Luis Linares Zapata
La Jornada
Emplearon seis meses del
actual sexenio en vislumbrar nebuloso el destino que aguarda al gobierno
de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Cierto es que ya habían
adelantado barruntos de las visiones que ahora los congregan y hermanan.
Fue necesario que el gran predicador de la derecha internacional –Mario
Vargas Llosa– alentara condiciones para que la intelectualidad local
formulara sus concepciones y desarrollara una narrativa precisa frente a
las ambiciones y la conducta de la Cuarta Transformación. La idea
central, expresada por las distintas voces asistentes al coloquio de
Guadalajara, fluctúa entre conceptos gemelos bajo actual presión: la
democracia y la libertad. Son precisamente esos los que han entrado en
cuestión con la llegada del político tabasqueño a Palacio Nacional. No
se trata de revivir y explotar la simplona etiqueta del mesías tropical popularizada
por Enrique Krauze. O lanzar aludes argumentativos contra todos los
movimientos, programas o desplantes gubernamentales. Ahora se
perfecciona la táctica haciendo circular una incisiva y peligrosa
definición: populista. AMLO presenta, según esos críticos de altos
vuelos, firmes rasgos de dicho fenómeno que, por lo demás, ya anida en
incontables oficinas alrededor del mundo. Por su naturaleza personal,
ideológica y política, piensan que, el terminajo, embona con su manera
de ser, con sus pronunciamientos, discurso, programas y con las acciones
derivadas que viene desencadenando por estos alrededores. En esencia,
el populismo es una derivada del autoritarismo que, afirman, ronda por
el mundo y ahora también en México.
El populista, para la pléyade reunida en Guadalajara, pone en
inminente peligro la endeble democracia mexicana e impondrá, de insistir
en la ruta ya adoptada, restricciones a la libertad. López Obrador
será, con la seguridad expresada por los ponentes y basada en
experiencias previas y mundiales, un destructor de lo tan penosamente
logrado por los mexicanos.
No bien se empezaba a transitar por una ruta adecuada de libertades y
practicas democráticas cuando, por decisión soberana de los ciudadanos,
se le dio al actual Presidente un poder que tiende, de acuerdo con sus
magníficos pronósticos, a convertirse en totalitario. Claro está que no
pueden, los críticos cuidadosamente ensamblados en la ciudad
jalisciense, contrariar la firme y respetable voluntad de la mayoría de
los electores nacionales.
Tal alegato chocaría contra un pilar de la misma democracia que,
sostienen, corre peligro. El acento se pone, entonces, en la
concentración del poder que busca AMLO en el ejercicio mismo de sus
deberes. La conclusión del ensamble adquirió, qué duda, un nivel
premonitorio innegable. El vaticinio no deja lugar para donde hacerse a
todos aquellos que piensan diferente.
La inteligencia consagrada en libros escritos y celebrados, en
participaciones continuas en foros y estrados, en estudios a conciencia,
en reconocimientos académicos múltiples y de variada índole; en fin, en
claro dominio de altas tribunas, han lanzado, al ámbito nacional, su
potente voz de alerta.
Lo sembrado, allá en Guadalajara, no se agotará en un simple cónclave
de conspicuas élites. Sin duda servirá de base y preparación de futuras
batallas por la hegemonía del pensamiento colectivo.
De manera que hoy tenemos, por un lado, el trabuco formado por estos
renombrados participantes en el coloquio de marras, cargados con
relumbrantes galones de batalla. Merecimientos logrados, en épocas
pasadas, donde regían firmes creencias en la primacía del mercado, el
individualismo y la conducción de los asuntos para beneficios que,
finalmente, resultaron inequitativos y perversos.
Por otro, los que, con severas limitantes en sus salidas al aire y
todavía escasas sonoridades en sus voces, alientan novedosas bases donde
fincar sus posturas y deseos renovadores. Tales personas llevan,
consigo mismos, esperanzas fundadas de un futuro con más justicia y
bienestar para las mayorías. Aspiran a lograr un cambio profundo y saben
que no hay tiempo sobrante.
Quieren construir la nueva realidad con el auxilio de los que han
quedado al margen de los beneficios del trabajo honesto. Desean
ensanchar, en los hechos, la democracia y la libertad que, aquellos
otros –aseguran– ya entraron en una zona de dificultades. El campo de
disputa ya está delimitado con precisión y el anterior desbalance se ha
ido emparejando. El debate habrá de continuar sin evitar los sobresaltos
consiguientes. Son las consecuencias de una vida democrática que se
ensancha y de un espacio libertario que la sostiene.
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