4/01/2015

Polémico tratado supremacista de libre comercio de EU con la Unión Europea


Bajo la Lupa
FotoAlfredo Jalife-Rahme

Extracción de crudo mediante fracking en Dakota del NorteFoto Reuters

Estados Unidos, el país bioceánico más poderoso del planeta, mueve en forma diligente los proyectos de sus dos brazos armados mercantilistas: del lado del océano Pacífico, la Asociación Transpacífica (ATP), y del lado noratlántico, la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés).
Los dos flamantes proyectos irredentistas –más geofinancieros que mercantilistas– de EU comportan características geopolíticas que tienen como objetivo aniquilar a los BRICS.
Parte de la hegemonía estadunidense radica en su irredentismo geofinancierista y mercantilista global, que se ha visto mermado con el ascenso irresistible de China, con su manufactura, e India, con su software.
Para contener a China, Estados Unidos utiliza su ATP de 12 países, del que México forma parte, donde su ciudadanía no ha sido consultada –como sucedió con el TLCAN, el Aspan foxiano y el Plan Mérida calderonista.
Otro proyecto del irredentismo geofinanciero y mercantilista estadunidense es el TTIP –del que también México forma parte, sin tampoco consultar a su ciudadanía–, que tiene dos propósitos ontológicos: asfixiar a Rusia y controlar a la Unión Europea (UE), de 28 países, para que Alemania se abstenga de veleidades libertarias y no se atreva a conectar con la Unión Económica Euroasiática que domina Rusia –junto con Bielorrusia y Kazajstán–, ni mucho menos a China, en su seductora ruta de la seda terrenal y marítima belt and road (correa y ruta).
El ATP comporta aspectos secretos, expuestos por Wikileaks (http://goo.gl/1zg0Q5X) –que somete las anacrónicas leyes nacionales a las leyes supranacionales de las trasnacionales–, así como el TTIP que contiene cláusulas hieráticas de espaldas a los ciudadanos europeos, quienes temen la privatización de la salud pública y la desregulación financierista.
Las negociaciones del TTIP, para no decir imposiciones, entre Washington y Bruselas deben ser concluidas antes de la elección presidencial de Estados Unidos en 2016.
Entre los puntos más conflictivos, que son legión, está el controvertido fracking (http://goo.gl/xy5M16), mediante el cual Estados Unidos, con sus más de 500 mil pozos, contempla abastecer a la Unión Europea, con el fin de implantarlo luego en suelo europeo.
Según Joan Josep Nuet, diputado por Barcelona en las Cortes Generales de España, no hay información suficiente de qué es exactamente lo que se está negociando cuando “el polémico tema del fracking está en la mesa de negociación”.
Las críticas en Europa van in crescendo conforme avanza la presión estadunidense sobre la EU (http://goo.gl/6sT3tk), mientras 380 organizaciones europeas pretenden detener las negociaciones y han conseguido más de millón y medio de firmas de rechazo en sólo dos meses (http://goo.gl/zCy1cg).
La Autorganizada Iniciativa Ciudadana Europea lanzó la petición Stop TTIP (http://goo.gl/fCja49) y alega que dará un poder sin precedente a las trasnacionales, que pondrán en riesgo la democracia y el estado de derecho, así como el medio ambiente y los derechos de los consumidores.
El anteproyecto del TTIP no permitirá a los gobiernos (¡supersic!) aprobar leyes para la regulación de la banca, los seguros, telecomunicaciones y servicios postales, a grado tal que, frente a cualquier expropiación y/o renacionalización, las trasnacionales podrán entablar juicios a los estados exigiéndoles la devolución de sus inversiones con compensaciones e intereses.
En una redición desregulada del outsourcing, el TTIP permite la libre circulación de los capitales con cuotas para la circulación y/o colocación de los empleados (http://goo.gl/HmRKA9).
Desde Barcelona, el portal El Periódico se asusta de que las multinacionales dispararán sus demandas judiciales a los estados, ya que el Tratado de Libre Comercio de la UE con Estados Unidos prevé dar más poder a los tribunales cuando “las reclamaciones millonarias contra los gobiernos han proliferado en años recientes (http://goo.gl/dmrvBM)”.
Tales tribunales inquisitoriales de solución de controversias inversor-estado (ISDS, por sus siglas en inglés) son paneles privados de arbitraje que permiten a las multinacionales y los fondos extranjeros reclamar compensaciones millonarias a los Estados cuando consideran que los cambios en la legislación o en la política oficial dañan sus expectativas de beneficio, lo cual puede ser en cualquier ámbito: laboral, medioambiental, regulación bancaria o política energética. ¡La demencial privatización de la justicia al más puro estilo anglosajón!
El portal catalán cita a Gus Van Harten, especialista en comercio internacional de la Universidad de York (Canadá): las ISDS han desbordado su actuación cuando han pasado a ser un mecanismo de poder a disposición de los inversores extranjeros para escrutar todo lo que un país hace.
George Monbiot, connotado analista del medio ambiente del rotativo británico The Guardian, define el TTIP como un pleno asalto frontal a la democracia y fustiga que Bruselas ha estado tranquila sobre un tratado que dejará subvertir nuestras leyes, derechos y soberanía nacional a las empresas rapaces.
Chris Cummings, de The Wall Street Journal, juzga al TTIP una gran oportunidad económica que puede crear más de 740 mil empleos con un incremento en las exportaciones (http://goo.gl/WGNT6z).
Se trata de un evento transformador en los ámbitos geofinanciero y mercantilista que asocia a dos de los principales bloques comerciales del planeta entre la UE (PIB: 18.12 millones de millones de dólares) y el TLCAN (PIB: 20.87 milllones de millones de dólares; FMI; 2014), más que EU (PIB: 17.14 millones de millones de dólares) propiamente dicho.
Ya que andamos en cuentas alegres, tanto el ATP como el TTIP contemplan descolgar, respectivamente, 40 y 46 por ciento del PIB global, que relegarían a los BRICS (PIB: 32.22 millones de millones de dólares).
Mientras los ciudadanos en Europa se insurgen al TTIP, las trasnacionales se volcaron en elogios ditirámbicos durante el Foro Económico Mundial de Davós (http://goo.gl/dKGkYW).
El israelí-estadunidense Michael Froman, representante comercial de Estados Unidos –anterior funcionario de Citigroup y evasor fiscal en las islas Caimán–, arguye que el TTIP provee un bastión a Europa frente al resurgimiento de Rusia.
El TTIP representa una OTAN económica, que profundizaría las sanciones económicas contra Rusia y el objetivo de marginar a la Unión Económica Euroasiática (http://goo.gl/oqUQ9c).
¡Nada más que se les atravesó el banco chino AIIB (http://goo.gl/dM1FYc)!
No falta el moralismo supremacista anglosajón del TTIP cuando Europa y Estados Unidos, que cuentan con la mitad del PIB global, colocan parámetros para el resto del mundo (Léase: controlar a China con la hipócrita semántica ambientalista y de derechos humanos).
El TTIP rezuma la estadunización y financiarización anglosajona de Europa, que perdería su alma con un vulgar acuerdo que la daña más de lo que la beneficia, por lo que los conscientes ciudadanos europeos se han rebelado a su cupular imposición antidemocrática cuando no siempre los irredentistas proyectos geofinancieros y mercantilistas estadunidenses son exitosos, como los sonoros fracasos del Plan Puebla-Panamá y el ALCA.
Twitter: @AlfredoJalife
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