Mujeres protestan contra los feminicidios en el Edomex. Foto: Antonio Nava
Mujeres protestan contra los feminicidios en el Edomex. 
Foto: Antonio Nava
Transcurridos 52 minutos Juanita “N” apareció en un lote baldío de calzada El Pacífico. Le dieron 37 puñaladas. Le rebanaron las manos, le dieron piquetes en la garganta. Le quitaron su bolsa con pocas pertenencias. Juanita sólo alcanzó a llamar a su esposo para que acudiera en su auxilio. Demasiado tarde, falleció en el hospital.
La Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) no consideró que el asesinato de Juanita fuera un feminicidio porque así lo decidieron sus autoridades, aunque el artículo 281 del Código Penal de la entidad tipifica muy bien como características del feminicidio que a “las víctimas se les hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de su vida o actos de necrofilia”.
El caso de Juanita se sumó a los 263 que contabilizó el Observatorio Ciudadano en contra de la Violencia de Género, Desaparición y Feminicidio en el Estado de México (Mexfem) tan sólo entre 2015 y 2016.
Sin embargo, la Procuraduría sólo admite 123 casos y no dice nada de las 2 mil 367 mujeres y niñas que han sido desaparecidas, no localizadas o se reportan ausentes desde hace seis años. En la mayoría de los casos se trata de menores de entre 15 y 17 años.
En Metepec, la “zona dorada” de la clase media y media alta del Estado de México, desaparecieron en junio de 2016 Josefina Chávez, de 60 años, y su hija Stephanie, de 30, mánager del equipo Tigres de futbol americano.
El caso generó una oleada de reacciones en redes sociales. La organización Change.org creó el hashtag #EncontremosAStephyPina. La señora Isabel Miranda de Wallace también intervino. La atención social se concentró en esta desaparición.
Ambas fueron encontradas sin vida en la playa Boquitas, Miramar, en Colima. El director de Seguridad Pública, Alberto Ramírez Manzur, negó que se tratara de un doble feminicidio. Era un caso de “santería”, justificó.
La explicación oficial generó una oleada de protestas y de indignación como no se veía desde el siniestro “suicidio involuntario” de la niña Paulette. Por primera vez, la “gente bien” de Metepec salió a marchar en contra de la inseguridad y de los feminicidios.
En Toluca se han ido sucediendo casos y hechos de abusos infinitos e impunes. Violaron a una menor en una casa y nadie ha investigado. En la escuela primaria donde estudió Enrique Peña Nieto mataron a una joyera por no dejarse extorsionar. Toluca y Metepec se han vuelto santuarios de narcos y de secuestradores provenientes de Michoacán.
Nadie se salva de esta pesadilla que ha enlutado al Estado de México en los últimos diez años. Las administraciones de Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila llevan acumulados de 2000 a 2015 un total de 5 mil 163 asesinatos de mujeres, según un estudio del Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República.
Un récord que ninguna entidad tiene. Ni siquiera en Chihuahua, donde los feminicidios en Juárez convirtieron a esta ciudad fronteriza en un triste referente mundial.
Tan sólo en 2016 el Sistema Nacional de Seguridad ha documentado 2 mil 148 casos de violaciones y agresiones sexuales contra mujeres en el Estado de México. Esto explica que en encuestas recientes el 31% de las habitantes de esta entidad declaren que no se sienten seguras “ni en sus casas”.
Ecatepec, el municipio más poblado del país, el epicentro de la carrera política de Eruviel Ávila, se ha convertido en los últimos años en “la capital del feminicidio” mexicano. A pesar de la alerta de género, decretada para 11 municipios desde 2015, en Ecatepec ocurrieron entre ese año y 2017 un total de 44 casos. En un solo barrio, Ciudad Cuauhtémoc, se han registrado 10 feminicidios entre 2016 y 2017. Y sólo el 18% son atendidos por la procuraduría.
A Ecatepec le siguen en orden de mayor número de feminicidios los municipios de Naucalpan (17 casos), Toluca (16), Chimalhuacán (15), Chalco (13), Ciudad Nezahualcóyotl (12), Tultitlán (11), Ixtapaluca, Nicolás Romero y Tlalnepantla (con 9 cada uno), según el recuento de casos de Mexfem, sólo para el año 2016 que suman un total de 263.
Los feminicidios, las desapariciones, los secuestros, las agresiones sexuales y la violencia intrafamiliar se han disparado en los últimos años en el Estado de México.
Una explosiva combinación de red de corrupción criminal y de misoginia institucional ha disparado el fenómeno del descontento contra el PRI que explica la acelerada pérdida de preferencias electorales de este partido que siempre promete atender el problema y solamente lo ha agravado.

Paradójicamente, la primera en mencionar e insistir en el tema fue la candidata panista Josefina Vázquez Mota. Desde febrero y marzo de este año, Vázquez Mota habló de los feminicidios y prometió en el arranque de su campaña acabar en seis meses con esta oleada de crímenes. Algo que pocos le creyeron.
Delfina Gómez, exalcaldesa de Texcoco, también ha mencionado el tema varias veces. El 4 de abril afirmó en Ecatepec: “Creció tanto esta crisis en la tierra del gobernador (Eruviel Ávila) que hoy Ecatepec es la ciudad más peligrosa en el país para ser mujer”.

Juan Zepeda, exalcalde de Neza y candidato del PRD, insistió más en este tema prometiendo generalizar la alerta de género a los 125 municipios. El 22 de mayo pasado ofreció reabrir los casos a los que les han dado carpetazo.
El priista Alfredo del Mazo, tan distante de todo y de sus propios gobernados, ha hecho declaraciones genéricas, condenando los feminicidios, desvinculándolos del tema de la corrupción. Su propuesta es una “tarjeta rosa” para la compra del voto.
“Las mujeres seguimos siendo vistas como un botín político”, advirtió Mexfem en un boletín emitido en abril de este año.
Sin embargo, distintos observadores ya adelantan que si una razón explica la debacle del PRI en su granero electoral más importante está en algo que el Grupo Atlacomulco siempre menospreció: el respeto a la vida y a la integridad de las mujeres.
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