que significan ellos y sus familias (políticos ladrones, asesinos, entreguistas y corruptos), los guerrerenses, 31.7% de ellos en pobreza extrema [1], son también uno de los pueblos que tiene mayor abstención del voto. 
Pero para caracterizar lo que está pasando en Guerrero y, más importante aún, lo que pasará en los próximos meses, hay que recordar que ese estado ha sido uno de los más golpeados por el capitalismo. Ya desde los años sesenta estalló la violencia sobre el campesinado guerrerense y se disparó el índice de asesinatos y desapariciones durante la guerra de baja intensidad, la cual terminó a principios de los ochenta, década donde las hegemonías geopolíticas y sus dinámicas económicas de libre mercado empujaron a México al neoliberalismo.
Hay que recordar, pues, que durante estas décadas de barbarie capitalista, los campesinos se movilizaron. Surgieron de estas luchas figuras procedentes del magisterio disidente como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Organizaciones como la Liga Campesina de Atoyac (1923), Liga de Resistencia Obrera y Campesina (1929), entre otras, que muestran lo que a principios de siglo pasado se gestaba como una lucha social poderosa, principalmente campesina, y que logró escalar hasta la gubernatura del estado en el sexenio de Lázaro Cárdenas, después de décadas de violencia por parte del Ejército que defendía los intereses de los grandes latifundistas y de la burguesía guerrerense.
En este periodo los gobernadores dieron cuenta al Ejecutivo en turno para que utilizara al Ejército y contuviera la rebelión campesina, intentado recuperar así ciertos territorios estratégicos como la costa y algunos municipios donde el avance de leyes agrarias, en favor de los ejidatarios, estaban haciendo que los grandes propietarios perdieran ganancias y que los campesinos ganaran territorio. Aun así, para 1940, 100 grandes propietarios todavía controlaban el 68% de la superficie laborable [2].
La lucha durante esa década y los años cincuenta bajó su intensidad pero las largas jornadas laborales de los campesinos y sus bajos salarios la hicieron resurgir: a mediados de los años sesenta inició la guerrilla liderada por Lucio Cabañas. Pero además de los económicos, también hubo un factor político: los campesinos dejaron de confiar en el Estado; dejaron de creer que sólo podían esperar a ser escuchados y decidieron organizarse contra la estructura estatal. Se dieron cuenta del autoritarismo del Estado y de la defensa que brindaba a los caciques y grandes propietarios.
Esta conciencia política provocó un cambio en la correlación de fuerzas, por lo menos durante una etapa. La resistencia civil, el campesinado y el magisterio levantaron una lucha sin precedentes que llegó a ganar en la disputa territorial con la toma de ayuntamientos. Al incrementarse la violencia del Estado, Lucio Cabañas conformó el Partido de los Pobres y le siguió una estrategia guerrillera. Como respuesta, se intensificaron los asesinatos, las detenciones y posteriores desapariciones por parte del Ejército; Guerrero fue militarizado en poco tiempo para controlar a los sectores inconformes y posteriormente Lucio Cabañas fue asesinado.
Desde el desmantelamiento de los grupos guerrilleros en la guerra de baja intensidad, la crisis por la que pasó el estado se terminó en el 75, cuando Figueroa asciende a la gubernatura y concluye su sexenio sin más rebeliones de magnitud similar. Este (reducido) recuento histórico es necesario para poder caracterizar las crisis de gobernabilidad y las etapas que tiene cada una de ellas.
Pese a la toma de ayuntamientos y a la radicalización de la protesta en general, la sociedad enardecida de Guerrero no pudo en ese entonces cambiar la correlación de fuerzas con el Estado mexicano. La protesta se vio aislada y se convirtió en guerrilla; no pudo propagarse el descontento ni apuntalarse una lucha social a nivel nacional.
Hoy, la toma de ayuntamientos por parte de la CETEG y la denuncia y movilización constante de los padres de familia de los 43, de sectores campesinos y de población urbana (trabajadores y estudiantes) tampoco se ha esparcido más que por algunos meses durante los momentos más álgidos de la coyuntura generada por la desaparición de los 43 normalistas. Si bien ya existe la certeza por parte de la sociedad de no poder confiar en el Estado y sus leyes, no hay todavía suficiente cohesión por parte de estos movimientos en su confrontación con el Estado como para llevar la crisis social a una verdadera ofensiva para la lucha revolucionaria.
El neoliberalismo ha generado un Estado distinto al que se enfrentaron las guerrillas de los años sesenta. Es un Estado desde el cual se legaliza el despojo y desde donde opera el poder político y empresarial, que tiene a todas sus instituciones defendiendo a los grandes capitales (incluidos los del tráfico de drogas). Este Estado neoliberal ha echado marcha atrás a los derechos conquistados por la lucha social, ha despojado de seguridad social a la mayoría de la población y ha permitido la entrada de un capitalismo salvaje, donde quienes mandan son las trasnacionales.
Ante ello queda claro que no es suficiente que en Guerrero se tomen ayuntamientos o se anulen elecciones para que se generalice su protesta. Pese a que la toma del poder político en Guerrero sería una victoria, hay cientos de factores que impiden que irradie la conciencia al resto de la república. En particular cabe mencionar la falta de organizaciones fuertemente enraizadas entre los trabajadores, y por tanto estos, además de no tener capacidad de movilización, no tienen experiencia ni un programa político que les de cohesión o los oriente en la lucha.
Pero no se trata sólo de un problema político. Además, el neoliberalismo [3] ha cambiado profundamente las relaciones de producción y la dinámica económica, generando fragmentación en los sectores laborales y tercerización, ocasionando 58% de trabajo informal [4]. Ha abierto las puertas al saqueo de los recursos naturales y a las constructoras, mineras y petroleras internacionales que ocasionan desplazamiento, despojo y violencia en cientos de comunidades. Ha empobrecido el campo al punto de hacer legal la privatización de las tierras, dramática situación que, además, pone a merced de los traficantes de drogas a los campesinos que trabajan como mano de obra barata.
Así también, toda esta precarización ha dado pie a la migración de cientos de trabajadores mexicanos a Estados Unidos que, según cifras oficiales, rondan ya los 32 millones [5]. Ello ha provocado que la brecha entre sectores se agrande; la confluencia de los trabajadores en sindicatos y a su vez de éstos con otros sectores afectados (como el rural) ha sido mínimo en México. Las demandas se particularizan dependiendo el sector y no logra cohesionarse la lucha social en una región. Los migrantes también son trabajadores a los que se les arrebata la posibilidad de radicar en su país, ni se diga ya de formar parte de un movimiento social emancipatorio.
Así, el poco trabajo que hay (cada vez más explotador), el tráfico de drogas que tiene cooptados a cientos de campesinos que enajenan su trabajo en los cultivos, la violencia que azota sobre todo a los más jóvenes, los pocos espacios donde tener acceso a la educación, la doble jornada de las mujeres trabajadoras y otros muchos factores hacen que la generalización de la protesta en territorio mexicano se presente como mucho más compleja.
Si lo que pasó en los años sesenta no germinó en un movimiento más grande, es evidente que la gente pobre y trabajadora de Guerrero necesitaría superar, por lo menos en su territorio, todo esto que se atraviesa en el camino de su lucha social. Pero Guerrero es, geopolíticamente, fundamental para los capitalistas mexicanos y extranjeros; por ello la lucha se presenta tan compleja y difícil.
Un ejemplo de esto son las empresas mineras. Tan sólo en la Costa Grande existen alrededor de 100 empresas mineras con plazos de vencimiento hasta por 50 años [6]. En el municipio de Eduardo Neri, que está fuertemente controlado por los traficantes de los Beltrán Leyva y los Rojos, opera la minera Los Filos de Gold Corp, la cual duplicó sus ganancias de 2009 a 2011, año en que sumó 302 millones de dólares [7] a costa de enfermar a la comunidad y dañar irreparablemente la tierra.
Ante este despojo rapaz, la militarización y la violencia (que sumó 667 asesinatos en el estado en el 2014) [8], es que han surgido decenas de resistencias; la de los ejidatarios de Cayaco contra el Macrotúnel, la CETEG, y las Policías Comunitarias que luchan contra el tráfico de drogas y las mineras que buscan instalarse en su territorio, son sólo algunas de ellas. Sin embargo, resalta que estos sectores no han logrado confluir juntos en una lucha unificada.
Por ello creemos que la lucha ya no es sólo una cuestión política de toma del poder municipal, pues aunque éste se llevara a cabo, no podría sostenerse si no hay antes (o de forma aparejada, por lo menos) un proceso más profundo de conciencia y organización política por parte de la población en resistencia. Esa conciencia tiene que clarificar el rumbo y objetivo de la lucha para evitar el aislamiento; esa conciencia debe llevar a los trabajadores a las raíces de la problemática política y económica para poder dar una salida de organización contra la opresión del Estado capitalista, disputando a la clase política y empresarial el control del aparato estatal, pero también, el control de los medios de comunicación, de los aeropuertos, de las carreteras, de los puertos, de las fábricas y de las tierras productivas.
Las asambleas en ese sentido deben extenderse a nivel nacional, pero en ellas debe haber discusión permanente y no una práctica política obtusa y añeja que no pueda darle forma y salida a los problemas actuales. La proyección debe de ser hacia la toma del poder político, económico y social a nivel nacional, pero esto no puede llevarse a cabo si las masas no se preparan y luchan conscientemente contra su fragmentación y aislamiento bajo el sistema neoliberal.
Es decir, en Guerrero, tanto como en todo el país y en el área metropolitana del DF, ya no basta con la confrontación vacía con la policía, ni la agitación de consignas anacrónicas en las marchas. Se requiere de actividades sistemáticas que llamen a la organización permanente, que exijan de la gente pasar del acompañamiento esporádico y de palabra, a la acción colectiva organizada, que busque hacer actividades en barrios, escuelas, plazas, centros sociales y culturales. Siempre construyendo e impulsando un programa de reivindicaciones mínimas que incluya:

