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Foto: Twitter @INEMexico |
(apro).- La abstención de entre 70 y 80% en las
elecciones del pasado domingo 2, en seis entidades de la República
Mexicana, deja un mal sabor para cualquiera de los partidos
participantes, independientemente del triunfo o la derrota.
El desinterés ciudadano por concurrir a las urnas es un fiel retrato
de la incapacidad que tienen todas las fuerzas políticas de ser
representantes de la ciudadanía y portavoces de sus necesidades. De ahí
que cualquier festejo que realicen se ve empañado por la desastrosa
participación de los votantes que dejaron de asistir a las urnas,
desmotivados por la falta de empatía, credibilidad y confianza en todos y
cada uno de los partidos.
¿Para qué gastar casi cinco mil millones de pesos en los partidos
políticos este año, si para la elección en las seis entidades sus
candidatos no fueron capaces de atraer el interés de los ciudadanos?
De acuerdo con el presupuesto aprobado para este año, Morena recibió
mil 567 millones de pesos; el Partido Acción Nacional (PAN), 861
millones, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), 811 millones.
El resto tendrán más de 350 millones de pesos cada uno para gastar.
Pero si lo vemos como una inversión electoral, los partidos salen
debiendo, dado que no convencieron a la ciudadanía para a salir a votar
el domingo pasado.
Pese a estos números rojos, al darse a conocer los resultados
preliminares, la dirigencia del PAN celebró una pírrica victoria en las
elecciones para diputados y presidencias municipales en Tamaulipas,
Durango, Quintana Roo y Aguascalientes, como tratando de minimizar la
derrota mayúscula en la elección para gobernador de sus dos principales
bastiones: Baja California y Puebla.
El PRI celebró tristemente que mantendrá su registro como partido
político, y Morena festejó haber ganado las gubernaturas en Puebla y
Baja California, y algunas diputaciones y presidencias municipales, pero
no como esperaba con la marea de la victoria de Andrés Manuel López
Obrador en la elección presidencial, que cada vez disminuye más en el
ánimo social.
Para todos los partidos que participaron, la escasa asistencia a las
urnas debería de ocuparles antes que celebrar un triunfo tan nimio, con
apenas 20 o 30% de participación del electorado, porque esa es la
dimensión verdadera de la legitimidad social con la que arrancarán sus
tareas y responsabilidades de gobierno y administrativas.
Morena tendrá que preocuparse en serio por hacer un trabajo de
partido y no basarse únicamente en la popularidad de López Obrador, que
cada día se desgasta por los errores cometidos. Para el PAN, antes de
ver su reafirmación de segunda fuerza política nacional, las derrotas en
Puebla y sobre todo en Baja California –donde gobernaba desde hace tres
décadas– son un serio aviso de que no es una opción para la mayoría de
los ciudadanos, sino que depende de su voto duro, que no ha crecido.
Para el PRI el mensaje de la derrota general en las urnas es que
sigue en caída libre, que su militancia se reduce peligrosamente y la
división interna sólo les generará más debilidad.
En tanto, al PRD la mínima presencia como partido y en coalición les
tiene que generar una alerta roja de que está en riesgo su registro y
ver con seriedad si a 30 años de su existencia hay necesidad de una
transformación estructural.
Por cierto… Con los resultados de esta elección se
confirma que los partidos políticos siguen atascados en una severa
crisis de credibilidad y confianza ciudadana. La elección presidencial
de 2018 se basó más en los candidatos que en los partidos, de ahí que el
reto de cada fuerza política sea encontrar las nuevas fórmulas que los
identifiquen como una opción de gobierno para la ciudadanía y no como
asociación con intereses económicos particulares.
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