La victoria no está garantizada
Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP) |
Para entender el movimiento estudiantil del Instituto Politécnico
Nacional (IPN) debemos tomar en cuenta el impacto que generó en todos
los jóvenes movilizados saber que, a otros jóvenes como ellos, que
también protestaban en contra de la profundización de las reformas
neoliberales en el sector educativo, se les reprimiera y se les
desapareciera como sucedió en Iguala a los normalistas de Ayotzinapa. La
masacre de Iguala y sus posteriores resultados, además de desatar una
ola de movilizaciones como no se habían visto hace mucho en nuestro
país, vinieron a politizar masivamente a los estudiantes politécnicos,
a muchos les quitó el temor inicial a involucrarse y marchar junto con
otras organizaciones sociales y contingentes estudiantiles.
Si bien, el movimiento estudiantil politécnico nació como oposición a
las modificaciones al reglamento interno y a los planes y programas de
estudio, como expresión del descontento acumulado por la comunidad
politécnica ante años de autoritarismo institucional, el movimiento politécnico se incorporó rápidamente a las manifestaciones de repudio al terrorismo de Estado, exigencia de justicia y presentación con vida de los normalistas detenidos-desaparecidos.
La mayoría de los politécnicos movilizados, comenzaron a comprender que
nuestras luchas, las luchas del pueblo, son una sola, aunque a veces no
nos demos cuenta. La lucha contra el terrorismo de Estado,
terrorismo que se expresa como desaparición forzada y ejecución
extrajudicial de normalistas, se hermana con la lucha por una educación
pública, científica y de alto nivel académico para los hijos del pueblo
trabajador, para que todos tengamos acceso a la educación superior
y media superior y no se nos relegue a ser sólo capacitados e
instruidos para ser empleados técnicos que no cuestionen y no piensen
en resolver los problemas que aquejan al pueblo.
Tras varias
semanas de masiva movilización y la toma de las instalaciones de todas
las escuelas del IPN, el movimiento estudiantil encabezado por la
Asamblea General Politécnica (AGP) logró sentar en una mesa de diálogo
al gobierno y a las autoridades del IPN. En ésta se tomaron distintos
acuerdos entre los que destacan la suspensión de las reformas al
reglamento interno y los planes y programas de estudio, el compromiso
gubernamental y de las autoridades de realizar un Congreso Nacional
Politécnico (CNP), en el que se discuta a profundidad y con delegados
elegidos de entre la comunidad politécnica el rumbo de la institución.
Durante las semanas que duró el paro, los estudiantes politécnicos
aprendieron que sólo la movilización organizada del pueblo tiene la
posibilidad de transformar nuestra realidad y esa, ya por sí sola, es
una gran lección. Los politécnicos han vuelto a clases y, como ellos
mismos afirmaban alguna vez, “después del paro ya no somos los mismos”. Muchos abrieron los ojos y se dieron cuenta de la necesidad de pasar de la indignación a la organización permanente,
la necesidad de pasar del movimiento espontáneo a pensar lo que
haremos, el cómo lo haremos, el cuándo, el dónde y el por qué. En
casi todas las escuelas, después del paro, han quedado núcleos de
activistas que desde sus salones y grupos académicos o desde cubículos
que tomaron durante y después del paro, siguen dispuestos a organizarse
y a seguir luchando.
A veces parece que transformar al IPN
y la realidad de nuestro país son objetivos muy lejanos, pero nadie
debe desesperarse ni darse por vencido; al contrario, quienes
participaron en las jornadas de lucha y siguen participando en
movilizaciones (ahora ya con las obligaciones académicas a cuestas),
deben esforzarse por explicar a otros, a los compañeros que estuvieron
en el paro y a los que no lo estuvieron, al pueblo trabajador que los
apoya y los apoyó, que la lucha de los politécnicos es parte de la
lucha de todos por transformar lo injusto y desigual de nuestra
sociedad y que esa lucha es de largo aliento, que se requiere estar más
y mejor organizados. La lucha no se termina al acabar el paro, ni la victoria está garantizada por haber firmado acuerdos.
La tarea principal del movimiento en este momento consiste en seguir
organizados y ayudando a otros a organizarse para seguir luchando. Hay
que seguir explicando a quienes no participaron en el paro, que no será
con la indiferencia que cambiarán las cosas, todos pueden contribuir de
diferentes maneras. Los estudiantes politécnicos que hoy luchan y se
organizan no deben perder de vista que los paros, como todas las demás
herramientas de lucha, son una forma de protesta que permite unificar y
cohesionar los movimientos fortaleciendo la organización y elevando la
conciencia política del pueblo, pero que el paro al ser un
herramienta, es un medio, no un fin en sí mismo y que no se puede
ocupar la misma herramienta para resolver todos los problemas.
Dependerá de los estudiantes y las circunstancias a las que se
enfrenten determinar la ruta a seguir y las herramientas a utilizar
para luchar con dignidad hasta vencer.
Las lecciones de la
lucha de los estudiantes del IPN aún están por escribirse. Como ya es
costumbre, el gobierno y las autoridades hacen muchas promesas (cuando
no reprimen brutalmente) para contener el movimiento estudiantil y
popular. Los estudiantes del IPN no deben permitir que su lucha se
desarticule, es necesario promover y consolidar los procesos
organizativos, entender que la problemática no es un hecho aislado y
solidarizarse con las diferentes luchas e injusticias en contra de
nuestro pueblo. El Estado por todos los medios tratará de infundir
miedo, a la represión policiaca, a la represión académica, a perder el
semestre, etcétera, pero el miedo se vence y cuando eso pasa podemos
soñar y actuar, ya no sólo para construir un mejor IPN, sino un país
verdaderamente justo, libre y democrático.
NOTA:
Este artículo fue publicado como parte de la sección EDUCACIÓN del No. 6 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 7 de marzo de 2015.
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