Jesús Cantú
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Todo indica que de nuevo el
presidente y las fuerzas que lo apoyaron saldrán debilitados de la
elección intermedia. En esta ocasión está en juego si el PRI se sostiene
como el grupo parlamentario más grande y, desde luego, si logra
conservar la mayoría simple con los diputados que le puedan aportar los
partidos aliados, PVEM y Panal –este último, por lo primero que tiene
que preocuparse es por mantener su registro.
De acuerdo a las encuestas de preferencia electoral, en vísperas del
inicio de las campañas de los candidatos a diputados federales el PRI
está en promedio en una tercera parte de la votación. Sin embargo,
tradicionalmente los priistas aparecen sobreestimados en las encuestas,
por lo cual puede esperarse que terminen ligeramente debajo de dicha
cifra, rondando su mínimo histórico en la votación de diputados, que fue
en el 2006, cuando alcanzaron únicamente el 29%.
Por su parte, el PAN aparece en estos momentos con un promedio de
alrededor de 26% y, aunque en los últimos dos procesos intermedios (2003
y 2009) también perdió algunos puntos porcentuales entre las encuestas y
la jornada electoral, hay que tomar en cuenta que en ambos era el
partido en el gobierno y ahora es oposición, lo cual puede modificar
dicha tendencia. Esto, aunado a que en 2012 obtuvo 27% de los votos en
la elección de diputados, permite suponer que también estará muy cercano
a 30% de los sufragios.
Y aunque, salvo algunas excepciones, las encuestas no muestran esta
disputa por la conformación del grupo parlamentario más numeroso, es una
posibilidad que está abierta cuando todavía faltan ocho semanas para la
jornada electoral. La posibilidad crece porque uno de los elementos que
seguirá impactando negativamente la intención del voto a favor de los
candidatos priistas es la mala imagen y valoración del trabajo del
presidente Enrique Peña Nieto y las continuas noticias de dispendios,
excesos, uso ilegal de recursos públicos y demás escándalos en los que
se involucra a la familia presidencial y a los miembros de su gabinete.
Los retos del PRI para conservar la mayoría en la Cámara de Diputados
todavía son mayores, pues según las encuestas el registro de uno de sus
aliados, el Panal, está en riesgo por dos razones fundamentales: una,
el mayor porcentaje de votación que se requiere para conservar el
registro (3% de la votación, contra el 2% anterior), y el hecho de que
en la única elección intermedia en la que ha participado consiguió 3.4%;
y dos, porque la presencia pública de este partido se vino abajo con el
encarcelamiento de su fundadora, promotora y lideresa, Elba Esther
Gordillo. Lo cierto es que las encuestas difieren sobre sus
posibilidades de mantener o no su registro.
En estas circunstancias la apuesta del tricolor era fundamentalmente
por un fuerte crecimiento de su principal aliado, el Partido Verde
Ecologista de México, que algunas encuestas colocan en cifras de doble
dígito y hasta disputando el tercer lugar de las preferencias con el
PRD. Sin embargo, las más recientes lo ubican más cerca de su porcentaje
tradicional, es decir, en alrededor de 6%.
En este caso también es conveniente recordar que tradicionalmente el
PVEM se adelanta a todos los partidos políticos e inicia sus campañas
con mucha anticipación porque busca llegar muy bien posicionado entre el
electorado para las fechas en las que tiene que negociar los convenios
de coalición, con lo cual logra ventajas que de otra manera estarían
fuera de su alcance. Por lo mismo, los porcentajes de votación que
arrojan las encuestas en los meses previos al inicio de las campañas
normalmente son sustancialmente superiores a los de la votación que se
consiguen en la jornada electoral.
Lo sucedido en este proceso (y de hecho desde antes del inicio del
mismo) es una muestra muy clara de la estrategia del PVEM, con la única
diferencia de que finalmente le está poniendo un alto a su fraude a la
ley. En estas circunstancias es lógico inferir que a pesar de lo que
muestren algunas encuestas, su porcentaje de votación oscile entre 6 y
7%, que es lo que ha conseguido en las dos últimas elecciones, en las
que los votos de cada partido (aunque participe en coalición) se
computan por separado.
Puede darse por sentado que las únicas dos posibilidades reales en
estos momentos es que el PRI y sus aliados pierdan la mayoría en la
Cámara de Diputados o que los priistas dependan totalmente de los
legisladores del PVEM para conseguirla. Y aunque es una realidad que el
gobierno ya sacó adelante la mayor parte de las reformas
constitucionales y legislativas que le interesaban, la aprobación del
presupuesto federal y la revisión de la cuenta pública, dos temas
centrales para el Ejecutivo, dependen exclusivamente de la Cámara de
Diputados, con lo cual la pérdida de dicha mayoría no es un asunto
menor.
La preocupación crece en la medida en que los escándalos de
corrupción y conflicto de interés continúen aflorando, pues más temprano
que tarde será dicha cámara del Congreso la responsable de revisar el
ejercicio presupuestal y, eventualmente –al margen de si se concreta o
no el Programa Nacional Anticorrupción—, dependerá de la Auditoría
Superior de la Federación, adscrita a esta instancia legislativa. A todo
esto hay que agregar que los eventos del último semestre de gobierno
deterioraron mucho la imagen del actual gobierno, tanto a nivel nacional
como internacional, lo cual mermó sustancialmente su capacidad de
negociación con las otras fuerzas políticas.
Todo indica que por cuarto sexenio consecutivo la elección intermedia
deja un presidente “lisiado” (Proceso 1706) y, al parecer, la debilidad
se acrecienta sexenio tras sexenio. Bien valdría la pena revisar la
duración del periodo presidencial y la conveniencia de renovar
exactamente a la mitad del mandato una de las cámaras en su totalidad:
dos temas que ningún proyecto de reforma política ha contemplado y
resultan claves para la gobernabilidad democrática.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario