Ciudades sitiadas, carreteras bloqueadas, saqueos y enfrentamientos
Nicaragua,
el país más grande de Centroamérica y uno de los más empobrecidos de
América Latina y el Caribe, ha estado fuera del foco mediático
internacional por largo tiempo, hasta el pasado 18 de abril de 2018,
cuando la gente salió a las calles. En principio la lucha pacífica fue
en contra de una reforma al seguro social por la que se pretendía cobrar
impuestos para las pensiones incluso a las personas jubiladas. Sin
embargo, la represión contra concentraciones, y el conteo de personas
fallecidas desde la noche del 19 de abril, fue la mecha que encendió una
revolución de paz y justicia que en gran medida está repitiendo la
revolución del 79 de este mismo país, incluido el machismo y códigos
patriarcales.
Más de 130 personas asesinadas (sólo una mujer entre ellas, y al
menos 11 adolescentes) denominadas héroes y mártires de abril, ciudades
sitiadas y carreteras bloqueadas, estudiantes atrincherados en
universidades, saqueos y enfrentamientos callejeros provocados por
fuerzas de choque pro-gobierno, se sumaron a un diálogo nacional que
comenzó con la mediación de la Iglesia Católica, un Ortega que no
termina de reconocer ni los muertos ni el estado de excepción que impera
y un impasse tras cuatro sesiones de trabajo porque ni siquiera fueron
capaces de consensuar la agenda de este espacio. En medio de todo esto, y
con una preeminencia de voces masculinas en roles clave, es el momento
de mirar hacia las mujeres movilizadas, clave en esta Revolución de
Abril.
DEL 19 DE JULIO DEL 79 A LA REVOLUCIÓN DE ABRIL
“Que se rinda tu madre” fue el histórico grito de Leonel Rugama, con
unos 20 años y en combate desigual entre estudiantes y la guardia de
Somoza, el dictador derrocado en la revolución del 79, que desde el 18
de abril de 2018 se escucha de nuevo en Nicaragua.
“Ahora estamos planteando que la madre no se rinde, que la expresión
tiene que ver con el patriarcado, etc. Para mí tiene sentido, pero
también hay que entender el contexto, quién lo dijo y por qué.
Finalmente es una consigna de este movimiento”, comenta Gaby, una mujer
joven, de 29 años, habitante de Managua.
También habla emocionada de la reapropiación del “Patria libre o
morir” de hace cuarenta años, ahora transformado en “Patria libre para
vivirla” e incluso redefinido como “Matria libre para vivirla”.
El simbolismo de las madres atraviesa la historia de este país desde
la revolución del 79 hasta la multitudinaria marcha del pasado 30 de
abril. El mismo día que Nicaragua celebra su día de las madres, las
autodenominadas “Madres de Abril”, colectivo conformado por madres,
hermanas, esposas de los fallecidos desde que iniciaran las protestas,
convocaron la Madre de las Marchas. Cientos de miles de ciudadanas y
ciudadanos se dieron cita en Managua en una manifestación pacífica nunca
antes vista, niñas y niños, bebés, hombres y mujeres de todas las
edades, estudiantes, campesinas y campesinos, feministas reclamando el
luto por los asesinados, y la justicia para que descansen ellos y sus
familias. Quedó claro que las madres no se rinden.
Sin embargo, el régimen no respetó ni el duelo ni el civismo, cuando
durante el acto final de la marcha frente a la Universidad
Centroamericana (UCA) la policía nacional y grupos de choque
convirtieron la marcha cívica en la “masacre de las madres”, disparando
contra las masas, y asesinando a 15 personas, hiriendo a más de 200 y
generando un caos en el que durante horas, más de 30 niñas y niños se
extraviaron de sus familiares.
Premisas como “la revolución será feminista o no será” inundan redes
sociales junto al hashtag #SOSNicaragua, y en carteles en las marchas.
Gaby habla con pasión del momento histórico que está viviendo, afirmando
que las mujeres tienen un papel bien decisivo y también confrontativo:
“Estamos asumiendo papeles de distribución y vocería; las doctoras
voluntarias son mayoritariamente mujeres, estudiantes de medicina. Hay
muchas mujeres involucradas, la chavala que organizó la marcha a la
Asamblea del 4 de mayo tenía menos de 20 años”.
Desde Estelí, la joven Hell, no lo tiene tan claro. “Yo siento que no
se está tomando en cuenta a las mujeres. Se habla de héroes y mártires.
