Si entre 1992 y 1997 su objetivo fue un engaño piramidal llamado
“Línea de compra de los consumidores” –que despojó a un cuarto de millón
de incautos de 50 millones de dólares–, a partir de 2000 se planteó
dirigir sólo a los “machos alfa” del éxito que necesitaban que alguien
les enseñara que la avaricia era buena. Si vemos las declaraciones del
juicio en su contra la semana pasada, lo que se entiende es que Raniere
hizo de la ideología del neoliberalismo –usar a los demás como medios
para alcanzar la abundancia– una secta del Tratado de Libre Comercio
entre Canadá, Estados Unidos y México.
Allison Mack, quien intepretó el personaje de Chloe Sullivan en la serie televisiva Smallville, en la corte de Brooklyn, tras haberse declarado culpable. Foto: AP / Mark Lennihan
Si algo, Raniere no es un gurú o un entrenador del éxito sino un
neoliberal viendo por su interés propio supremo: merecer la abundancia,
como escribió compulsivamente la esposa del exgobernador de Veracruz,
mientras éste se embolsaba miles de millones de pesos de bienes
públicos. Raniere fue detenido en un complejo enrejado en Puerto
Vallarta, el 27 de marzo de 2018, acusado de tráfico sexual de mujeres y
de niñas. No se le presentó ante ningún juez mexicano y sólo se le
deportó. Cinco meses antes, The New York Times había publicado las
denuncias de una serie de víctimas de “herraje”, de ser marcadas con
hierro con sus iniciales, como esclavas. Después se han ido declarando
más crímenes de la secta del TLC (hoy T-MEC): tráfico de mujeres y
dinero efectivo por la frontera con México, experimentos de lavado de
cerebro a cargo del doctor Brandon Porter (que incluía exponer a las
esclavas sexuales a imágenes de desmembramientos, ejecuciones y un
prisionero obligado “a comerse su propio cerebro”), introducción de
inmigrantes ilegales, hackeo de cuentas de correos para intimidar,
presionar y extorsionar jueces, jefes de policía y periodistas. Toda una
secta del capitalismo global.
Según las cartas de su expareja, Toni Natalie, dadas a conocer en el
juicio por violencia y abuso en 1999, Raniere se cree el personaje de
una novela publicada en 1957: La rebelión de Atlas, de la escritora
conservadora e inmigrante rusa Ayn Rand. La historia que cuenta la
novela es la de una guerrilla de empresarios –lo juro– que se alza
contra los políticos. No tienen armas sino acciones en la Bolsa de
Valores. Se van a las Rocallosas con sus millones, generando el cierre
de empresas y una hambruna para doblegar al Capitolio y la Casa Blanca,
al Malévolo Estado Interventor. Al final de las más de mil páginas, los
huelguistas fifís entran en Wall Street ondeando una bandera con el
signo del dólar. Uno de los seguidores de la secta de Rand, “El
Colectivo Objetivista”, fue Alan Greenspan, presidente de la Reserva
Federal de los neoconservadores; Ronald Reagan; los dos Bush y Bill
Clinton, y quien escribió en sus memorias que la Guerra de Irak era
esencial para que no subiera el petróleo.
Raniere no perteneció a la secta objetivista, pero en las cartas a su
expareja se llama a sí mismo John Galt, el líder en la novela, y a
ella, Dagny Taggart, la heroína. La idea de “los parásitos” como los que
requieren de la intervención del Estado para igualar sus oportunidades
en la vida, viene también de la novela, así como la de que el éxito
individual es “racional”, que la avaricia es moralmente buena, y que lo
contrario, el Estado, es “vil misticismo”. Con la “teoría” objetivista,
lo que dice Rand es más o menos lo que dicen los economistas
neoliberales: “Si no estás de acuerdo conmigo, eres irracional”. También
establece que si alguien da su vida por los demás, es un inmoral,
porque no protege lo único que se tiene, que es el interés personal. Por
eso, quizás, Dorothy Parker, la gran cuentista norteamericana, dijo de
La rebelión de Atlas: “Ese libro no debe ser descartado con ligereza,
sino con toda la fuerza”.
El hecho de que los hijos de tres expresidentes mexicanos hayan
tenido puestos clave o relación con la secta Nexium habla de un país
donde los poderosos son los apellidos. Son usados como reclutadores de
entre sus círculos de ricos y famosos. Las víctimas, las esclavas
sexuales mexicanas cuyos nombres han aparecido en lo que va del juicio
–las regiomontanas Daniela Padilla Bergeron, Loreta Garza, Mónica Durán,
Rosa Laura Junco, hija del magnate periodístico, y Camila Padilla,
presunta primera víctima de estupro del líder– eran, como las
enfermeras, maestras o publirrelacionistas de Canadá y Estados Unidos,
personas que creían que existía un método para el éxito. Pero, ¿qué
quería decir eso?
