Alejandro Nadal
La Jornada
Muchas guerras se pierden antes de comenzarlas. La razón es sencilla y se encuentra codificada en la más famosa sentencia de Clausewitz:
La guerra es la continuación de la política por otros medios. El corolario está en Libro Primero de la obra completa del militar prusiano, De la guerra: si en política uno ya ha sido derrotado, la guerra no cambiará nada ese resultado.
Algo similar se puede decir de las llamadas guerras comerciales. No
son conflagraciones bélicas, pero sí destruyen industrias y hasta la
vida de millones de personas. En los arsenales para éstas se usan
aranceles, sobretasas y cuotas, y los daños son considerables: regiones
enteras pueden ser devastadas por los efectos de esos conflictos.
Hoy, Washington ha iniciado una nueva guerra comercial en contra de
México. Es un desplante agresivo que tiene pocos paralelos en la
turbulenta historia de las relaciones bilaterales. Con una sobretasa
arancelaria se pretende obligar al gobierno mexicano a frenar el flujo
migratorio proveniente de terceros países. Las razones esgrimidas para
lanzar esta ofensiva no son económicas. Trump insiste en que se trata de
un problema de seguridad nacional, pero eso es cuestionado incluso por
muchos integrantes del Partido Republicano.
Estados Unidos y México acaban de firmar un nuevo tratado comercial
con Canadá (Usmeca). Todavía está pendiente su ratificación por el
Senado estadunidense y las amenazas de Trump ponen en peligro ese
trámite. De cualquier manera, por el momento se mantiene vigente el
Tratado de Libre Comercio de América del norte (TLCAN). El capítulo 21
de ese acuerdo, sobre excepciones, contiene disposiciones importantes
sobre seguridad nacional, y el artículo 2102 estipula que nada en el
texto del tratado debe impedir a las partes adoptar medidas para
proteger sus
intereses esenciales en materia de seguridad nacional. Esas disposiciones tienen que ver con el comercio de armas, la no proliferación de armas nucleares y medidas que cada país pueda adoptar en caso de emergencia nacional. Pero en ninguno de esos casos se permite o autoriza a las partes imponer sobretasas arancelarias a sus contrapartes.
El artículo 2104 del TLCAN regula las excepciones al tratado en caso
de emergencias de balanza de pagos. Este es un viejo tema en la historia
del comercio internacional. El artículo 12 de los Acuerdos Generales
sobre Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) estableció
el principio general de que, en caso de emergencias de balanza de pagos,
las partes podrían imponer restricciones a las importaciones. Los
instrumentos para restringir las importaciones pueden ser cuantitativos
(cuotas, permisos previos) o a través de sobretasas arancelarias. Lo
extraordinario del TLCAN es que en su artículo sobre excepciones se
prohíbe la aplicación de estas medidas (artículo 2104, párrafo cinco,
inciso d). Esas son las únicas medidas que sirven para restringir las
importaciones en caso de emergencia de balanza de pagos. O sea, el
capítulo sobre excepciones en caso de emergencias de balanza de pagos
establece que ¡no habrá excepciones en caso de ese tipo de emergencias!
Seguramente los negociadores estadunidenses quisieron restringir el
margen de maniobra que pensaron México podría algún día querer usar sin
darse cuenta de que, en realidad, quien iba a querer recurrir a esas
medidas de emergencia sería precisamente Estados Unidos. De hecho, de
las tres partes del TLCAN México es la única que nunca ha recurrido a la
aplicación de medidas para el caso de una emergencia de balanza de
pagos. Estados Unidos las aplicó precisamente cuando Nixon cerró la
ventanilla de convertibilidad del dólar estadunidense en 1971 y Canadá
en 1965.
En el texto del nuevo Usmeca, pendiente de ratificación por el Senado
estadunidense, ya no se prohíben las medidas de emergencia en caso de
emergencias de balanza de pagos. Es posible que Washington haya tomado
conciencia de su debilidad comercial y esta vez haya decidido que era
más conveniente tener ese instrumento disponible. De todos modos, la
amenaza de Trump es ilegal desde el punto de vista del aún vigente
TLCAN. Y por el lado de las reglas de la Organización Mundial de
Comercio, la sobretasa arancelaria que pretende imponer el Donald
también es ilegal, porque su objetivo no tiene nada que ver con un
problema económico.
Esto es lo que va a pasar. De cumplir Trump sus amenazas, el Senado
estadunidense no ratificará el nuevo Usmeca y su propio partido ya le ha
anunciado en términos claros que le recetará un voto desaprobatorio.
Trump no va a arriesgarse de cara a la campaña por su relección en 2020.
Parafraseando a Clausewitz, las guerras comerciales son la
continuación de las tensiones económicas por otros medios. Y las
tensiones económicas han estado minando la hegemonía del gigante
norteamericano desde hace ya tres décadas. Ironía histórica: aún antes
de comenzar sus guerras comerciales, Estados Unidos ya ha sido derrotado
por las mismas fuerzas económicas del capitalismo.
Twitter: @anadaloficial
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