No quiero que seamos nosotras quienes estemos ahí, que seamos
asesinadas, ya tenemos suficiente con los femicidios. Pero no se
reconoce a las mujeres que están en las primeras filas”. Hell explica
que en días anteriores expresó este malestar en el grupo con el que se
estaba organizando en la ciudad norteña: “Les dije que la manera en que
(los hombres) llevan el mundo no sirve. Se quedaron callados y se
fueron, dejándonos solas a las mujeres. Los hombres no nos dejan, su
forma de hacer es caduca”. Hablamos un rato de cómo la violencia es
parte en las tácticas preferidas por los hombres, y que el hecho de que
las mujeres no estén entre los “héroes y mártires de abril” (paralelo
perverso de los del 79), no implica que no estén en las barricadas.
Esther es una veinteañera de Managua que durante las primeras semanas
estuvo apoyando en los centros de acopio espontáneos que surtían a las y
los estudiantes atrincherados en la Universidad Politécnica de
Nicaragua (UPOLI), y dónde aún resisten. Ella puso su coche para llevar
agua, comida enlatada, medicinas y en alguno de los viajes, también
estudiantes mujeres, relevo para las atrincheradas en la universidad.
“Esas chavalas que llevé a la UPOLI son aguerridas, por todo lo que han
dejado para estar allí.
Son chavalas sin miedo, no son princesitas. Esto es una de las cosas
por las que el feminismo aboga, incluso las participaciones en esta
lucha. Ver a unas armando molotovs en una de las barricadas, para mí fue
gratificante. No existe la separación chavalas y varones, todos estamos
en la misma página”.
Esther habla también de la mirada amplia que las mujeres aportan a la
lucha. “Los varones no tienen esa visión integral, ellos dicen sólo que
hay que llevar las armas”. Precisamente Hell es parte de un grupo
espontáneo conformado en la ciudad de Estelí. “Éramos psicólogas,
médicas y trabajadoras sociales, recolectamos cosas de nuestros trabajos
para llevarlo a los lugares de conflicto y hacíamos rondas,
monitoreábamos las movilizaciones y si tiraban gases lacrimógenos, nos
acercábamos y recogíamos a personas desorientadas, les dábamos apoyo
físico o psicológico”, explica.
SORORIDAD DESDE EL EXTRANJERO
Marcela, de 28 años, lleva tiempo en el extranjero, a 6 mil
kilómetros de distancia de Managua. A pesar de la lejanía, sintió de
cerca la necesidad de apoyar. Vivir en el extranjero no la impidió
aportar de diferentes formas. “Con el nivel de desinformación y la
censura de los canales, si estoy lejos lo mínimo que puedo hacer es
apoyar en comunicación, que es lo mío, y con datos”. Ella explica que
los primeros días el trabajo fue arduo, con mucha información y noticias
faltas en redes sociales, y en los medios oficialistas e
independientes.
La participación amplia de las mujeres de diversas edades también
tiene como consecuencia nuevos riesgos para los que muchas no estaban
preparadas. Según Marcela una de sus tías jamás le había logrado enviar
un video por la aplicación WhatsApp, “y ahora me está compartiendo hasta
gifs”. Marcela se dio a la tarea de concienciar a sus familiares sobre
la importancia de la verificación de contenidos y noticias, el no creer
todo lo que aparece publicado y tomar ciertas medidas de seguridad
básicas. “Esto ha despertado a mujeres de muchas edades y de muchos
extractos diferentes. Creo que tal vez no trasciende tanto en su
accionar, pero algo les cambió de alguna manera”, reflexiona.
Para Gaby ha sido diferente. Habla de las conversaciones con su
madre, quien vive en el extranjero tras migrar para darle un futuro
mejor. “Para mi mamá es mentira todo lo que está pasando, porque ella
luchó en el 78 y 79, fue a alfabetizar, es sandinista y esto no tiene
sentido para ella. Dice que es protesta de niños burgueses, y que todo
es montaje”. Gaby asegura que el discurso de los medios oficiales es el
de su madre: “Me dijo que le presentara a “mis muertos” y, sí, son míos
porque son de mi generación, aunque de momento no son ninguno de mis
amigos, pero puede acontecer”, comenta.
Marcela habla con firmeza demostrando análisis crítico y a
profundidad de la situación sociopolítica de Nicaragua: “Los chavalos
que murieron son la fibra más popular de Nicaragua. La clase media que
ni siquiera entiende los problemas de clase, se vio movilizada por la
vida y el humanismo, sin embargo, serán los mismos que seguirán viendo
el 13 (uno de los canales oficialistas), o presentarán proyectos a
“Nicaragua diseña” (evento promovido por una de las hijas del matrimonio
Ortega Murillo), y seguirán llamando ladrones a la gente de San Judas
(barrio de Managua), indios a los de Monimbó (tradicional barrio
indígena de la ciudad de Masaya). Lo que está ocurriendo ahora debería
servir para analizar nuestro clasismo”, asevera. Gaby opina lo mismo que
Marcela, la lucha que inició en abril va más allá de las trincheras de
la UPOLI o los comunicados en redes sociales: “Tiene que ver con ser
consecuente”.