Aparición con vida de los 43 normalistas, juicio y castigo a todos los responsables (Abarca, Aguirre, Salvador Cienfuegos, Francisco Galindo, Murillo Karam, Peña Nieto), derogación de todas las reformas neoliberales, renacionalización de los sectores estratégicos y ponerlos bajo control de los trabajadores del campo y la ciudad, alto a la Guerra contra el Narcotráfico, desmantelamiento de la Policía Federal, el regreso del Ejército a los cuarteles y sobre todo, un plan económico de emergencia que termine con los salarios de hambre, el desempleo, el trabajo insalubre e informal, así como garantizar el acceso universal a la educación y la salud.


¡Por la organización permanente contra la Dictadura Cívico Militar del gran capital en nuestro país!

Notas:
[1] Secretaria de Desarrollo Social: Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social, 2010-2012.
[2] Morales, Hernández, José de Jesús. Noche y Neblina, Plaza Editores, México 2007.
[3] Con respecto al neoliberalismo, se han consultado varios libros y artículos del autor británico David Harvey, geógrafo e investigador social. Sus libros son publicados en México por Editorial Akal. [4] La Jornada, 23/02/2015 [5] El Economista, 25/07/2011 [6] La Jornada Guerrero, 28/02/2013 [7] Sur de Acapulco, 04/04/2014 [8] Sur de Acapulco, 30/06/2014 Fuente original: https://www.facebook.com/RatioColectivo

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