Por vez primera, un manejador de campaña electoral acusa al
adversario con un argumento que tiene la doble condición de que a él le
“parece” y la de ser “absolutamente evidente”. No se pone de acuerdo
Jorge con Castañeda.
Dice el político conservador que demasiados elementos “sugieren
claramente” que hay un entendimiento entre AMLO y EPN. Sugerir es
proponer, aconsejar o, por otro lado, evocar, aunque también podría ser
inspirar. No se sabe qué podría “sugerir” con tanta “claridad” un
“pacto” que tendría que ser oculto, sencillamente porque no está
anunciado.
Por lo pronto, lo “absolutamente evidente”, el pacto, tiene
“elementos” que lo “sugieren claramente” dentro de un sistema de
contradicciones chistosas, las cuales sólo sirven para querer dar
énfasis a una aseveración peregrina.
Es posible que Castañeda pretenda llevar el debate electoral al tema
de un tal pacto de AMLO con EPN. Sin embargo, como él mismo lo sabe, eso
no va a ocurrir. Lo que el PAN busca es justificar desde ahora su
derrota. El dizque pacto podría ser un elemento, pero es en vano.
Para responder al periodista Francisco Reséndiz, Castañeda aporta uno
de los “demasiados elementos” que “sugieren” el tal pacto, pero se
refiere sólo de unas afirmaciones de otra persona, la presidenta de
Morena, Yeidckol Polevnsky, las cuales han sido aclaradas por ella misma
y, además, no se referían a Peña Nieto.
Para sostener el ritmo de comicidad en su entrevista con El Universal
(06.06.18), el vocero de Ricardo Anaya afirma, otra vez muy enfático:
“seguramente hay un garante de ese pacto; yo no sé quien sea, pero lo
hay.” Castañeda da por seguro lo que no sabe. Él cree tener el don de no
necesitar saber algo para asegurarlo.
El periodista le cuestionó sobre por qué tendría Peña Nieto que hacer
un pacto con AMLO y no con Anaya. Castañeda respondió en la misma línea
de picardías de humor involuntario: “confieso que para mí es un
misterio… porque las reformas de Peña…, en sí mismas, son positivas.”
Así, el vocero de Anaya nos comunica que es un misterio que el pacto que
denuncia no se haya llevado a cabo con el candidato del PAN, su jefe.
Ricardo Anaya estuvo tocando puertas para convencer que lo
conveniente para el país (y, naturalmente, para él mismo) era retirar a
José Antonio Meade de la contienda y vencer, juntos, a López Obrador. Es
la convocatoria al “voto útil”. Hubo muchos discursos públicos y
trascendidos al respecto. Peña Nieto dijo que no. Ni se aseguraría la
derrota de AMLO ni se podría defender al PRI como partido. En otras
palabras, el pacto bueno, según Castañeda, era entre Ricardo Anaya y
Enrique Peña Nieto. Lástima.
El desastre del PRIAN es lo más seguro en la presente temporada. Eso también lo sabe Jorge Castañeda, pero finge demencia.
Más allá de sus frases de caricatura, afirmó contundente que el
motivo de EPN para hacer el pacto con AMLO es evitar ir “al bote”, pero
se abstuvo de “revelar” el propósito que tendría el candidato de Morena,
quien ha sido durante la campaña el puntero en todas las encuestas.
Al final, el vocero de Ricardo Anaya pasó de los chistes a la
difamación. Dijo que López Obrador llevaría a los jóvenes hacia un
pasado de represión, a 1968. Así, Castañeda pide el voto para Acción
Nacional, lo cual no es algo nuevo en él, pero recurre a la adivinación y
atribuye pretensiones criminales a quien fue gobernador de la ciudad
más grande del país y jamás utilizó la fuerza pública para impedir el
ejercicio de derechos políticos.
Adivinar así, dentro del discurso electoral, es deshonroso porque se
sabe que es una falsedad. A la zahiriente inculpación contra Andrés
Manuel de ser un “peligro para México”, Castañeda le ha añadido la de
tener inclinación a cometer genocidio. ¡Qué vileza!
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