“El ejemplo de las fotografías íntimas de la muchacha, es caer en
algo que definitivamente va en contra de lo que quiere este movimiento
autoconvocado”. Esther me habla del caso de una de las chavalas
lideresas de los movimientos estudiantiles en lucha; a la semana de la
protesta y como forma de desacreditarla, se filtraron videos íntimos de
ella. “Me siento incómoda, nosotras no vamos a dejar de reclamar que se
nos respete como mujeres sólo por lo que está viviendo el país. Esta
lucha también es de las mujeres y por eso quiero que no sólo a los
hombres se les dé el protagonismo y que a nosotras se nos respete. Mi
posición es que no importa que sea lo que sea la mujer, no hay
justificación alguna en lo que pasó”, exclama.
Espontáneamente y frente a esta situación de violencia digital, se
divulgó online un comunicado firmado por un nuevo colectivo feminista
llamado “Las Malcriadas” en el que ponían el foco sobre la situación que
afecta a mujeres independientemente de su ideología política y poder
más allá de las protestas actuales en las calles de Managua y otras
ciudades de Nicaragua.
El manifiesto, dividido en cuatro banners, expone que “los cuerpos de
las mujeres históricamente han sido expuestos y violentados en
situaciones de conflicto. La era digital no es excepción de estas
violencias patriarcales, manifestadas en las redes sociales.
Rechazamos la divulgación de fotos privadas (verdaderas o falsas) de
las mujeres de diversos sectores involucrados en el conflicto actual de
Nicaragua, sin importar su postura política. La publicación de fotos
privadas es violencia machista”. Fue uno de los contenidos más
viralizados en ese momento en las redes sociales de Nicaragua. Durante
las siguientes semanas, “Las Malcriadas” han continuado haciendo
públicos comunicados relacionados con el tema y han recabado la
solidaridad de feministas de otros países hacia las mujeres movilizadas.
“Todo el movimiento feminista ya estaba organizado por otras
situaciones y en este momento también ha actuando. Estamos en la
búsqueda de información, tenemos esa idea de que hay otras cosas que se
tienen que atacar”, comenta Esther, y asegura que jamás se imaginó una
marcha en la que caminaran juntas las feministas, la Iglesia católica,
personas ateas y sandinistas que no son orteguistas, haciendo referencia
a la peregrinación convocada por el obispo de Managua Silvio Báez, el
sábado 28 de abril, en la que miles de personas se dieron cita en la
catedral nueva de Managua para rezar y exigir justicia y paz.
OTRA NICARAGUA ES POSIBLE
“Los chavalos están diciendo que la única solución potable a todo
esto es que Daniel Ortega se vaya. Pero caemos en otro problema, se va
Daniel ¿y quién queda? No hay liderazgo, debemos pensar quién quedaría a
cargo si el gobierno se va. Sí es posible otra Nicaragua, pero tenemos
que pensar también como adultos, ¿qué haremos si ganamos la revolución?
Gioconda Belli lo dice, que les pasó tras la revolución del 79. Debemos
identificar los problemas reales que tenemos que solucionar una vez
hecha la transición”, comenta con pasión Gaby.
“Imagino una Nicaragua con más participación de las personas jóvenes y
con una visión más feminista. Sin reproducir la guerra y la mirada
bélica”, afirma Hell, aunque le cuesta pensar más allá del ahora. “Creo
que hay cosas en las que se podría mejorar. En el sentido de tiempo,
esto nos ha superado. Necesitas una sacudida para verte como ciudadana
generando opinión y espacios de debate con mirada integral y menos
segmentada”, reconoce.
Marcela habla de la congruencia en la lucha y la interseccionalidad
de todos los procesos políticos que están pasando: “Me da miedo pensar
en cómo va a ser Nicaragua en unos años, tengo el pánico de la
decepción. Prefiero pensar en qué se está articulando hoy y qué se puede
lograr ahora, tenemos memoria muy viva de lo que se está viviendo. Me
da miedo que esto se convierta en una crisis olvidada como la de
Honduras, Venezuela, Siria, Libia, o Haití”.
Para Esther esta situación de lucha, plantones y conciencia
generalizada no va a acabar ahorita, “esto nos va a llevar bastante
tiempo, pero si estamos convencidas de que este es el camino a seguir,
porque ya no queremos ver injusticias en el país, esto no se va a
enfriar”, concluye con esperanza: “La gente se desespera, pero siento
que no va a ser así, porque ya tu mente ha cambiado, hemos cambiado
tanto en estas semanas que no vamos a dejarlo enfriar”.
* Este artículo fue retomado del portal Píkara Magazine
Imagen retomada del portal Pikara Magazine |Stencil diseñado por Violeta Perra.
Foto de Persians Mejia
Por: Arlen Irene Curiel*
Cimacnoticias | Bilbao, Esp .-
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