Luis Hernández Navarro
Fidel
Sánchez Gabriel tiene 45 años de edad y 38 de vivir y trabajar de
jornalero agrícola. Con sus manos y su conocimiento ha cultivado
cientos de toneladas de las más diversas hortalizas y frutas. A pesar
de que su extenuante labor ha generado incalculables riquezas, vive en
la pobreza. Hoy es la voz de los trabajadores rurales de San Quintín,
donde vive desde 1981.
Fidel nació en el municipio de San Juan Ixtepec, Oaxaca. Hijo de
padres mixtecos, campesinos y jornaleros como él, conserva orgulloso su
lengua original. Aprendió a hablar español en el trayecto a partir de
los siete años, cuando, en 1977, la familia emigró de su comunidad a
los campos agrícolas del noroeste del país. Aunque sólo pudo estudiar
un año de primaria, la vida le ha enseñado múltiples oficios.
El primer destino familiar fue Villa Juárez, Sinaloa, donde se
pizcaba tomate. De allí fueron a recoger algodón en San Juan de los
Planes, Baja California Sur.
Dormían al aire libre, apenas resguardados
por unas palmas de dátiles, contando las estrellas. Fidel tiene a flor
de piel el recuerdo de una noche en la que se despertaron sobresaltados
cuando el piso comenzó a moverse. Al prender la lámpara de mano
apareció una enorme víbora entre ellos. Como pudieron la mataron para
seguir durmiendo.
Ni en ése ni en los otros campos de trabajo había módulo de salud ni
medio de transporte regular ni escuela. Bebían, guisaban y se aseaban
con el agua para riego agrícola. Los más pequeños pasaban los días sin
educación escolar, jugando a las escondidas, a los carritos, a lo que
inventaban. A los nueve años, Sánchez Gabriel jornaleó allí pizcando
algodón en un costalito. Después, en Empalme, Sonora, caminaba
kilómetros bajo el sol para llevarle a su padre el lonche de mediodía.
A los 13 años comenzó a laborar en forma cosechando chile california,
guajillo y calabazas.
En 1981 la familia se instaló en San Quintín. Un empresario les
ofreció un espacio para levantar una vivienda rústica, sin tener que
pagar renta, y les obsequió plásticos y madera. El nuevo hogar era un
paso adelante. Sin embargo, tenía un grave inconveniente: la familia
estaba a disposición del patrón.
Cuando a San Quintín llegó la trasnacional Canelos, mucha gente se
fue a trabajar para allá. Los Sánchez Gabriel también. La empresa
construyó galerones y cuarterías para sus trabajadores. Muy pronto, la
inconformidad comenzó a crecer.
El 16 de septiembre de 1984 estalló un paro de jornaleros agrícolas
organizado por la Central Independiente de Obreros Agrícolas y
Campesinos (CIOAC). El movimiento demandó aumento salarial y mejores
prestaciones laborales. Duró apenas un día y medio y se levantó con un
triunfo. Tiempo después se decretó en la misma compañía un segundo
paro, también exitoso, por las mismas demandas que el primero. Sin
embargo, los intentos de organizar un sindicato propio resultaron
infructuosos, ante la complicidad de las autoridades laborales y los
empresarios.
En 1985 Fidel escuchó que en Estados Unidos había mucho trabajo y
hartos dólares. Junto a sus primos y tíos cruzó la frontera y llegó a
Phoenix. Pero la migra andaba a todo lo que daba. Le tocaron
dos corretizas. Corrió con suerte. No sucedió lo mismo con sus
parientes, que fueron deportados. A los tres meses le ganó la nostalgia
y regresó a San Quintín.
En
1986 la CIOAC decidió organizar a los jornaleros en forma a partir de
la lucha por la vivienda. Fidel se unió al movimiento. Comenzó así una
carrera ascendente dentro de la central: secretario de la colonia,
secretario de acción sindical y secretario general regional.
Sánchez Gabriel participó en el PSUM y sus fusiones, el PMS y PRD.
Pero a final de cuentas les dijo que no. No era lo suyo. Él quería
estar en la lucha social. Finalmente se alejó del partido. Decidió
entonces ir a Estados Unidos a trabajar. siempre de indocumentado, sin
saber hablar inglés. Lo hizo durante 18 años. Permanecía entre siete y
ocho meses y luego regresaba a San Quintín para estar con su familia.
En varias ocasiones fue detenido y deportado, pero nunca se dio por
vencido. Siempre encontró la forma de volver a entrar. Estuvo en
California, Oregon, Washington, Florida y muchos otros estado más.
En 1997 participó en un paro de pizcadores de tomate de la Coalición de Trabajadores de Immokalee. Se dijo a sí mismo:
Yo soy pizcador de tomate, esta lucha es también mía. Aquí voy. En Mattawa, Washington, después de trabajar en la recolección de la manzana volvió a dormir como tantas otras noches, contando las estrellas. Un año después, al lado de la Unión César Chávez, consiguió vivienda digna para sus compañeros. En 2008 regresó definitivamente a San Quintín para estar con su familia.
Al llegar Enrique Peña Nieto al poder sintió el golpe de las
reformas estructurales. Se decidió a frenarlas. Trató de localizar a
sus antiguos compañeros. No tuvo suerte. En cambio, se topó con el
Frente Popular Revolucionario y encontró con ellos hartas
coincidencias. También con la Alianza de Organizaciones por la Justicia
Social.
La alianza tiene año y siete meses de vida. Él tenía un diagnóstico
de la situación de los jornaleros agrícolas en San Quintín y una
propuesta para resolver sus problemas, que coincidían con la alianza,
así que se unió a ella. El 2 y 3 de junio de 2014 se movilizaron para
resolver el problema del agua. Fue un ensayo general de lo que vendría
un año después.
La alianza se volcó a concientizar y organizar a los jornaleros en
las colonias. Luego emplazó al gobierno del estado a resolver sus
demandas laborales. Los tomaron de locos. Decidieron preparar la
huelga. A finales de febrero era un rumor a voces en todo el municipio
lo que se avecinaba. La gente decía:
Ya no aguantamos. Queremos ir al paro. ¿O ya se vendieron?
El 17 de marzo la hora del paro general llegó. Con su experiencia
organizativa y de vida a cuestas, Fidel, el contador de estrellas, se
volvió una voz imprescindible. Acusado por la patronal de pertenecer a
una organización insurgente, él responde:
No tengo fisonomía de guerrillero. No traigo armas. Mi única arma son mis manos. A su manera, él es, ya, uno de esos personajes que aparecen en obras de Eduardo Galeano como Memoria del fuego; uno de esos que, dignamente, junto a su pueblo, hacen la historia de nuestro continente.
Twitter: @lhan55
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