De acuerdo al blog de Frank Parlato, exvocero de la secta de Raniere,
el padre de Daniela, Héctor, le llama a Albany a Lauren Salzman –quien
se encargaba en 2001 de los cursos– para anunciarle que sus hijas, “en
vez de ir de vacaciones a Suiza, quieren tomar el taller de éxito
empresarial de Nexium”. Daniela termina secuestrada durante dos años en
un cuarto por negarse a “dormir” con su hermana Mariana en la misma cama
que el líder. Esto es visto como un “desarrollo personal” para
“enfrentar la adversidad”.
El estrecho círculo de mujeres “empoderadas” en Nexium, Nancy y
Lauren Salzman, Allison Mack y todas las que se consideraban como dentro
de una sororidad llamada “DOS”, también tenían como función el
extorsionar a las esclavas con fotografías comprometedoras, acusaciones
con sus jefes de empresa o castigos corporales. También destruyeron
evidencias fílmicas y de texto cuando Raniere fue detenido en Puerto
Vallarta. Sobre esta secrecía, Emiliano Salinas le dijo a los medios en
entrevista:
“No te centres sólo en la marca. De lo que estoy hablando es de cómo
lo estructuraron. Las fraternidades son sociedades secretas. Eso no
significa que estén haciendo algo mal y eso es algo que creo que es
importante ver. Puedo mantener en secreto que te estoy haciendo una
fiesta de cumpleaños. Eso no significa que esté haciendo algo mal. Por
lo general, hay cosas que cuando las personas están haciendo algo malo,
las mantienen en secreto. Estoy de acuerdo. Pero entonces no significa
que todo lo que es secreto tenga algo malo”.
Al material de extorsión, los sectarios le llamaban “colateral”, como
las víctimas de la guerra contra el crimen organizado del expresidente
Calderón. Este “colateral” era la forma de coerción para mantenerlas
cada vez más sujetas a las órdenes más intolerables, como “herrar” a
otra mujer. El terror a la humillación pública, algo tan común para
todos en las redes sociales y en los medios electrónicos, fue la
principal herramienta con la que se coercionó a las esclavas que habían
entrado, muy jóvenes, a quedarse atrapadas en los cursos de superación
profesional y –¡válgame!– de “empoderamiento”. La actriz de Smallville,
Allison Mack, entregó a Raniere “como colateral” una serie de cartas con
“información devastadora” sobre su madre y padre; se declaraba culpable
de abuso a sus sobrinos, y dejaba a nombre del líder su casa en Beverly
Hills si alguna vez cortaba con la secta. Habían sido “educadas” en la
creencia de Nexium de que nadie es una víctima, que todos somos
responsables de lo que decidimos. Y si no, somos parásitos.
De acuerdo al manual que Nexium entregó para patentar sus cursos, los
talleristas que pagaron mínimo 3 mil dólares por fin de semana,
aprendieron lo siguiente: “La ética no es ser honesto, sino
consistente”. Esta es una declaración que podrían firmar todos los que
han defraudado a la economía, la política y la cultura durante los
últimos 30 años. “Ser bueno es sobrevivir. Ser malo es destruirse”.
La primacía aprendida del autointerés hubiera desconcertado al mismo
Thomas Hobbes, que la creía natural y perniciosa. “El éxito debe medirse
en cómo tus habilidades son valuadas en el mercado. El plan del éxito
que enseñamos es diseñar la forma de aumentar ese valor”. Eso es justo
lo que aquella muchacha regiomontana de 17 años cambió por unas
vacaciones en Suiza. “La Terapia de Exploración del Sentido es entender
que tus creencias te hacen inflexible. Estas creencias constituyen
desintegraciones que deben ser removidas para que no pierdas el tiempo
luchando en nombre de ellas”. Como dirían los grouchianos neoliberales:
“Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros”.
Dentro de la secta, la jerarquía era visible por el color del
cinturón, como en el karate: verde –Emiliano Salinas– o naranja con
varias franjas –cuatro, según los testimonios sobre la hija de Alejandro
Junco– y por las reverencias que los asistentes y esclavos les hacían
en público. Pero, además de una secta sexual –sin duda, eso es lo que
los medios han atacado con mayor fervor– es una en que la propia
dignidad e integridad es ofrecida a cambio de la supuesta fórmula del
éxito. Aquí todos, salvo Raniere, fueron, de una u otra manera,
víctimas. Hace 2 mil 300 años, en la antigua Roma existió un tipo de
contrato, el “nexum” que ofrecía a las hijas en garantía de los
préstamos. Eran las “colaterales” de esa época. Constantino El Grande lo
abolió por su carácter bárbaro y cruel.
Esta columna se publicó el 26 de mayo de 2019 en la edición 2221 de la revista Proceso
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