Guillermo Almeyra
Honor a quien honor merece…
después de la desastrosa experiencia en Semarnat con una oligarca, hija
de oligarcas, acostumbrada a considerar lo público como si fuera de su
propiedad, Andrés Manuel López Obrador recomienza por donde debería
haber comenzado y nombra en ese puesto clave a un destacado científico y
valioso intelectual quien, además de haber criticado desde La Jornada sus
planes para el Tren Maya y el Corredor Transítsmico, puede aportarle la
inestimable colaboración de muchos otros ecologistas serios.
Este no es el primer acierto, pues en educación –otra cartera clave–
nombró subsecretario de Educación Superior a Luciano Concheiro,
distinguido profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana,
sindicalista, hombre de ideas y principios y buscó acuerdos con los
maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación,
nombró a Paco Ignacio Taibo II en el Fondo de Cultura Económica y otorgó
un importante incremento salarial en la franja fronteriza norte, además
de liberar algunos presos políticos y sociales. Pero el nombramiento
del maestro Toledo es una medida que debe ser doblemente elogiada porque
da un fuerte golpe en el clavo, al otorgar a los problemas ambientales
la jerarquía que hasta ahora se le desconocía y porque demuestra que
AMLO podría verse obligado a empezar a restablecer contacto con quienes
votaron por él para tratar de liberarse de la influencia nefasta de los
grandes capitalistas y oligarcas que creyó oportuno incrustar en su
entorno y a los que hasta ahora ha ido cediendo, como lo demuestra el
caso de la central térmica de Huexca, rechazada por los pueblos a
quienes la justicia ha dado razón, pero que López Obrador insiste en
hacer.
El mundo y México, que sobrevive en este planeta al lado de primer
contaminador mundial, están en un emergencia ecológica que pone en
cuestión la existencia misma de la especie humana.
En esta guerra desatada contra la naturaleza y la sociedad por el
capitalismo depredador y sin futuro es indispensable otorgar
preponderancia a la protección ambiental, una prioridad aun mayor que
ladada a la guerra contra el narcotráfico y la violencia. En ambos casos
deben ser los protagonistas los directamente afectados y los
científicos sociales, ecológicos y étnicos, no los burócratas.
En la lucha contra la desertificación, la escasez y la contaminación
de las aguas, la brutal contaminación ambiental en las aglomeraciones
urbanas, la deforestación acelerada y el deterioro de los recursos
marinos y turísticos por el calentamiento global que acaba con especies
marinas enteras y estimula los sargazos, habría que convocar los Estados
Generales del Medio Ambiente para que campesinos, indígenas, estudiosos
y científicos formulen diversas propuestas y medidas de corto y mediano
plazos y congelar los proyectos ecocidas hasta que se establezca una
línea de defensa de los recursos y de las comunidades que de ellos
viven.
En el campo de la lucha contra la violencia, la solución tampoco es
la militarización del país bajo la cobertura de una Guardia Nacional y
en vez de desarmar a las autodefensas habría que reforzarlas y
legalizarlas, así como a las policías comunitarias darles instrucción
militar y armas adecuadas, legalizar las drogas ligeras, subsidiar
productos alimenticios sustitutivos de la mariguana y las amapolas y
controlar a los narcos mediante la vigilancia popular como lo demostró en los años 40-50 el ejemplo chino.
Víctor Manuel Toledo Manzur, un crítico lúcido de los errores
ambientales y un científico dispuesto a arremangarse para cambiar las
cosas con la acción, no es un ministro más ni está dispuesto a
doblegarse ante las presiones ni podría hacerlo sin negar sus
principios. Es por lo tanto una garantía para los pueblos indígenas, las
poblaciones mayas y quienes defienden la prioridad del agua para el
desarrollo rural y las poblaciones.
La lucha de clases, la influencia de los combates de los trabajadores
y los defensores del ambiente, atraviesan también las filas de Morena y
hasta el entorno de AMLO. En este combate de influencias a veces
predomina el gran capital y otras, menos, el ansia de transformación que
llevó a muchos a votar por López Obrador. Esto no quiere decir que el
gobierno haya cambiado de carácter o que Morena sea anticapitalista.
Simplemente nos indica que no es sensato ignorar las diferencias y las
grietas en un entorno heterogéneo como el que rodea al Presidente.
A la gente honesta y capaz en el gobierno hay que apoyarla, tomarle
la palabra y respaldarla sin abandonar la crítica a una orientación
política reformista utópica que somete a México a los intereses del
capital financiero internacional.
Si Toledo aplica en Semarnat lo que escribió reiteradamente en
nuestro diario –como no dudo intentará hacer– habrían consultas reales y
estudios serios de impacto ambiental de cada medida, desde las
forestales, hidráulicas o energéticas hasta el turismo y la minería. Los
anticapitalistas deben por eso apoyar lo que en el campo de la ecología
podría ser el comienzo de algunos cambios.
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