En la esquina de la Quinta Avenida y la calle 103 del East Harlem en
Nueva York se erige la estatua del considerado padre de la ginecología
moderna, James Marion Sims (1813-1884)
quien enfundado en una bata de cirujano -según lo dispuesto por el
escultor Ferdinand Freiherr von Miller-, continúa generando polémica a
más de 130 años de su deceso.
Sims oriundo de Carolina del Sur, Estados Unidos ha sido venerado
por muchos por sus contribuciones a la ciencia por el primer
tratamiento exitoso para la fístula vesicovaginal, la primera cirugía
de vesícula biliar, y la introducción de principios antisépticos en
todas las áreas de tratamiento quirúrgico, mientras que por muchos más
ha sido vilipendiado por usar a esclavas negras para sus
experimentaciones sin suministrarles anestesia.
No hay duda de que él llevó a cabo experimentos en mujeres, y
que le era posible hacerlos porque eran esclavas señaló en 2010
Deborah McGregor, profesora de historia en la Universidad de Illinois y
autora de From Midwives to Medicine: The Birth of American Gynecology (De las parteras a la medicina: nacimiento de la ginecología Americana).
Entre 1845 y 1849 Sims, operó una y otra vez a diferentes
esclavas de Alabama, siendo las más conocidas Anarcha, Betsey y Lucy.
En un intento de resolver el problema de las fístulas persistentes,
producidas en ocasiones durante y/o después del parto, implementó una
cirugía para tratar la grave afección llamada fístula vesicovaginal, y
desarrolló una herramienta para ayudar en la cirugía, conocido
actualmente como espéculo de Sims.
La falta de anestesia a las mujeres negras esclavas de campos
de algodón por parte de Sims es claramente una cuestión ligada a temas
de raza y clase. Al considerar que sus cirugías vaginales eran
procedimientos menores no utilizaba anestesia en sus pacientes
afroamericanas o irlandesas-americanas. Sin embargo a las mujeres
blancas de clase alta les aplicaba anestesia pues consideraba que ellas
no tolerarían la cirugía sin éter. Como señala McGregor, a lo largo de
su carrera médica Sims hace un uso racista y discriminador de la
anestesia con una premisa tácita de que las mujeres de clase alta eran
más vulnerables al dolor.
Tal abuso ha quedado grabado en el imaginario del pasado, para
los habitantes del East Harlem que son en su mayoría negros y latinos,
lo cual ha generado que desde 2010 se pidiera la remoción de la famosa
estatua de Sims. En 2011 la entonces concejal de la zona Melissa
Mark-Viverito pidió, sin éxito, a la Comisión de Parques la eliminación
del monumento. Mark-Viverito argumentó que la estatua continúa siendo
un recordatorio constante de que los esclavos "eran considerados menos
que humano".
Sin embargo el tirar la estatua encubriría el hecho de que ha
sido contada sólo la mitad de la historia de la ginecología moderna a
través de los ojos y fama de Sims. Tres estatuas más de las más
conocidas pacientes, -Anarcha, Betsey y Lucy-, les daría reconocimiento
y se evitaría borrar el pasado que necesita ser confrontado.
Ellas como muchas otras miles de mujeres sufrieron todo tipo de
vejaciones en el nombre de la ciencia, en suma fueron invisibilizadas
y todo el crédito se lo llevó Sims, pese a que fueron sus cuerpos donde
se escribió la historia de la ginecología al ser sometidas a docenas de
operaciones sin anestesia.
Víctimas de continuas e interminables operaciones estas mujeres
esclavas y otras irlandesas fueron consideradas menos que humanas, bajo
preceptos racistas en que eran vistas como inferiores, ganado,
desprovistas de razón y emociones y por lo tanto invisibilizadas.
Si son las representaciones en los monumentos, estatuas los que
producen identidad y presencia materializada simbólicamente de quienes
son incluidos, la presencia de Anarcha, Betsey y Lucy en el East Harlem
es más que fundamental para preservar la memoria de las atrocidades que
vivieron y entenderlas como sujetas clave de la historia de la
ginecología moderna.
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