Eduardo Nava Hernández
Cambio de Michoacán
De manera sorpresiva, pero no inexplicable, en los últimos días los trabajadores de varios almacenes de autoservicio en Morelia salieron a manifestarse públicamente e incluso paralizaron los centros de trabajo. Son empleados de las tiendas Aurrerá, Walmart y Sam’s, pertenecientes a la cadena transnacional Walmart, la más grande y poderosa del mundo en su ramo, propiedad de la familia estadounidense Walton, heredera de la fortuna iniciada por Sam y James Walton (fallecidos en 1992 y 1995, respectivamente), y que a la fecha se estima la más rica de los Estados Unidos, con bienes por más de 130 mil millones de dólares.
La movilización de los trabajadores, no sólo en Michoacán sino en otros puntos del país, como Puebla, Jalisco y Acapulco, estalló al recibir el reparto de utilidades al que por ley la empresa está obligada, y que aquéllos consideraron “una burla”. Algunos de ellos recibieron 200 pesos o menos, habiendo quienes sólo obtuvieron dos pesos o incluso algunos centavos después de un año de trabajo. Lo notable, en este caso, es que a esos empleados nunca se les ha permitido organizarse en sindicatos ni contar con una representación real frente a la parte patronal.
La cadena Walmart es introductora de un sistema de control laboral basado en contratos precarios, bajos salarios, inexistencia de organizaciones gremiales de sus empleados e incluso de un modelo ideológico que pretende quitar al trabajador su identidad y su condición como asalariado para presentarlo como “asociado”. De entre ellos se selecciona al “asociado del mes” como un pequeño estímulo a la mayor productividad de los trabajadores, y sobre todo se lo hace sentir identificado con la empresa y comprometido con ella, obligado a dar su mayor esfuerzo pese a la escasa retribución, defenderla y procurar la elevación de las ganancias.
Walmart es considerada, “por sus métodos insustentables, prácticas dudosas y su explotación del mercado global” como la tercera transnacional más nociva del mundo en una clasificación publicada en la página ecologista ecoosfera (http://ecoosfera.com/2013/12/top-5-las-companias-mas-malvadas-sobre-la-faz-de-la-tierra/). Castiga los precios de compra a los productores, importa masivamente productos manufacturados de China para abaratar costos, paga, como queda dicho, salarios mínimos y combate la organización laboral. En diversas partes del mundo se ha visto envuelta en escándalos de corrupción por sobornar autoridades, como el que se conoció en México hace unos años, cuando la empresa logró el beneplácito del INAH y el gobierno del Estado de México para construir un almacén en la zona arqueológica de Teotihuacán.
En la actualidad, la cadena comercial cuenta con unos 2.2 millones de trabajadores en todo el mundo, casi todos ellos en condición precaria y sin defensa sindical. “En Estados Unidos, Wal Mart es el principal empleador privado, con 1.900.000 empleados y casi 4 mil tiendas. La empresa se ha expandido por otros 13 países y en 2006 tuvo una facturación mundial de 351.000 millones de dólares. […Una] investigación de Human Rights Watch reveló que ninguno de los trabajadores de Wal Mart en Estados Unidos se encuentra representado por sindicato alguno. ‘En Brasil, ninguna de sus 290 tiendas tiene un delegado’”, dice un reportaje publicado en el diario argentino Página12 en mayo de 2007.
Los intentos de sindicalización o de que firme una contratación colectiva han sido derrotados por la cadena de almacenes mediante despidos, amenazas y aun en tribunales en Argentina, Canadá y otros países. Sólo en Alemania esta poderosa empresa ha sido condenada por practicar el dumping —la venta subsididada de productos a precios por debajo de sus costos de producción para hacer quebrar a los competidores— y por constituir una competencia desleal a los pequeños comercios locales. Walmart fue obligada, virtualmente, a abandonar sus negocios en la economía más fuerte de Europa.
En México, un grupo de empleados agrupados en la Organización de Trabajadores del Grupo Walmart de México (OTGWM) ha venido denunciando recientemente la constante violación de derechos laborales. Según esta coalición, la empresa tiene en nuestro país 230 mil trabajadores, con un índice de 40 por ciento de rotación laboral, es decir, que de cada 100 empleados contratados, despide a 40 en un plazo corto. Además, se ampara en contratos colectivos de protección para la parte patronal y es la empresa que recibe más demandas de carácter laboral ante las juntas de conciliación y arbitraje; sólo en la Ciudad de México, un promedio de 100 por mes. Otras violaciones contra el trabajo son la rotación arbitraria de turnos, la extensión, por 10 o 12 horas, de la jornada laboral sin pago de horas extraordinarias y el incumplimiento en la capacitación de los trabajadores. La misma OTGWM ha denunciado que en este país Walmart también ha recurrido, como en otros, al soborno de funcionarios públicos (http://aristeguinoticias.com/2704/mexico/trabajadores-de-walmart-destapan-abusos-en-mexico-y-eu/).
Por eso asombra que, por primera vez, y aun a riesgo de perder sus empleos, los trabajadores mexicanos del gigante almacenero hayan optado por salir a las calles y demandar públicamente la mejoría en sus salarios y condiciones de trabajo, así como un reparto de utilidades efectivo y justo. La protesta nos habla de una situación desesperada de los empleados frente a la arbitrariedad y sobreexplotación que sustentan una de las fortunas más grandes del planeta y se extiende como un cáncer destruyendo pequeñas economías familiares y atropellando todos los derechos posibles a sus indefensos “asociados”.
Los hoy movilizados trabajadores han convocado a un paro nacional en las tiendas Walmart, Sam’s, Suburbia (en proceso de venta al grupo Liverpool) y Bodegas Aurrerá. Deben ser escuchados por las autoridades del Trabajo e incluso por la PGR ante la cual existen también denuncias por actos de corrupción y violación de diversas leyes federales. Desde luego no se trata de un caso excepcional entre las grandes empresas transnacionales, pero sí de uno particularmente emblemático y extendido, por los alcances de esta cadena. En realidad, la precarización del trabajo productivo o, como en este caso, de servicios comerciales, es una tendencia mundial, un rasgo de la etapa ultraliberal depredadora del capitalismo actual. Mineras, empresas energéticas, fábricas textiles (Zara) y otras, no escapan a esa tendencia devastando el medio ambiente y sometiendo a sus trabajadores a las condiciones más extremas de explotación posible.
¿Cómo conmemorar dignamente el centenario de nuestro artículo 123 y de la celebrada primera constitución en el mundo en incorporar derechos sociales cuando nuestra realidad nos habla de que un siglo no ha sido suficiente para dar a éstos cumplimiento? Que esta reciente movilización de los trabajadores de Walmart encuentre respuestas entre los gobernantes y en toda la sociedad para frenar en alguna medida esa vergonzosa e indigna manera de amasar fortunas que en muchos aspectos nos devuelve a los tiempos de la primera industrialización en el siglo XVIII o los inicios del XIX.
Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH.
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